Por Santo Salvador Cuevas
En el año 2016, a Juan Tomás, nuestro niño más pequeño, con apenas 2 años, los facultativos de la salud en República Dominicana le detectaron un cáncer en el centro de su ojo izquierdo.
Las recomendaciones médicas eran tajantes e irrefutables:
"Si quieren salvar su hijo deben sacarlo del país".
Pensamos de inmediato en un Centro de Salud infantil radicado en Estados Unidos, y también pensamos en el Hospital Oncológico de la Habana, Cuba.
Llamamos al primero y desde los Estados Unidos nos preguntaron si "por casualidad de la vida, le han dado quimioterapias".
Al decirle que sí nos informaron que nada se podía hacer ya para salvarle el ojo.
Entonces pusimos los cañones hacia la Habana-Cuba.
El caso fue analizado por los médicos cubanos y el personal gerencial del centro médico cuantificó los totales.
Desde Cuba nos llamaron e informaron con todo el argumento y el rigor científico, que no solo se debe priorizar el ojo, sino, y sobre todo, la vida del niño.
Fue así como "tocando puertas" encontramos los recursos, sobre todo del señor Gonzalo Castillo, quien se comprometió a dar seguimiento y nos alertó a no descuidarnos.
Así llegamos a Cuba, la patria de Fidel y El Che.
El caso fue que, al aterrizar por el Aeropuerto Internacional José Martí, en la Habana, nos recordamos de que en Cuba no conocíamos a nadie, lo que, de repente, en nosotros se dibujó un panorama desolador.
El mismo día que llegamos,(Ramona y un servidor) con Juan Tomás al hombro, esa misma tardecita se nos apareció "un ángel" que jamás nos desamparó, que tuvo ahí cada día.
Todo no se limitaba al Oncológico, había que sacarlo también fuera o caminar larga distancia dentro del mismo Oncológico, y allá iba su ángel, el señor Luis Enrique Alpízar Hernández, con Juan Tomás al hombro.
Ubicar los medicamentos en cada farmacia o centro de salud de Cuba, variar los alimentos o llevarlos a comer el mejor y más sabroso helado del mundo, obra de la heroína de la Sierra Maestra, Celia Sánchez, el Helado Copelia, fue una tarea ardua, que le facilitó la vida a Ramona y Juan Tomás.
No me incluyo, porque me tocaba llegar a Cuba y retornar a Santo Domingo con frecuencia, durante los 4 y tantos meses que duró ese proceso.
En fin, al llegar a Cuba, encontramos en Luis Enrique, su esposa Milenny Díaz, y en sus hijos Pedro y Papo, a una familia solidaria en extremo, que hicieron de Ramona y Juan Tomás parte de su familia, algo suyo, a quienes jamás dejaron solos.
Igual se comportó allá en la Habana, un tamayero que estudiaba medicina de reconstrucción (Cirugía Plástica) el doctor Buenaventura Sánchez Figuereo, hijo del difunto Kiki Sánchez y la señora Fanny Figuereo.
Hoy recibimos la noticia que jamás quisimos escuchar.
Por siempre tuvimos el deseo de poder invitar a Santo Domingo a los integrantes de aquella familia cubana, que, sin conocernos, se entregaron, y en medio de tantas limitaciones que genera el bloqueo criminal y cobarde del gobierno estadounidense, ellos compartieron su pan, emanaron su amor infinito y estrecharon sus manos en solidaridad con nosotros.
A la salida de Cuba, el último día en la Habana, en el aeropuerto José Martí, se nos presentó un problema inesperado.
Nosotros cruzamos la valla para dirigirnos a la zona de abordaje hacia el avión.
Juan Tomás, que ya había cruzado, se devolvió corriendo, atravesó la valla por debajo y fue a abrazar a Luis Enrique, quien se inclinó llorando con el niño en los brazos.
Esa escena, Juan Tomás quiso repetirla varias veces, tuvimos que devolvernos, acercarnos a la valla y mantenerlo bajo control.
Entonces, nunca más supimos cuál lloraba más, si nosotros, que retornábamos a Santo Domingo, o Luis Enrique que veía alejarse en lontananza al hijo que de repente se le apareció en el Centro Oncológico de la Habana, donde laboraba, y que se marchaba lentamente.
Hoy nos toca llorar de nuevo.
Los familiares informan del fallecimiento de Luis Enrique Alpízar, el ángel que nos apareció una tarde en el Oncológico de la Habana, y jamás nos desamparó.
Descansa en Paz, Luis.
Yo digo de ti, lo que dice la historia del héroe griego:
"Bajo el cielo azul de la Habana, no hay tumba más gloriosa que la tuya".
Milenny, Pedro y Papo, me toca hablar en nombre de Juan Tomás.
No aflojar, ser grandes como lo fue Luis, la manera de rendirle homenaje es siendo íntegros y desprendidos como él, es amar y desparramar amor como lo hizo él.
Así como impagable es la deuda moral de mi familia con Luis Enrique y los suyos; también se inscribe dentro de lo justo, agradecer de manera infinita al pueblo cubano y al cuerpo médico en el Oncológico que actuaron a tiempo, con pasión y profesionalidad para zafar de la muerte al niño Juan Tomás Cuevas. Gracias a Dios y a los médicos cubanos en el día de hoy, aquí a nuestro lado, Juan Tomás expresa su gratitud a Luis, Milenny, Pedro, Papo, La Cuki, Marleny y el doctor Renó.
Gracias por tanto y por todo, no tenemos con qué pagarle.
Hasta la Victoria Siempre !
Mis amigos ella Mileny compañera de trabajado de mi madre luego mi amiga. De risas cuentos y sufrir por la enfermedad de sus esposo. Pasciencia con las travesuras de los papos. Como les decimos en Cuba a sus hijos q eran muchos papos en su niñez y el excelente ser humano padre y esposo por lo que está demás excelente hijo llegué hoy un abrazo al cielo y a ti mi amiga no existen palabras para tu consuelo