Por Octavio Santos
La calidad del agua en la República Dominicana presenta hoy un panorama de contrastes. En las zonas costeras, los últimos datos de la Autoridad Nacional de Asuntos Marítimos (ANAMAR) reflejan una recuperación significativa después de varios años de retroceso, mientras que en los ríos Ozama, Isabela, Yaque del Norte y Yaque del Sur una investigación reciente del Instituto de Innovación en Biotecnología e Industria (IIBI) alerta sobre la presencia de bacterias resistentes a antibióticos comunes.
El país vive, en consecuencia, una situación dual: playas que comienzan a mostrar resultados positivos gracias a programas de limpieza y control de residuos, frente a ríos que se convierten en reservorios de microorganismos que amenazan la salud pública.
Los registros de ANAMAR entre 2021 y 2024 muestran una evolución marcada por altibajos. En 2021, la mitad de las playas y bahías monitoreadas cumplían con parámetros microbiológicos aceptables, mientras que más del 80 % presentaba buen estado en lo físico y químico. Un año después, en 2022, la situación cambió drásticamente: apenas un 10 % de las muestras calificó como buena en cualquiera de los tres indicadores.
Ese desplome se asoció con descargas urbanas e industriales sin tratamiento adecuado, lluvias intensas que arrastraron sedimentos y deficiencias en la fiscalización de vertidos. El 2023 marcó una recuperación parcial: el 75 % de las mediciones químicas resultaron positivas, aunque lo físico y lo microbiológico solo alcanzaron un 25 %.
El año 2024 representó un punto de inflexión. Los análisis reflejaron que el 100 % de las muestras fueron favorables en microbiológico y químico, lo que indica un descenso de bacterias patógenas y un control más estricto de contaminantes. En cambio, lo físico apenas llegó al 50 %, lo que evidencia que la turbidez y los sólidos en suspensión continúan siendo un desafío.
Los resultados por zonas
El detalle por localidades revela la magnitud de los avances y las áreas aún pendientes. Playa Dorada y Sosúa, en Puerto Plata, registraron calificaciones plenas en los tres parámetros evaluados: microbiológico, físico y químico. En estas playas, de alta afluencia turística, los resultados respaldan la imagen de destinos seguros para el baño y las actividades recreativas.
En Monte Cristi, en cambio, la calidad microbiológica y química se mantiene dentro de los estándares, pero el parámetro físico solo alcanzó la categoría de aceptable. El mismo comportamiento se repitió en el Club Náutico de Monte Cristi y en la Playa El Morro. Allí, la sedimentación, los sólidos suspendidos y la turbidez siguen afectando el desempeño de las aguas.
Acciones que explican la mejora
El repunte observado en 2024 coincide con la ejecución de varias políticas públicas y proyectos de saneamiento. Entre ellas figura el Plan Nacional de Acción para la Gestión de Residuos Marinos, lanzado en 2023 con la meta de eliminar progresivamente los plásticos que llegan a las costas y mares para el año 2032.
En septiembre de 2024 se desarrolló una Jornada Nacional de Limpieza de Playas, Costas y Riberas, que intervino 76 playas y 80 riberas de ríos, retirando toneladas de desechos sólidos. Estas iniciativas redujeron la presencia de plásticos y foam en espacios costeros de alta presión turística.
El Ministerio de Medio Ambiente y el INAPA realizaron talleres de capacitación en ayuntamientos costeros para optimizar la gestión de aguas residuales. Esta medida se enmarca en el Programa de Saneamiento Universal y busca mejorar la recolección, tratamiento y disposición de aguas servidas en polos turísticos y comunidades litorales.
Con apoyo de la Agencia de Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID), se ejecuta un programa de reducción de residuos sólidos en municipios de la costa norte. El proyecto promueve buenas prácticas de manejo de desechos conforme a la Ley de Saneamiento de 2020 y fomenta la economía circular.
El Fondo de Agua Yaque del Norte introdujo la construcción de humedales artificiales que procesan cerca de 250 mil metros cúbicos de aguas residuales al año, reduciendo hasta un 90 % de los contaminantes orgánicos. Esta medida ha beneficiado las cuencas que desembocan en la costa norte, donde se reportaron mejoras en el indicador químico.
A esto se suman nuevas normativas ambientales aprobadas en 2024, que refuerzan el control sobre residuos sólidos, sustancias químicas peligrosas y descargas al subsuelo. Estas regulaciones buscan cerrar vacíos en el marco legal y mejorar la protección de cuerpos de agua costeros y continentales.
El nuevo problema en los ríos
Mientras las costas comienzan a mostrar resultados alentadores, un estudio del IIBI en conjunto con las universidades INTEC, ISFODOSU e ISA reveló un problema de magnitud en las aguas dulces del país. Los análisis, basados en secuenciación de genoma completo y metagenómica, confirmaron la presencia de bacterias resistentes a antibióticos en los ríos Ozama, Isabela, Yaque del Norte y Yaque del Sur.
Los investigadores detectaron Escherichia coli, Klebsiella, Pseudomonas y Acinetobacter, organismos señalados por la Organización Mundial de la Salud (OMS) como prioritarios debido a su capacidad de generar resistencia a múltiples medicamentos. El hallazgo más delicado se registró en el Yaque del Sur, donde se encontró ADN de Vibrio cholerae (cólera) y Salmonella (gastroenteritis) en los sedimentos.
La distribución de los resultados refleja la presión de actividades humanas en las cuencas. En el Ozama e Isabela, ubicados en áreas densamente pobladas, las bacterias resistentes se relacionan con descargas domésticas e industriales sin tratamiento. En el Yaque del Norte, los análisis muestran un aumento de bacterias intestinales desde las nacientes hasta las zonas agrícolas y urbanas, lo que evidencia el impacto de los fertilizantes, desechos y aguas residuales.
El estudio advierte que, al estar presentes en el ambiente, estas bacterias pueden llegar al agua potable, a los alimentos o a las personas que utilizan los ríos para bañarse o trabajar. Esto representa un riesgo adicional porque complica los tratamientos médicos de infecciones intestinales, urinarias, respiratorias y cutáneas.
Dos caras de un mismo panorama
La República Dominicana se enfrenta así a dos escenarios complementarios. Por un lado, los logros en las costas muestran que las políticas públicas pueden traducirse en mejoras medibles en poco tiempo. Las playas más visitadas del Atlántico presentan hoy un nivel de calidad del agua que respalda la actividad turística y refuerza la confianza de visitantes y residentes.
Los ríos señalan una amenaza silenciosa. La resistencia bacteriana, alimentada por descargas sin control y por la falta de tratamiento de aguas residuales, abre un frente sanitario que podría comprometer los avances costeros. La advertencia es clara: la calidad del agua no puede medirse únicamente en términos turísticos, sino también en función de la salud pública y la seguridad de los ecosistemas fluviales.