Por Bernardo Hirán Sánchez Melo, Ph.D.
Recientemente, el Banco Central de la República Dominicana publicó un artículo en el que resalta la estabilidad macroeconómica como fundamento para la innovación y el crecimiento en la economía nacional. Simultáneamente, diversos economistas y articulistas han destacado los resultados favorables que muestran las principales variables macroeconómicas. Sin embargo, permanece una inquietud que atraviesa el debate público: ¿Por qué, si los indicadores macroeconómicos son satisfactorios en 2025, el crecimiento proyectado se sitúa en apenas 2.2%, cuando se esperaba entre 3.8% y 4.3%?
En efecto, el artículo del Banco Central señala que la inflación al mes de octubre de 2025 se ubicaba en 4.23%, dentro del rango meta de 4.0% ± 1.0%. El tipo de cambio exhibió una baja variabilidad promedio interanual de 3.6%, muy por debajo del 11.3% observado en periodos anteriores. Las tasas de interés activa y pasiva también continúan su trayectoria descendente: de promedios de 27.6% y 15.6%, respectivamente, en los años noventa, pasaron a 13.3% y 6.4% en el período 2012–2025.
Por otro lado, el informe sobre Resiliencia Económica y Atracción de Inversiones del mismo Banco Central proyecta para 2025 un cierre de inversión extranjera directa (IED) de alrededor de US$4,800 millones, equivalentes a un crecimiento de 6.2% respecto a 2024. El turismo continúa mostrando fortaleza, con ingresos estimados en unos US$11,200 millones. Las exportaciones también registran avances, con valores cercanos a US$14,900 millones, impulsadas por el oro, agroexportaciones y manufacturas de zonas francas, aun frente al arancel unilateral de 10% impuesto por nuestro principal socio comercial.
En conjunto, para 2025 se proyecta un ingreso total de divisas de aproximadamente US$46,000 millones, superando registros previos y reflejando una economía que mantiene resiliencia. Las remesas —otro pilar fundamental— ascendieron a US$9,878.4 millones entre enero y octubre y se estima superarán los US$11,700 millones al cierre del año, un aumento de 10.8% con relación al mismo período de 2024.
Es pues que, a partir de este panorama, surge la necesidad de responder la interrogante inicial. Mas es necesario definir un marco teórico antes de dar una respuesta a la interrogante. Veamos.
Contrario a los análisis parciales que tratan de explicar el crecimiento económico dominicano, es relevante analizar esta variable desde tres dimensiones fundamentales: 1) Estabilidad macroeconómica, cuyas variables más importantes son: inflación, tasas de interés y tipo de cambio, las cuales son condiciones esenciales para un crecimiento sostenible; 2) La disponibilidad de divisas: un elemento crítico dada la alta dependencia de las importaciones, y cuyas generación las aportan las actividades productivas de exportaciones tradicionales y no tradicionales, minería, zonas francas, remesas, turismo e IED; y 3) la productividad de los factores: entiéndase trabajo y capital, determinantes de la capacidad de producir bienes y servicios para el mercado interno y externo, a lo que se suma el impacto de la inversión pública, por su efecto multiplicador.
Podría añadirse una cuarta dimensión: la distribución del crecimiento entre agentes económicos y la población, aunque esta amerita un examen particular y será objeto de otra entrega.
Pues bien, el comportamiento económico de las últimas dos décadas revela que el crecimiento dominicano está estructuralmente vinculado a las fluctuaciones del tipo de cambio y a la inflación. Esto se debe a que la producción industrial, agropecuaria y de servicios depende considerablemente de insumos importados: maquinarias, equipos, materias primas, fertilizantes, combustibles, entre otros. Asimismo, el consumo interno —que representa alrededor del 79% del PIB— depende directamente de la disponibilidad de divisas.
Dada esta condición, las economías pequeñas y abiertas como la dominicana requieren un análisis integrado de variables externas, precios relativos, comercio internacional, remesas y estabilidad macroeconómica. Para lo cual se estimó un modelo de cointegración para el período 2010–2024, incorporando las variables PIB, tipo de cambio, inflación, importaciones, exportaciones y remesas. Esto con el propósito de mostrar resultados coherentes con la teoría económica, y tratar de dar una explicación lo más acertada posible al tema tratado.
Asi, las remesas tienen el mayor impacto positivo de largo plazo sobre el PIB, la depreciación del tipo de cambio afecta negativamente el PIB, al encarecer los costos productivos en un país altamente importador; mientras la inflación reduce el nivel de equilibrio del PIB, disminuyendo el poder adquisitivo de la población y elevando los costos internos; las importaciones explican la mayor parte de las variaciones anuales del PIB, lo que ratifica la dependencia de insumos productivos externos y del consumo interno.
Estos resultados confirman que el PIB dominicano se sustenta en la disponibilidad de divisas. El turismo, uno de los motores de la economía dominicana, impulsa encadenamientos productivos con otros sectores, como el agropecuario, el inmobiliario, de construcción, inclusive industrial a nivel de la producción de bebidas y alimentos; las remesas sostienen el consumo interno; y las importaciones actúan como insumo clave para la producción.
Es relevante destacar que, no obstante una depreciación cambiaria puede mejorar la competitividad exportadora, tiende a elevar los costos internos por la estructura importadora del país, afectando sectores intensivos en maquinarias, combustibles y alimentos. Además, la deuda externa y el pago de intereses continúan presionando el gasto corriente, sobre todo los pagos de intereses, y la balanza de pagos.
Por fin, y ¿por qué, entonces, un crecimiento de apenas 2.2% en 2025?
A la luz del análisis anterior, la proyección de crecimiento de 2.2% para 2025, y pese a los buenos resultados de variables claves, la economía dominicana responde a un conjunto de factores estructurales y coyunturales que actúan en simultáneo: Así, la desaceleración del consumo interno se explica por el menor crecimiento real del ingreso de la población trabajadora, el encarecimiento de productos importados, el aumento del endeudamiento privado. De modo que, a partir de un consumo que representa casi el 80% del PIB, cualquier desaceleración en este rubro impacta de forma directa el crecimiento. Esto por el lado de la demanda.
En tanto, por el lado de la oferta, el costo elevado de los insumos importados, dada la depreciación cambiaria, aunque moderada, afecta nuestra economía cuyo aparato productivo depende de todo: alimentos, combustibles, fertilizantes, maquinaria industrial, bienes intermedios y de capital. Lo que reduce márgenes empresariales y frena la producción interna.
Por otro lado, el enfriamiento de sectores clave no generadores de divisas, como la construcción, comercio, manufactura local, transporte, agropecuaria tradicional, han mostrado desaceleraciones simultáneas, aun cuando el turismo, las remesas y las zonas francas mantienen dinamismo. Permaneciendo la tan necesaria inversión pública en niveles relativamente bajos respecto al PIB. Esto debido en gran medida a las restricciones fiscales, como los son: la presión del servicio de deuda, aumento del gasto corriente, baja recaudación relativa, limitando, en consecuencia, la capacidad del Estado para dinamizar la economía.
En tanto, si bien es cierto que los impactos externos adversos, como menor crecimiento de Estados Unidos y Europa, los aranceles y las restricciones comerciales, el aumento de precios internacionales del petróleo, los altos costos logísticos globales, y el menor dinamismo del comercio internacional, son, quizás, más significativos, las debilidades estructurales persistentes en la economía y la sociedad dominicana, consistentes en la baja productividad laboral, la alta informalidad laboral, concentración de la inversión en pocos sectores, muchos de los cuales son de escasa productividad, poco eslabonados en la cadena de valor, integración productiva débil, limitada innovación tecnológica y poco estímulo para aplicar procesos, tecnología de punta en la producción industrial y agropecuaria; insuficiente diversificación y poca capacidad exportadora, y dependencia excesiva de importaciones.
Conclusión
A partir de los fundamentos teóricos, la evidencia empírica y el comportamiento reciente de las variables macroeconómicas, puede afirmarse que el crecimiento estimado de 2.2% en 2025 se explica por una combinación de factores estructurales y coyunturales, entre los cuales destacan: la desaceleración del consumo interno, el aumento de los costos de producción por la dependencia de insumos importados, la menor expansión de sectores productivos clave, las restricciones fiscales que limitan la inversión pública, los choques externos adversos, y las debilidades estructurales históricas de la economía dominicana.
En síntesis
Aunque las variables macroeconómicas tradicionales —inflación, estabilidad cambiaria, remesas, turismo, exportaciones e IED— muestran un desempeño notable, no han sido suficientes para compensar la pérdida de dinamismo interno, sobre todo en sectores de alto impacto en empleo, producción y consumo. Esta combinación explica la paradoja de un entorno macroeconómico favorable que coexiste con un crecimiento moderado.
El autor es economista





