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miércoles, agosto 27, 2025
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Cooperación internacional y desarrollo institucional

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Por Gregorio Montero

En la medida en que los problemas sociales se han multiplicado y se tornan más complejos, lo que dificulta que los estados puedan enfrentarlos con éxito por sí solos, se ha venido imponiendo la necesidad de articular y buscar la colaboración por medio de nuevas formas y actores que se muestran interesados, bajo distintas modalidades, y se involucran para aportar soluciones. 

Dentro de esos espacios de colaboración se identifica la denominada cooperación internacional, que, aunque es tan antigua como las viejas formas de organización estatal, su visión moderna, como se le conoce hoy, surge luego de la Segunda Guerra Mundial, enfocándose, principalmente, en temas relacionados con la seguridad y el desarrollo.

Hoy día, la cooperación internacional adopta un enfoque conceptual de mayor rigor y amplitud, se asume como un escenario de colaboración entre distintos sectores y actores internacionales centrada en la promoción y solución de problemas y desafíos globales o regionales comunes, con el propósito de mejorar la situación de las personas que habitan los países concernidos. Esta contribuye al intercambio de conocimientos, buenas prácticas, recursos, soluciones tecnológicas, así como a enfrentar, de forma articulada y colaborativa, dificultades asociadas al desarrollo y a la sostenibilidad de las naciones, procurando integrar en un mismo propósito a los gobiernos, los organismos internacionales, las organizaciones no gubernamentales, la sociedad civil, las empresas privadas, las universidades y demás. 

La centralidad de la cooperación en estos tiempos, dado los resultados demostrados en cuanto a trabajo conjunto que se realizan para el beneficio común, ha motivado un gran desarrollo de la misma, colocándose como uno de las importantes disciplinas de estudio en el campo de las ciencias políticas, las ciencias jurídicas, las ciencias administrativas, la economía y las relaciones internacionales. 

Tanto es así, que se han generado enjundiosos estudios que han aportado doctrinas, metodologías, sistemas, proyectos específicos, procesos, enfoques comparativos, experiencias, buenas prácticas y guías, dirigidos a estandarizar políticas e instrumentos que sirven de sostén a la solicitud, aprobación y gestión de la cooperación internacional.  

Su indiscutible relevancia y evolución también ha llevado a la manifestación de múltiples tipos y formas de cooperación internacional. Una de esas tipificaciones nos muestra las denominadas cooperaciones bilateral, multilateral, triangular y regional, que son las que más se practican en América Latina; una modalidad que tomó mucha fuerza es la llamada cooperación Sur-Sur (CSS) que hace referencia a la que se realiza entre los países en desarrollo, en particular, los que están ubicados, principalmente, en el sur del mundo, también conocido como el sur global. Dentro de todas estas podemos encontrar, específicamente, préstamo o financiamiento, donaciones, y cooperación técnica no reembolsable, que puede ser en dinero o en especie.

Evidentemente, siempre la más conveniente para los países de nuestra región es la cooperación técnica no reembolsable, pero aquellos que alcanzan un nivel de renta media alta no califican para ella. Por cierto, en este renglón está ubicado nuestro país, con todo lo que esto encierra, pues los proyectos de préstamo resultan complicados en nuestros países. En ocasiones se critica con vehemencia y se presenta resistencia al endeudamiento externo, este es un tema que genera mucha aprehensión y debate permanente, como consecuencia de los niveles de dependencia que los préstamos generan.

A la par de que crece la necesidad de cooperación internacional para ayudar a resolver problemas estructurales, y se diversifican las modalidades, han venido apareciendo distintos tipos de organismos internacionales que, bajo diferenciados esquemas, ofrecen colaboración a quienes la necesitan; así aparecen los bancos globales, internacionales y regionales, también las instituciones de asesoría e intercambio de experiencias que se presumen exitosas, mecanismos de integración, centros académicos y de investigación. De la misma manera, aparecieron las instancias a lo interno de los países que tienen como misión organizar, sistematizar, canalizar, recibir y evaluar la cooperación internacional, sin importar la modalidad.

De igual forma, algunos países con posibilidades organizaron sus propias agencias de cooperación internacional para, a través de ellas, colaborar con otros más necesitados, dentro de los cuales podemos citar a Brasil, Chile, Colombia y México. Desde todos los puntos de vista, la cooperación internacional se ha convertido en uno de los ejes de la gestión pública, por tanto, la ciencia, la academia y la investigación cada vez le ponen mayor interés.  

En República Dominicana, donde la cooperación internacional tiene una notable presencia desde hace mucho más de tres décadas, aunque los resultados no se comparan necesariamente con los grandes y variados proyectos que se han manejado en los distintos ámbitos estatales, se ha hecho un esfuerzo enorme por organizar y dar sistematicidad al manejo de la cooperación internacional; de hecho, existe, en el Ministerio de Relaciones Exteriores, el Viceministerio para Asuntos Económicos y Cooperación Internacional, cuya misión es promover el país a nivel internacional para atraer el comercio y la inversión financiera. 

Por otro lado, existe el Viceministerio de Cooperación Internacional, que tiene a su cargo el Sistema Nacional de Cooperación Internacional para el Desarrollo (SINACID) y la Política de Cooperación Internacional para el Desarrollo (PCID). Estos mecanismos, hasta la fecha de la fusión de los ministerios de Hacienda y de Planificación, Economía y Desarrollo, mediante la Ley No. 45-25, formaban parte de la estructura organizativa del MEPYD, ahora pasaron a ser parte del Ministerio de la Presidencia. 

Además de esta recién promulgada Ley citada, otras normas sirven de soporte a la gestión de cooperación internacional, como las leyes No. 496-06, que dio origen al MEPYD, la No. 498-06, que instituyó el Sistema Nacional de Planificación e Inversión Pública, la No. 1-12, sobre la Estrategia Nacional de Desarrollo (END), y la No. 630-16, Orgánica del Ministerio de Relaciones Exteriores; en 2018, el MEPYD emitió la Resolución No. 2-18, mediante la cual aprobó las Normas para la Gestión de la Cooperación Internacional. A estas se suman las leyes relacionadas con hacienda, presupuesto, crédito público y otras.    

No hay duda que, en estos tiempos de recursos escasos, y en que los gobiernos no pueden o no quieren invertir en la solución de problemas estratégicos de la nación, pues les arropa la coyuntura y la improvisación, desde nuestra mirada, la cooperación internacional debería concentrarse en estas soluciones, especialmente en el aspecto institucional, propiciando el desarrollo y el fortalecimiento de las instituciones públicas, como base del sostenimiento de los avances que en cualquier renglón puedan alcanzar nuestras sociedades. La institucionalidad es la gran deuda de muchas de las administraciones públicas de la región, así lo revelan distintos estudios; de hecho, como hemos manifestado en otros escritos, el objetivo del desarrollo sostenible número 16 evidencia esta realidad.

El valor agregado más apreciado de la cooperación internacional debe ser la dotación de capacidades institucionales en el Estado para enfrentar los desafíos de mediano y largo plazo, por lo que acompañar los procesos de reforma y modernización de la Administración Pública sería de gran utilidad y prioridad, desde la óptica de la continuidad del Estado y las acciones estratégicas del gobierno. 

El desarrollo institucional integral, tomando en cuenta la planificación estratégica y el diseño correcto de los entes y órganos públicos, la gestión científica y técnica del talento humano, la transformación digital y la innovación, la transparencia, el fortalecimiento de la gestión de los gobiernos locales, la calidad de la democracia y la consolidación del Estado de Derecho, debe ser la apuesta más alta de cualquier marco de cooperación.

Todo lo anterior debe hacerse dejando a un lado el asistencialismo que ha caracterizado en muchos casos la cooperación internacional, especialmente los préstamos, y partiendo de las necesidades concretas del país, las que no deben ser construidas desde afuera, tampoco las soluciones; solo así se atenderán de forma correcta los verdaderos problemas, se generará la confianza necesaria y se aportará al buen gobierno. 

Los proyectos de cooperación internacional en estos tiempos, que sin duda son necesarios, sea cual fuere su modalidad y su fuente, deben contribuir al desarrollo sostenible de las naciones, atendiendo, en tanto su pilar central, el avance institucional, el fortalecimiento de la institucionalidad pública, por lo que deben hacer parte del modelo de gestión institucional; solo así pueden aportar el valor que los haga rentables a los ojos e interés de nuestros ciudadanos y ciudadanas.      

 

Gregorio Montero
Gregorio Montero
Exviceministro de Reforma y Modernización del Ministerio de Administración Pública, exsecretario general del Centro Latinoamericano de Administración para el Desarrollo y catedrático universitario.

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