Lito Santana
Los tiempos en que las medidas de seguridad en las bombas de gasolina imponían algún respeto, pasaron de moda.
Hace apenas unos años los carteles instalados cercanos a las máquinas de expendio de combustibles eran prácticamente imposiciones que los clientes debían cumplir.
Apague el motor de su vehículo.
Prohibido fumar.
Prohibido el uso de celulares.
Prohibido todo material inflamable, eran normas establecidas para imponer la seguridad de todo el entorno de estos lugares.
Pero las cosas cambiaron, comenzando por los mismos empleados y despachadores del servicio.
A nadie extraña que mientras se usan las mangueras expendedoras los famosos "bomberos" establecen sus amenas conversaciones por el celular, a tal punto que el usuario debe advertirle que ya el flujo de combustible se detuvo, pues ellos se entregan a sus móviles, como si tuvieran en sus casas.
Aquello de tranquilidad en el entorno de la estación es otra regla superada, pues las mejores fiestas de teteo se registran en los espacios disponibles en las bombas gasolineras.
Hay lugares de estos, en campos y ciudades que son famosos por las fiestas, incluyendo los potentes equipos de sonido y los llamados proyectos musicales armados sobre vehículos que estremecen sus alrededores.
Al parecer hace falta que en medio de estas fiestas en la que se violan todos los protocolos de seguridad, ocurra un incendio de gran envergadura provocando una desgracia mayor.
Como ya estamos acostumbrados a "comprar candados después que nos roban", los organismos responsables de imponer controles en estos lugares parecen esperar que venga el suceso para cumplir con su sagrado deber de "precaver antes que lamentar".