El 24 de junio del año 2022, la Suprema Corte de Justicia de los Estados Unidos sentenció que no existe el derecho constitucional al aborto, basado en las particularidades del caso Dobbs v Jackson Women’s Health Organization. Con su sentencia, derrocaron el famoso caso Roe v Wade, que sentó un precedente al establecer que el aborto es un asunto privado que le compete a cada mujer y que el Estado no debería intervenir en esta decisión.
Durante los 50 años de reinado de la sentencia Roe v Wade, este había sido reconocido como un foco o de inspiración o de repudio internacional. Se podía estar de acuerdo o en desacuerdo, pero ser indiferente no era una opción. Tampoco era opcional desconocer quiénes eran las más afectadas ante la prohibición o el amparo ante la ley del aborto: las mujeres.
Este consenso se basa en un punto muy simple: ¿en el cuerpo de quién reside esa fecundación? ¿quién gestaría este embarazo? En palabras llanas, ¿quiénes abortan? Incluso si los hombres se realizaran trasplantes de útero, resultaría imposible para ellos dar a luz por un sinnúmero de razones. Por ejemplo, lejos de ser una incubadora pasiva, el cuerpo de la madre interactúa activamente con su bebé para preservar y fortalecer ambas vidas durante la gestación.
Esto no debería ser noticia para nadie, porque son aspectos sustentados por la ciencia que nos enseñan desde la primaria (en caso de que no lo hayamos aprendido por sentido común). Pero resulta que eso sí es noticia para el Partido Demócrata estadounidense y para la clase política progresista en demasiados países.
Cuando se publicó el fallo de la Suprema Corte de Justicia, el expresidente Barack Obama, abanderado de la causa de los derechos reproductivos, lamentó la noticia y expresó: “Hoy la Suprema Corte no solo anuló un precedente de casi 50 años, sino que relegó la decisión más importante que una persona puede tomar a los caprichos de políticos e ideólogos – atacando la libertad de millones de americanos.” La diputada/influencer Alexandria Ocasio-Cortez condenó la decisión. Dijo: “Anular Roe y prohibir los abortos nunca hará que desaparezcan. Solo los hace más peligrosos, especialmente para pobres y marginalizados. La gente morirá por esta decisión”.
Ningún hombre ha muerto ni morirá por un embarazo ectópico que no se interrumpió a tiempo. Ningún hombre corre el riego de quedar embarazado si resulta víctima de una violación. A los demócratas se les olvido quiénes abortan, y yo me pregunto, ¿a quién beneficia esa ignorancia?
Nada de esto es nuevo. El presupuesto de la Casa Blanca para el año fiscal del 2022, publicado en junio del 2021, reemplazó la palabra “madre” por “personas gestantes”, en su sección de salud pública. Ante la amenaza de anular el derecho al aborto, los demócratas introdujeron en el Congreso una “Ley de Protección de la Salud de las Mujeres”. El título de esta pieza legislativa menciona la palabra “mujeres” porque saben que los electores entienden perfectamente quiénes abortan. Pero dentro del proyecto de ley, se habla de “personas gestantes” y de “personas con la capacidad de embarazarse”. ¿Quiénes serán esas?
Denominaciones tales como “personas gestantes” y “personas con vagina” representan un atentado tangible contra los derechos que tienen las mujeres en la sociedad. Borrar a las mujeres de las legislaciones representa una amenaza concertada que se esconde en todos los congresos. Mientras los demócratas se entretenían jugando a la ignorancia y a la anti-ciencia, los republicanos fueron por la yugular y derribaron uno de los pilares más fuertes de los derechos reproductivos en los Estados Unidos.
Existen situaciones específicas en las que un aborto es necesario para salvar la vida de la madre. Por ejemplo, cuando existe un embarazo ectópico o un septo uterino que produce una malformación significativa que imposibilita la vida emergente. Conversaciones respecto a este punto tienen el potencial inmenso de subsanar las divisiones que genera un tema tan controvertido, pero la posición intransigente de muchos sectores progresistas repele no solo a votantes, sino a personas que podrían convertirse en simpatizantes de su causa.
Quienes imitan dinámicas exportadas, ¿comprenderán esta situación como una advertencia o será que pronto veremos también colarse en el discurso dominicano esta terminología de “persona menstruante”? Queriendo complacer a minorías extremistas, algunas personas pretenden que no saben. Pero en honor a la sensatez, nadie es ignorante ante la pregunta: ¿quiénes se embarazan? Y por consecuencia, ¿quiénes abortan?