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miércoles, mayo 14, 2025
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¿Abinader, Leonel, Danilo o Hipólito?: ¿quién gana o pierde en la cumbre sobre Haití?

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Del escritorio de: Haivanjoe NG Cortiñas

El pasado 28 de abril, el presidente de la República, Luis Abinader (LA), anunció que invitaría a los expresidentes Leonel Fernández (LF), Danilo Medina (DM) e Hipólito Mejía (HM) a una cumbre para abordar el tema haitiano. Dos días después, el 30 de abril, formalizó su intención enviando cartas a cada uno de los exmandatarios. Aunque las misivas tenían contenidos distintos —a uno lo invita y a dos los cita— el propósito es el mismo: reunirse el 14 de mayo a la 1:00 de la tarde en el Palacio Nacional para avanzar hacia un consenso político que permita construir una política de Estado de largo alcance sobre Haití. Más adelante se anunció que, atendiendo a algunas sugerencias, el encuentro se desarrollará a las 4:00 de la tarde, en el Ministerio de Defensa, e incluirá al Consejo Económico y Social.

Apoyado en la teoría de juegos y el equilibrio de Nash, y con ayuda de herramientas de inteligencia artificial, me he permitido construir dos escenarios posibles para examinar anticipadamente los posibles resultados de este encuentro de alto nivel. Se ha optado por el enfoque colaborativo de la teoría de juegos, dada la intención declarada por el presidente de consensuar una política común que trascienda los intereses partidarios. Este enfoque permite imaginar dos alternativas: una reunión conjunta o encuentros bilaterales. En la modalidad bilateral, el presidente puede adaptar su estrategia para cada interlocutor, ajustar su narrativa y ofrecer concesiones personalizadas; en la modalidad conjunta, esta posibilidad se reduce a cero y es la forma que se ha adoptado.

Con la referida teoría, la cooperación construye la avenida para alcanzar el equilibrio óptimo. Si el presidente Abinader actúa con transparencia en la dirección de cada carta enviada a los expresidentes y estos hacen lo propio, hay motivos para alcanzar el óptimo en lo acordado, quedando por delante la forma de repartir los beneficios políticos de lo que sería una decisión de Estado a largo plazo. El juego de las reuniones sobre Haití tiene el inconveniente de que los jugadores disponen de informaciones incompletas —especialmente los expresidentes—, mientras que el presidente cuenta con una ventaja informativa.

La reunión conjunta sería un juego con cuatro jugadores, mientras que la bilateral generaría tres juegos independientes, cada uno con resultados potencialmente distintos. Esta última opción le da al presidente la posibilidad de influir en cada encuentro; en cambio, los expresidentes solo conocen su propia conversación con el primer mandatario.

En la teoría de juegos, la cooperación construye el camino hacia el equilibrio óptimo. Si el presidente Abinader actúa con transparencia, como sugiere el contenido de las cartas, hay bases para alcanzar acuerdos beneficiosos. Quedaría por definir cómo se repartirán los beneficios políticos que resultarían de una probable decisión de Estado. En ambas modalidades —reunión conjunta o bilateral—, pero en particular en la primera, el presidente cuenta con una ventaja informativa al ser el único que participa en todos los encuentros. Esto genera una asimetría que lo favorece estratégicamente, pero ante el anuncio de que se hará conjunta, el beneficio informativo bilateral desaparece.

El entramado de los dos posibles escenarios parte del hecho de que el problema que se busca resolver es la inmigración irregular/ilegal de ciudadanos haitianos hacia la República Dominicana. Todos los jugadores comparten el mismo objetivo estratégico: aliviar a la sociedad dominicana de este problema. Si se alcanza un acuerdo en esa dirección, cada uno podría obtener reconocimiento público y una mejora en su reputación, y ese sería su pago social y político.

El presidente de la República, como uno de los jugadores, tiene el poder de tomar la iniciativa para las reuniones sobre Haití, y el resto de los tres jugadores, las opciones de asistir o no a la invitación. Partiendo del hecho de que asistan en el formato conjunto y lo hagan bajo la premisa de la cooperación, quedaría pendiente la forma y los incentivos que recibirían los jugadores.

Aunque en apariencia la cumbre se reduce a cuatro participantes, los intereses en juego no son necesariamente simétricos. Asistirán dos figuras del oficialismo (LA y HM) y dos de la oposición (LF y DM). Aunque esto sugiere una división de fuerzas 50/50, en términos reales las coincidencias políticas varían. Se pueden observar posibles alianzas como LA+HM o HM+DM, mientras que LF parece más aislado. Es poco probable una alianza LF+LA, lo que sugiere que la combinación HM+DM podría ser más factible, siempre que convenga a sus intereses individuales.

El juego se complica al considerar los objetivos subyacentes. El presidente puede buscar legitimidad y apoyo político, mientras que los expresidentes pueden procurar proteger sus legados, mantener influencia o proyectarse para 2028. Aunque el encuentro se presenta como un juego colaborativo, estos intereses podrían introducir dinámicas no cooperativas. Para mitigar esto, sería necesario acordar un mecanismo de reparto justo de los beneficios y costos políticos, es decir, compartir tanto los créditos como las responsabilidades derivadas de lo acordado.

En un escenario de colaboración plena durante una reunión conjunta —el menos probable—, los expresidentes podrían condicionar su cooperación a que no haya ventajas políticas particulares ni conductas oportunistas. Si esto se cumple, nadie saldría perjudicado ni tampoco desproporcionadamente beneficiado. El consenso se alcanzaría en el punto óptimo, promovido por la confianza mutua. Así, una declaración conjunta sin sesgos sería beneficiosa para los cuatro: Abinader, Leonel, Danilo e Hipólito. Todos ganarían en credibilidad, imagen pública y apoyo ciudadano, aunque la distribución final de beneficios dependerá de la percepción social, y el equilibrio de Nash estaría a la puerta.

Si la cooperación conjunta no se materializa por falta de confianza o por intereses individuales —el llamado "juego sucio"—, todos podrían salir perdiendo. La ciudadanía podría rechazar las conductas oportunistas, lo que daría espacio al surgimiento de un nuevo liderazgo. De ser así, los cuatro actores principales perderían.

En el escenario bilateral cooperativo, es posible que algunos encuentros concluyan en acuerdos y otros no, lo que dificultaría alcanzar un consenso duradero. Además, cada participante podría manipular lo discutido y moldear la percepción pública a su favor, lo que erosionaría la confianza y restaría eficacia a lo pactado. Esta opción ha quedado eliminada, por el acuerdo de las partes de acudir en forma conjunta.

El orden de los encuentros también puede ser un factor disruptivo, generando especulaciones sobre cuál reunión fue más relevante o productiva, lo que impactaría la reputación de los participantes, tal vez por los egos. Este riesgo, al parecer, ya no estará presente, por la coordinación para que el encuentro se efectúe el 14 de mayo a las 4:00 de la tarde.

La mejor apuesta sería que cada jugador presente un plan concreto, se discutan las ideas y se seleccionen las más viables en un ambiente de respeto, transparencia y confianza. La clave es que ni el presidente busque sumas personales ni los expresidentes pretendan condicionar la figura del mandatario. De ser así, solo hay un verdadero ganador posible: la República Dominicana.

El equilibrio de Nash se alcanza solo cuando todos los actores priorizan el bienestar colectivo sobre los cálculos individuales. En este juego, la única ganadora legítima debe ser la República Dominicana. La tarea está pendiente.

Haivanjoe NG Cortiñas
Haivanjoe NG Cortiñas
Haivanjoe Ng Cortiñas, economista de la UASD y master en economía de la UNAH, autor de 5 libros sobre la economía dominicana, conferencista internacional y articulista.

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