Miguel J. Escala
Comienzo con una anécdota: una amiga lectora, especialista en temas curriculares, me comentó que no había recibido el último artículo. Cuando le conté de qué trataba, se entusiasmó y me pidió que se lo enviara de inmediato; al igual que los anteriores, pensaba compartirlo con sus padres.
Me preguntó si entre las competencias genéricas había incluido el uso de las nuevas tecnologías. “Claro que sí”, respondí. Con eso —y con su comprensión de por qué no seguí las tareas ya desactualizadas de Havighurst— sentí que había pasado el examen de la curriculista. Y también disfruté comprobar cómo acompaña el aprendizaje de sus propios padres.
Ahora te pregunto a ti: ¿cuándo fue la última vez que estudiaste algo porque tus hijos te lo sugirieron? ¿O cuándo fue la última vez que ofreciste a tus padres una recomendación para seguir aprendiendo? Recuerdas que, sin importar cuántas velas tenga el bizcocho, siempre es buen momento para aprender un poco más.
Eso sí, haber leído el artículo anterior es clave para comprender lo que conversaremos en este. En lenguaje académico: la primera parte es un prerrequisito para entender esta segunda entrega. Si no lo has hecho, puedes ponerte al día con un clic aquí:
https://pronosticamedia.com/debi-lograr-mas-aprendizajes-primera-parte/
¿Qué es aprendizaje?
En esa primera parte definimos el aprendizaje como un “proceso continuo y dinámico” que integra activamente a la persona que aprende. Dicho de otra manera, nadie aprende por otro. Señalamos también que, en nuestro caso, este proceso buscaba fortalecer competencias genéricas seleccionadas para los adultos mayores.
No se trataba de obtener un título o un premio —aunque no estén descartados—, sino de desarrollar diez competencias de adultos mayores.
Si esta conversación fuera sincrónica, preguntaría cuál era el propósito de invitarlos a desarrollar esas competencias. ¿Lo recuerdan? Necesitamos esas competencias para desenvolvernos con autonomía, bienestar y propósito en la vida cotidiana. Hablamos de una educación orientada a la autonomía: decidir qué aprender y cómo hacerlo.
Aclaremos que no nos referimos a una autonomía “guerrillera” ni aislada, sino a una autonomía compartida: vivida con quienes nos rodean, organizada de manera que permita recibir y ofrecer apoyos, cooperar con quienes nos cuidan y con quienes cuidamos, y seguir contribuyendo al entorno.
¿Se puede aprender en la tercera y cuarta edad?
Es posible que algunos lectores hayan reaccionado con reserva ante la idea de desarrollar competencias a su edad. “Ya no quiero aprender más”, me decía una amiga. Esta visión negativa no solo aparece entre adultos mayores; también proviene de interpretaciones tradicionales de teorías del desarrollo que establecieron límites rígidos sobre qué puede aprenderse según la edad.
Quienes conocen a Piaget y Vygotsky saben que, aunque ambos se concentraron en el desarrollo infantil, no abordaron con igual profundidad las posibilidades de aprendizaje en la tercera y cuarta edad. Ese vacío no niega la capacidad de aprender, pero sí ha generado cierto desinterés académico.
Los psicólogos educativos, en cambio, han buscado principios que expliquen cómo el aprendizaje no caduca y cuales son los estilos propios de los adultos mayores. No existe una fecha de vencimiento para quien tiene más años o más canas. Mientras haya intención y curiosidad, siempre hay una oportunidad para crecer.
Aprendizaje como ciclo interminable
Quisiera que miren la infografía que durante años he usado para explicar que aprender no es una línea recta, sino un ciclo que siempre vuelve a empezar.

En este ciclo, la persona adulta mayor es protagonista: la agente y arquitecta de su desarrollo, aunque necesite apoyo para algunas tareas.
La infografía presenta un ciclo continuo de desarrollo de competencias, valores y saberes que cada persona decide integrar a su vida. Aunque el proceso no tiene un final definitivo, sí se completa en cada vuelta cuando la persona actúa con intención, reflexiona sobre lo vivido y ajusta su modo de participar en el mundo. Este ciclo reconoce que desarrollar competencias no es un acto individualista, sino una forma de fortalecer la autonomía personal para convivir mejor, organizar de manera saludable los apoyos necesarios y seguir aportando a la comunidad.
El proceso se inicia con la Intencionalidad. La intención orienta el camino y da sentido a los esfuerzos posteriores. Cuando participa un coach o tutor, es esencial que esa intencionalidad sea compartida. No se trata de que el tutor acompañe “porque es su trabajo” o “por hacer una buena obra”, sino porque ambas partes buscan los mismos resultados.
A partir de esa intención, la persona entra en la fase de experiencias y estrategias de aprendizaje: actividades, prácticas, momentos reflexivos, interacciones y decisiones que ponen en marcha las competencias que desea desarrollar. El foco está en la acción significativa, vinculada con la vida real y con las relaciones cotidianas. La naturaleza de estas experiencias dependerá de la aproximación al aprendizaje que cada quien haya adoptado. En nuestro caso, pondremos ejemplos basados en Jack Mezirow, pero existen otras opciones.
Luego de la participación o exposición a las estrategias surge la fase de evaluación y metacognición, donde la persona observa sus avances, identifica dificultades y comprende cómo está aprendiendo. Esta reflexión permite ajustar decisiones y fortalecer la confianza personal. Es tomar conciencia de lo que hemos aprendido y desarrollado y de lo que nos falta.
El proceso se expande entonces hacia nuevas interacciones y estrategias, enriquecidas por la experiencia previa y a partir de lo que arroja la evaluación y los juicios metacognitivos de lo que estamos aprendiendo. En cada ciclo, la persona integra acciones más coherentes con sus metas, su bienestar y su entorno social.
Es importante destacar que todo este proceso reconoce las diferencias individuales: historia personal, ritmo, preferencias, condiciones físicas, emocionales y sociales. Respetar esta diversidad hace que el desarrollo de competencias sea realmente significativo y ético.
Por eso trabajamos desde las aproximaciones al aprendizaje adulto, en especial el autoaprendizaje y las ideas de Mezirow sobre el aprendizaje transformador. Nos interesa cómo un adulto mayor puede mirar su experiencia, cuestionar supuestos y transformar su manera de vivir, con el propósito ya mencionado de aumentar autonomía, bienestar y propósito.
Al mismo tiempo, la Zona de Desarrollo Próximo de Vygotsky sigue siendo relevante: es la distancia entre lo que podemos hacer solos y lo que logramos con apoyo. Aun en la adultez, un tutor, un coach o un acompañante pueden fortalecer nuestra autonomía, no debilitarla.
Estrategias del Aprendizaje Transformador según Mezirow
El modelo de Mezirow describe cómo las personas cambian de manera profunda la forma en que interpretan su realidad. No se trata solo de aprender algo nuevo, sino de transformar los marcos de referencia que organizan cómo pensamos, sentimos y actuamos. El proceso avanza por momentos interrelacionados, no siempre lineales.

Veamos esos momentos del aprendizaje o desarrollo de competencias que conforman los momentos.
Lo primero es el dilema desorientador (algunos lo califican de “desconcertante”). Ese es el punto de partida. Experimentamos un acontecimiento o situación que rompe la manera usual de entender el mundo. Es “desorientador” porque muestra que las viejas respuestas ya no funcionan: puede ser una pérdida de equilibrio, un diagnóstico, dejar de manejar (recuerden que renuevan la licencia por dos años solamente), un cambio en relaciones o roles, algunos síntomas que inquietan.
Este impacto abre la posibilidad del cambio. Y en realidad es posible identificar (pueden ir avanzando en eso) esos dilemas como motivadores del desarrollo de cada una de las competencias que identificamos en el artículo anterior. Espero que sepan donde buscar las 10 competencias.
Luego pasamos al autoexamen y evaluación crítica. La persona reflexiona sobre sí misma y examina sus supuestos: ¿por qué me afecta esto? ¿qué creencias estoy usando? Aquí aparece la dimensión emocional del proceso. Mezirow enfatiza la evaluación crítica de los supuestos internalizados, es decir, revisar ideas que hemos dado por válidas sin cuestionarlas.
En este momento, el intercambio con otros y la comparación de experiencias ayudan a ver alternativas.
Una vez realizado el examen crítico, elemento clave para encontrar el camino del aprendizaje nos enfrentamos con la construcción de nuevas competencias y autoconfianza. Al comprender mejor la situación y sus causas, la persona empieza a desarrollar competencias necesarias para actuar de maneras distintas.
Este momento implica recuperar la confianza en la capacidad propia para adaptarse, tomar decisiones y manejar el cambio. Aquí encajan perfectamente las 10 competencias que hemos definido para la tercera y la cuarta edad.
Nos toca entonces, la exploración de opciones y planificación de acciones. Una vez que emergen nuevas formas de interpretar la situación, la persona evalúa diferentes modos de actuar. Es un momento práctico: explorar alternativas, decidir caminos, y planificar los pasos concretos para cambiar hábitos, roles o rutinas.
Estamos listos para la implementación y reintegración. Es hora de recordar la primera infografía. Hemos aplicado las estrategias y ahora nos hace falta evaluar lo logrado para sentirnos satisfechos de lo alcanzado y capaces de identificar lo que nos falta. Ponemos en práctica las acciones que hemos decidido: asumimos nuevos roles, adoptamos nuevas conductas, hacemos ajustes. Evaluamos los resultados y nos reintegramos en la vida cotidiana desde un nuevo marco de referencia.
O, puede ser, volvemos a situarnos en nuestras intenciones y trabajamos de nuevo los momentos propuestos por Mezirow que los hemos asimilado como la estrategia preferida. Le damos sostenibilidad a lo logrado, y aparece el aprendizaje transformador propiamente dicho: la vida se reorganiza con un sentido renovado.
En resumen, el modelo de Mezirow muestra cómo un dilema desorientador inicia un proceso de reflexión crítica y reconstrucción personal que conduce al desarrollo de nuevas o fortalecidas competencias y a la adopción de roles más adecuados para la nueva etapa de vida. A continuación, nos iniciamos en la auto aplicación del modelo a una competencia específica (no hay páginas para más).
Autocuidado integral (competencia #1)
Para iniciar, invito a todos a realizar un ejercicio personal sobre el autocuidado integral, nuestra primera competencia. Consiste en atender la propia salud física, mental, emocional y social de manera consciente y sostenible.
Piensa en un dilema desorientador relacionado con tu autocuidado —algo que te haya inquietado o hecho replantear un hábito o una rutina— y reflexiona sobre él a la luz de lo conversado. ¿Cuál ha sido lo más desorientador que has vivido este año? ¿Qué has aprendido?
En un próximo artículo profundizaremos en esta competencia. Sus aportes y experiencias serán bienvenidos, pues enriquecen la conversación. Mientras tanto, además de trabajar el autocuidado, intenta identificar cuál de tus competencias personales pide ahora tu atención (recuerda la evaluación sugerida en el artículo anterior). Detecta los dilemas desorientadores que te invitan a seguir fortaleciéndolas, algo que —como me señaló un lector— “también nos sirve a los más jóvenes”.
No se trata de transformar la vida entera, sino de dar un paso decidido hacia un mayor bienestar. Seguiremos este camino juntos. Si decides compartir tu experiencia, serás bien recibido; si prefieres reservarla, también vale. Lo esencial es que iniciemos cada uno nuestro propio ciclo de cuidado y desarrollo o fortalecimiento de nuestras competencias.






Querido Miguel. Como sabes, me he pasado dos terceras partes de mi vida, enseñando. Con frecuencia, me he preguntado, “alguien me enseñó a enseñar?”. Y concluyo que si, pero luego de dar muchas vueltas en mi cabeza.
Pero, una pregunta más difícil, es , “alguien me enseñó a evaluar?. A mi mismo, y a otros. Y esa respuesta, la desconozco.
Traigo esto a colación, por los dos siguientes párrafos de tu brillante artículo, que son los que han concitado más, mi atención.
“Luego pasamos al autoexamen y evaluación crítica. La persona reflexiona sobre sí misma y examina sus supuestos: ¿por qué me afecta esto? ¿qué creencias estoy usando? Aquí aparece la dimensión emocional del proceso. Mezirow enfatiza la evaluación crítica de los supuestos internalizados, es decir, revisar ideas que hemos dado por válidas sin cuestionarlas.
En este momento, el intercambio con otros y la comparación de experiencias ayudan a ver alternativas”.
Me tocó el honor de introducir en el país, las evaluaciones de los programas de postgrado médico que he fundado en CEDIMAT ,( 17 en total ) la evaluación por terceros internacionales, ( en este caso, los mismos organismos que hacen similares evaluaciones en USA ). No tienes idea, del enorme caudal de críticas, de que he sido objeto, por esto.
Y de ahí, es que pienso, que la Autoevaluación, es tal vez, la parte más difícil del aprendizaje, y por supuesto de la enseñanza.
Gracias por otra joya!.
Motivado por el tema y consciente de la importancia de aprender haciendo, comparto algo personal, soy testigo al observar a mi mamá, que sus competencias y habilidades son fruto de la era analógica, cómo la necesidad de comunicarse con sus hijos constituía un reto y en estos momentos las bondades de la telefonía digital y las redes sociales las domina con excelencia, hasta indaga sobre la inteligencia artificial y sus beneficios, comparte con otras personas interesadas por el bordado y la costura oficio que por muchos años fué profesora , eso la motiva y nos refiere lo importante y útil que ha sido en sus momentos de descanso en la casa. En la vida académica cuánto se aprende diariamente en el arte de enseñar, a una generación nueva que lo necesita. Felicitarte nuevamente Miguel por tus reflexiones.
Addendum:
Las críticas se basan, en una supuesta “extranjerización” de la enseñanza, que se convierte, en una “confesión de deficiencia de capacidad”, para evaluar adecuadamente.
Por supuesto, si les preguntada a los críticos, “cuál es el nivel de calidad de tu programa de postgrado”, no vacilarán en responderte, bien raudos, “excelente”. He escuchado a algunos, llegar a decir, “mi programa está entre los mejores del mundo”. Nadie les pregunta nunca, cuál es la fuente de dicha aseveración.
De hacerlo, responderían , “Autoevaluación”. Y de nuevo, expresiones ridículas, como esta, es que me han movido, en los últimos años, a priorizar , la autoevaluación, y la evaluación por terceros confiables, como uno de los pilares del templo de la academia.
Mi estimado amigo, en éste y el pasado artículo me has conectado de nuevo con mi realidad. A pesar de mi profesión, que exige mantenerme al día en todo lo que es tecnología y creyéndome el Bill Gates dominicano, al tener mis dos primeros nietos recientemente me he dado cuenta de lo mucho que me falta aprender.
Luego de 32 años (edad de mi último hijo) fuera de la práctica de cuidar recien nacidos, choqué con el cambio drástico de la forma en que ahora se cuidan estos seres.
Desde monitores de temperatura, pulso, oxígeno, colocados en las medias, cunas que se mueven solas y aceleran de acuerdo a la posición de la criatura, artefactos que te preparan las fórmulas de leche y controlan su temperatura, juguetes blancos y negros (ya que ellos hasta ciertos meses no distinguen los colores), sonido blanco al dormir (White Noise), humidificador, estirilizador, aplicaciones en el celular que te recuerdan cuando amamantar o darle la leche, en las que también anotas cuando la criatura hace pipí o caca (con todo y entrarle datos con su color, forma y aspecto), coches que parecen "transformers" y los etceteras son interminables.
Todo me hizo sentirme como si estuviera en un planeta diferente. Ciertamente un auténtico neófito en esa materia que me hizo ponerme las pilas.
Muy interesante tu artículo, Miguel. Me hizo reflexionar y quise compartir mi experiencia para que otros no se desanimen como en ocasiones nos pasa a mi esposa y a mí, cuando notamos cuánto olvidamos de lo que estudiamos. A veces le echamos la culpa al almanaque… ya que andamos por los sesentas bien sazonados.
Pensamos que con la edad aprendemos menos, pero no siempre es así. Cuando éramos jóvenes estudiábamos para pasar exámenes, memorizábamos a presión y luego olvidábamos gran parte. En esta etapa de la vida aprendemos diferente: sin obligación, movidos por el interés o el propósito. Y aunque no recordemos todos los detalles de un curso, la ciencia muestra que eso es normal; retenemos lo que practicamos y lo que realmente conecta con nosotros. La neuroplasticidad sigue activa toda la vida.
En mi caso he aprendido artes marciales, aviación, radioafición, Tai Chi, y me mantengo al día en medicina. En lo espiritual, siempre he disfrutado estudiar temas bíblicos —incluso los controversiales— porque me ayudan a profundizar y fortalecer mi fe con entendimiento.
Mi esposa y yo hemos hablado muchas veces de esa frustración de “no recordarlo todo”. Pero hemos aprendido a no desanimarnos: no todo nos interesa igual, no todo lo necesitamos, y aun así cada aprendizaje deja una huella. Lo importante es mantenernos activos —física, mental y espiritualmente— y seguir creciendo juntos.
Al final, la clave no es memorizarlo todo.
La clave es seguir aprendiendo, seguir avanzando y mantener viva la curiosidad.
Estimado Jorge:
La autoevaluación es en sí parte el proceso de aprendizaje, personal o instuticional (las organizaciones también aprenden). Los primero intentos son desafíantes, y muchas veces son los "dilemas desorientadores" que motivan los aprendizajes. Si somo ligeros en el proceso autoevaluativo, no pasa nada, y lo "desorientador" viene cuando nos visitan los evaluadores. Pero en educación los dominicanos nos merecemos programas de clase mundial que se pueden lograr con mucho esfuerzo en la mayoría de los casos, pero no nos podemos conformar con un "más o menos". Dudo de las buenas prácticas autoevaluativas que no generen "dilemas desorientadores".
Roberto, te comento que tengo el honor de tener a tu mamá de lectora y que recibo de ella comentarios sobre los artículos. El maestro, que quiere ser bueno, tiene en agenda la incorporación de nuevas formas de abordar las estragias cuando no dan resultado. Que los alumnos no aprendan se debe convertir en un dilema desoientador que requiere un análisis completo de las formas de proceder y de las estrategias. Siempre he querido sentarme con un maestro o maestra de multigrado, pero luego me cuenta que todo maestro es de multigrado (por la diversidad entre los alumnos)
José Danilo: Todo lo que mencionas conforman un dilema desorientador para mi. Gracias a Dios mis nietos más pequeños tienen 12 años, y no tendo que desarrollar competencias ligadas al cuidado de nietos. Eso sí, de los 8 nietos, he tenido que aprender a aceptar las diferencias individuales y los "antojos" especiales que aunque no me tocan financiar, sí me toca ver lo disruptivo que representan algunos de esos deseos. Son originales y bien proactivos.
Jose:
Creo que llegan momentos para sintetizar y concentrarse en los recuerdos principales, incluso con auyudas de Google, de la IA, o de bases de datos a las que puedas acudir. En tu especialidad no creo que sea tan necesario recorda los nombres de los hueso del pié.
En alguna de las competencias que seleccionamos para trabajar (las 10) tiene que caber el hecho de la necesidad de integrar conocimientos, de identificar nuevos conocicmientos y de demostrar la capacidad integradora, aunque no recordemos los detalles. Si no nos cabe tenemos que identificar una décimo primera que lo cubra. Un poco la primera infografía de este artículo es un ejercicio de integración que presento a los estudiantes, que permite insertar las diferentes aproximaciones. Y eso es más importante que enumerar las estrategias de lasa diferentes aproximaciones al aprendizaje, que las podemos identificar desde varias fuentes digitales.
Aun los nuevos saberes que aprendemos se adquieren de manera diferente, y se recuerdan también con un estilo propio/ En última instancia la clave es saber cómo no enumerar de memoria los pasos a seguir.