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jueves, diciembre 26, 2024

El antihaitianismo de los dominicanos alcanzó la "meseta" 

Por Alfonso Tejeda

Durante la pandemia reciente de COVID-19, ante la alta morbilidad y la rápida mortalidad con que se manifestó, científicos infectólogos sugirieron -y algunos países la adoptaron como alternativa-, la inmunidad de rebaño para hacerle frente, en un momento de desconocimiento generalizado del inusitado y contagioso virus, y lograr así dominarlo.

"La inmunidad de rebaño" es un experimento que se inició en los años 20s del siglo pasado, y entre sus opciones está hacer contagiar a quienes pueden crear los anticuerpos que hagan más fácil lidiar con el virus que produce la enfermedad, que entonces se convierte en “endémica", cuando ya convive entre la gente sin provocar los sobresaltos iniciales de su aparición.

Algunos infectólogos también llaman a ese procedimiento "la meseta", que es la cúspide horizontal alcanzada y que se extiende hasta iniciar el declive, logrando un manejo apropiado de la situación y reduciendo los peligros resultantes del contagio, que se producen por desconocimiento, nerviosismo, o la incapacidad para confrontar realidades distintas sin prejuicios.

Esa puede ser una de las lecturas posibles emanadas del recién establecido "Pacto nacional ante la crisis en Haití" suscrito por el gobierno, 28 partidos y agrupaciones políticas, siete rectores de universidades, académicos, intelectuales y otras entidades que lo venían discutiendo en los últimos meses, a instancias del presidente Luis Abinader.

La concurrencia a este pacto difiere también de cómo se asumió el "Pacto Mundial de Migraciones" propuesto por las Naciones Unidas en 2018, para garantizar una migración segura, regular y ordenada, que firmaron 164 países, pero que República Dominicana se negó a hacerlo, alegando cuestiones de soberanía y manejo fronterizo, para las que el país carecía de capacidad de manejo, 

Esas mismas razones, pero en otra dirección, ante el proyecto de ley de Trata de Personas que en febrero sometió al Congreso el Ejecutivo, esgrimieron muchos de los que ahora firman el Pacto: se opusieron a esa propuesta del presidente Abinader argumentando que la misma violaba la soberanía nacional, porque supuestamente garantizaba el "no retorno" de los haitianos que ingresaran de manera irregular al país, rechazo que al Ejecutivo a recoger su iniciativa, pese a que con la misma se cumplían compromisos de los cuales República Dominicana es signataria ante organismos internacionales. 

De que el antihaitianismo radical existente está "desinflándose" lo revela esta afirmación contenida en el documento comentado: "Estamos conscientes de que es de nuestro mayor interés estratégico contar con un país limítrofe seguro, estable y próspero" , refiriéndose a ese mismo país al que recién se prohibió exportar desde el más cotidiano producto alimenticio hasta materiales de construcción que le faciliten la mejora de infraestructuras indispensables para el habitual desenvolvimiento.

Si atreverse los haitianos a reclamar compartir el agua del río Masacre en su territorio provocó una crisis protagonizada desde el lado dominicano -con repercusión internacional- con el cierre de la frontera, ahora se asume "el compromiso de prevenir y evitar todo tipo de desencuentros que vulneren el derecho de ambos pueblos a coexistir de manera pacífica" , declaración inusitada en muchos de los firmantes, que apenas días antes clamaban por acciones radicales frente al vecino país.

"Los que llevan anotaciones" , conocedores de ese abigarrado contexto , han tratado con poco entusiasmo el Pacto en cuestión, del que aseguran es un compendio de leyes y reglamentaciones establecidas desde hace tiempo, pero que tal vez la nueva realidad de las relaciones bilaterales después del cierre de la frontera, incorpora otros elementos y activó a otros protagonistas sacudidos por las consecuencias de esa decisión unilateral que al principio desató la algarabía, esa que ahora es atención reflexiva.

Reconocer que la prosperidad del pueblo haitiano es necesaria, evitar posibles "desencuentros" entre los dos pueblos y abogar por "la coexistencia pacífica" resultan en una nueva visión desde el Estado dominicano y de los grupos conservadores que han administrado la política y la relación frente a esos vecinos, tanto allá como aquí, reconocimiento que apunta hacia "la meseta" en la que está el antihaitianismo de los dominicanos hoy.

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