Lito Santana
El hecho pasó sin pena ni gloria. El fallecido al parecer no reunía las características de un ser humano o un ciudadano del mundo.
En un hecho, que tampoco trascendió los requisitos para ganar espacio en los medios de comunicación.
El joven Deivys Pérez, simplemente se sumó a las estadísticas de bajas causadas por la violencia.
Este muchacho, a los que la reformada Policía Nacional define como "delincuente con antecedente", recibió dos disparos, en una trifulca de colmados de las que el Gobierno ya acepta como normales y rutinarias.
Por suerte para Deivys, llegó vivo al hospital, donde recibió atenciones médicas.
Sin embargo, dos días después recibió la de alta médica y fue apresado por la Policía y llevado al destacamento donde falleció. La suerte no le volvió a acompañar.
Así como suena, murió en la prisión con dos balazos, cuyas heridas estaban recién suturadas.
El país es testigo de casos a otros niveles donde personas “supra humana” le da una gripe o le sale una espinilla en su delicado rostro y lo trasladan a un centro médico y hasta que no mejora su condición, no regresan a su suite en la Cárcel de Najayo.
O de otros poderosos, con acusaciones penales graves, que suelen ser vistos en francachelas con el permiso de los jefes.
Pero Deivys no, él era un pobre muchacho de 17 años, cuya vida no valía una guayaba podrida, que estaba determinada por su origen en la pobreza y en el ambiente delincuencial al que lo empuja el “desarrollo” del país.
No se le podía conocer el respeto del debido proceso, porque para eso se necesita ser humano y Deivys, simplemente era una ficha. Nadie pagará por su muerte.
Este es el tipo de democracia, de manejo del Estado, que República Dominicana ha elegido.
Este comentario no pasará de un desahogo, pero señores del Poder, las cosas no siempre serán así.