Rafael Aquiles Rivera Andújar
El pasado 28 de julio 2025, el secretario de Estado de los Estados Unidos de América Marco Rubio sorprendió al mundo, diciendo que el presidente de Venezuela, Nicolás Maduro Moros, no era un presidente legítimo, que es el líder de la organización narcoterrorista Cartel de los Soles, y es responsable del tráfico de drogas hacia Estados Unidos y Europa.
Estas ráfagas de epítetos degradantes en contra del presidente venezolano, las pronuncia apenas a días de terminar un proceso de negociación sobre un canje de “prisioneros” por 252 migrantes venezolanos que fueron ilegalmente secuestrados en la gran nación del norte, acusados de pertenecer al cartel de Aragua, sin pruebas ni fundamentos jurídicos y enviados a un centro penitenciario de El Salvador, junto a delincuentes de todos los calibres, sin el más mínimo respeto al debido proceso.
Junto a estas personas fueron apresados ocho niños menores de 9 años que habían sido arrebatados de los brazos de sus padres y puestos en manos de particulares, por 10 imputados norteamericanos, que habían sido arrestados y condenados por estar vinculados a actos terroristas en suelo venezolano.
Todo estaba definido. Unos días después, es decir, el 28 de julio, los departamentos de Justicia y de Estado en la representación de la fiscal general Pamela Bomdi, anunciaron que el gobierno de Estados Unidos duplicaba la recompensa —hasta 50 millones de dólares— por información que condujera a la detención o captura de Maduro. Acusándolo de ser uno de los principales narcotraficantes del mundo, y de colaborar con organizaciones delictivas como el Tren de Aragua, venezolano o el Cártel de Sinaloa, para introducir drogas a Estados Unidos.
Viniendo estas acusaciones de los Estados Unidos, y conociendo sus historias pasadas y recientes, este hecho constituye una "DECLARACIÓN DE GUERRA AL ESTADO VENEZOLANO".
Lo sorprendente de esta ofensiva imperial es el momento en que se hizo. Venezuela es uno de los países de América Latina con los niveles de paz y tranquilidad más elevados, y un crecimiento significativo de su economía.
Además, de esto la oposición luce más desgatada que nunca. Ante esta afrenta, el bravo pueblo de Venezuela se ha pronunciado y movilizado a todos los niveles.
La Asamblea Nacional, a través de su presidente Jorge Rodríguez, las Fuerzas Armadas, en voz de su ministro Vladimir Padrino López, los organismos judiciales y el pueblo en las calles, dando respaldo a su presidente Nicolás Maduro Moros.
Hay que subrayar que la constitución venezolana es la más democrática de América Latina y del mundo.
Venezuela es el país con mayor nivel de organización y de participación de los diferentes sectores sociales, políticos y productivos.
En el orden internacional, aunque algunos países se han pronunciado en contra de esta desfachatez de Estados Unidos, como ha sido el caso de Gustavo Petro, presidente de Colombia; Xiomara Castro, presidenta de Honduras, Daniel Ortega, de Nicaragua y Miguel Díaz Canel de Cuba, esta condena no ha sido con la contundencia que requiere la dimensión de tal amenaza.
La postura de la presidenta de México Claudia Sheinbaum es muy tímida y la posición del presidente Lula de Brasil no se conoce. Ellos dos son los que representan a los estados más poderosos que dirige la izquierda en América.
Esta amenaza se produce en momentos en que la gestión del presidente Trump ha iniciado una guerra arancelaria en contra del mundo, pero, sobre todo, contra el presidente de Brasil, Luis Ignacio Lula Da Silva; el presidente de Colombia, Gustavo Petro y la presidenta de México, Claudia Sheinbaum Pardo.
Esta es una brillante coyuntura para que Lula y Sheinbaum, encabecen una gran alianza progresista y antimperialista en América, que les echen agua a los planes neocoloniales de la élite del Estado Profundo y el eje anglo sionista.
Como bien dijo Gustavo Petro: “una agresión militar en contra de Venezuela, es también contra nosotros y toda América”.
El imperio termina de admitir su derrota militar en Ucrania y con ello todo el orden hegemónico que representa.
Ante esta humillación de parte de Rusia, que a nadie le quepa dudas: el Imperio Norteamericano no se quedará con esa. Donde puedan dar un golpe de efecto, lo hará.
Nadie en su sano juicio cree en la acusación de narcoterrorista y de dictadura que le imputan a Maduro.
Lo hacen, porque amparados en estas absurdas acusaciones creen que al derrocar el régimen podrían controlar las grandes riquezas petrolera, gasífera, minera y acuífera de Venezuela. También por las razones geopolíticas que representa esta nación.
Hay que subrayar que los mismos que en 2019 reconocieron al señor Juan Guaidó como presidente de Venezuela, sin que un solo ciudadano votara por él, son los que están desconociendo a un presidente que su pueblo eligió en unas elecciones libres y soberanas.
Hay que tener claro que el orden unipolar que representa Estados Unidos de América se encuentra en caída libre. Necesita de manera desesperada fortalecerse en la región. Por ello, quieren a Álvaro Uribe en Colombia. Petro lo ha entendido muy bien. Quieren a Bolsonaro en Brasil, y Lula debe saberlo, así en México no quieren a Sheinbaum. Mucho menos a Maduro en Venezuela, Daniel Ortega en Nicaragua, a Xiomara Castro en Honduras y a Daniel Díaz Canel en Cuba.
Por otro lado, se requiere que Rusia y China inclinen sus miradas con más fuerzas hacia esta parte del mundo.
De la misma manera que EE. UU. coloca misiles de corto y mediano alcance en Filipinas, en Australia y otros litorales para enfrentar a China y a Rusia, así mismo, China y Rusia, deben armar a Venezuela y a sus aliados en la región.