Por: Francis Santana.
Aunque ya se han escrito decenas de artículos muy educativos algunos, relacionados con el polémico canal haitiano que pretenden conectar con el río Masacre o Dajabón, entiendo necesario y oportuno hacer algunas puntualizaciones elementales concernientes a las relaciones históricas dominico-haitianas.
Lo entiendo importante, porque hay sectores que vienen manejando este tema con el propósito expreso de distanciar a nuestros pueblos, fomentar la xenofobia, negar la solidaridad recíproca que en distintos momentos hemos practicado e incluso llegan hasta a solicitar una intervención militar extranjera en Haití.
Si bien es cierto que entre Haití y República Dominicana, antes y después de nosotros ser República, ha habido confrontaciones políticas y militares significativas; también ha sido y es cierto que entre nuestros dos pueblos se ha expresado una valiosa solidaridad en los momentos más difíciles y turbulentos de nuestras respectivas historias.
Pero las clases dominantes tanto de Haití como de nuestro país, siempre hacen sus mayores énfasis y esfuerzos en tratar de dividir a nuestros pueblos, sembrar el odio entre nosotros y en difundir reiterativamente un relato en el que de manera unilateral se enfatiza en nuestras confrontaciones y jamás en la hermandad que hemos cultivado.
De esa manera, nunca dejan de mencionar los lamentables acontecimientos ocurridos en Moca cuando el ejército haitiano en 1805 cometió bochornosas y cuestionables acciones contra nuestro pueblo.
De igual manera manejan los distintos acontecimientos de la guerra dominico-haitiana de 1844 a 1856, no para que aprendamos de manera crítica aquellos trascendentales acontecimientos, sino para inculcar resentimiento y repulsa entre haitianos y dominicanos, con la argucia de presentar a Haití como nuestro enemigo, cuando cada día estamos más conscientes en ambas partes de esta isla caribeña de que nuestro enemigo no el negro, sino blanco, rubio y que se encuentra en Norteamérica.
Así también, sacan a relucir la matanza perpetrada por la dictadura trujillista en 1937.
Y claro, el período del dominio de Haití de 1822 a 1844 es un tema constantemente usado para tratar de convencernos de que Haití es nuestro enemigo principal y que representa la mayor amenaza a nuestra soberanía nacional.
Pero mientras asumen esa postura frente a Haití, reconocen a España como La Madre Patria, la misma que nos saqueó y exterminó a nuestros habitantes originarios mediante una sangrienta dominación durante más de 300 años.
Y nunca hacen referencia las clases dominantes de Haití, ni las de República Dominicana a la opresión y dominio neocolonial a que vienen siendo sometidas nuestras dos naciones por parte del imperialismo norteamericano, que nos está sojuzgando brutalmente desde inicios del siglo pasado en todos los órdenes.
Pero ocultan las clases dominantes de nuestros dos países y también lo oculta el imperialismo de los Estados Unidos de Norteamérica, que históricamente los pueblos que habitamos esta isla nos hemos solidarizado mutuamente en los momentos más difíciles.
Nos ocultan que haitianos y dominicanos nos unimos para derrocar el gobierno despótico de Boyer.
No quieren que nuestra gente sepa que el gobierno haitiano apoyó con 300 fusiles para que expulsáramos de nuestro territorio el imperio francés que nos ocupó durante ocho años, de enero de 1802 a enero de 1809.
Ocultan deshonestamente también, la inmensa solidaridad que le brindó el gobierno de Haití a nuestra lucha durante la Guerra de la Restauración desde 1863 a1865 contra el imperio español.
No quieren las clases reaccionarias corruptas y entreguistas de Haití, ni las de República Dominicana, ni el imperialismo, que nuestros pueblos sepan que a raíz del huracán San Senón de l930, fue el gobierno haitiano el primero que aportó una amplia solidaridad a nuestro país devastado por ese fenómeno atmosférico.
No quieren que las nuevas generaciones conozcan que en la guerra de abril de 1965, en la que nuestro pueblo heroico enfrentó a los traidores a la patria y a la ignominiosa ocupación yanqui, combatientes haitianos derramaron su sangre junto a nosotros defendiendo con sus vidas nuestra soberanía nacional.
Pretenden también que no valoremos en su justa dimensión el inmenso aporte que hacen los haitianos en la dinamización y crecimiento de nuestra economía.
Y pretenden hacernos creer que la justa y humanitaria atención que los dominicanos le brindamos al pueblo haitiano en nuestros centros de salud pública, constituye una pesada e insostenible carga.
¡Qué posición más repugnante y anticristiana!
La crisis que se ha presentado con relación a la construcción del canal que desde Haití se conectaría con las aguas del Río Masacre o Dajabón, no debemos permitir que sea manejada con politiquería, ni para que en nuestras relaciones como pueblos hermanos se estimulen el odio y la violencia.
Muy por el contrario, ese es un conflicto al que debe buscársele una solución responsable y apropiada, a través del diálogo, la diplomacia, el respeto entre nuestro dos Estados y en justo beneficio mutuo.
Y jamás propiciar una escalada que pueda poner en peligro nuestras relaciones bilaterales, ni la pérdida de nuestras respectivas soberanías nacionales.
Que este conflicto derivado de la construcción del referido canal, nos sirva para conocer mejor nuestra verdadera historia y para que se profundice y consolide la amistad y solidaridad entre nuestros pueblos.