miércoles, septiembre 25, 2024

Azua, más allá de las redes: playas, desafíos y aventuras

Texto y fotos por Osvaldo David Santana

Durante el feriado del 16 de agosto viajamos a la provincia de Azua, en la región Sur del país, y descubrí uno de los destinos más desafiantes.

Salimos a las 7:00 AM, emocionados por conocer Playa Blanca, Playa El Barco, Playa La Uvita y la Cueva de los Piratas. Estas locaciones llevaban tiempo en nuestra lista, especialmente desde que hace años nos bañamos en la playa de Monte Río, conocida por sus arenas grises y aguas tranquilas. 

El grupo, compuesto por seis adultos y tres niños, tiene un espíritu aventurero. Nos encanta disfrutar del bosque, así que decidimos hacer el recorrido de ida a pie y el regreso en bote para vivir la experiencia completa.

El plan era iniciar la travesía a las 9:00 AM. El punto de encuentro con el tour operador fue en un restaurante en la entrada de Azua. Pero finalmente salimos alrededor de las 10:00 AM. 

Nos acomodaron en la parte trasera de una camioneta y, tras recorrer 10 a 15 minutos y cruzar un puente en construcción, llegamos a la playa de Monte Río. Allí hicimos una breve parada para recoger al guía, Manuel "Tres Dedos", un joven muy atento y amable.

Al llegar a Monte Río, nos sorprendió encontrar la playa llena de basura, algo que, según el tour operador, se debía a las recientes lluvias, ya que normalmente la playa no está así. 

A pesar de la decepción, seguimos adelante por un camino empedrado, donde el pavimento ya terminaba. Tras recorrer 500 metros, nuestro chofer, olvidando que llevaba once personas en la parte trasera de la camioneta, aceleró cuesta arriba sobre piedra y arenisca, y terminamos en la primera parada del recorrido: Playa La Uvita.

La playa La Uvita, al igual que Monte Río, estaba llena de basura, así que ni siquiera nos mojamos los pies y continuamos hacia Playa Blanca. En el trayecto, atravesamos el bosque seco de la zona, donde destacan variedades de cactus y guasábara, planta con la que se debe tener precaución, pues si te aproximas mucho, sus largas espinas son lanzadas como mecanismo de defensa. También disfrutamos de las vistas panorámicas que hacen único este recorrido.

Después de 10 minutos de caminata, el terreno cambió y comenzamos a caminar sobre arrecifes, un tramo que a veces es cubierto por la marea.  Nos topamos con una pequeña laguna que esquivamos. Atravesamos una densa pared de árboles, y como si fuera un túnel, salimos a Playa Blanca. A diferencia de Monte Río y Palmar de Ocoa, Playa Blanca tiene arenas blancas, de ahí su nombre, según el tour operador.

A pesar de su arena fina y suave, y sus aguas de tonalidades verdes azuladas, Playa Blanca estaba llena de basura. Un destino con tanto potencial, al que se llega tras una breve caminata por un camino sin ningún tipo de mantenimiento o señalización.

En la playa, encontramos un chivo muerto a punto de explotar, restos de peces en descomposición, plásticos de todos los colores e incluso un armazón de armario. Con todo eso, y la cantidad de materia orgánica vegetal esparcida por la orilla, no pudimos bañarnos.

Angustiados, le seguimos el paso a Manuel, recorriendo la playa de extremo a extremo. Subimos por un callejón que sirve de refugio y centro de operaciones a los pescadores de lambí, un molusco marino que vive dentro de una concha. 

El suelo estaba cubierto de conchas y caracoles que los pescadores dejan al sacar la parte comestible. Aunque la escena era un poco triste, visualmente era impresionante. Con el permiso del mar, algunos recogimos caracoles como recuerdos del viaje.

Pocos minutos después, estábamos ante una depresión entre dos colinas y, al cruzar una saliente de roca, Manuel se nos perdió de vista, solo para mostrarnos la Cueva de los Piratas. Esta cavidad natural en el farallón resultó ideal para mojarse los pies y refrescarse brevemente.

Apresurándonos para continuar, subimos la colina agachados, casi al ras del suelo para evitar las espinas de los arbustos. Al llegar a la cima, nos encontramos con una de las vistas más impresionantes del recorrido y nuestro mayor reto: descender el risco hacia Playa El Barco.

El descenso fue complicado, especialmente para un grupo sin experiencia en escalar riscos, sin equipamiento adecuado, sin un trillo marcado, con niños, bajo el fuerte sol, espinas por doquier, con una soga desgastada y acompañados de un guía al que le faltan dos dedos de su mano diestra. ¡Una locura! Ni te imaginas la dificultad del descenso, fue enorme. 

Agradecimos salir de esa situación sin accidentes ni contratiempos. 

Terminamos el recorrido bañándonos en una "piscina natural" hasta que la yola vino a buscarnos para regresar a Monte Río.

Agotados, abandonamos la costa y pusimos la proa hacia el municipio de Peralta, donde el contraste con las verdes montañas y el bosque seco de la costa fue impresionante. Allí visitamos el balneario "El Jacuzzi", un río donde los locales han construido una posa con sacos de arena y cemento. Es un lugar muy frecuentado, donde las visitantes suelen cocinar a la orilla del río.

Si decides hacer esta ruta, te recomiendo dejar los niños en casa, llevar suficiente agua, protectores solares y ropa cómoda que te proteja de los agresivos elementos de la naturaleza de la zona. Además, es importante que contactes a un tour operador que esté al tanto de los riesgos y conozca bien el estado actual de las playas, para que puedas disfrutar al máximo de cada una de ellas.

Azua es un destino lleno de aventuras, pero con muchos desafíos, y hasta riesgos. Sus playas y los accesos requieren alguna atención pública.

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