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domingo, agosto 24, 2025
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Jacobo por dentro y por fuera Segunda parte

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Por Rafael Céspedes Morillo

A raíz de la salida de Jacobo Majluta de la Presidencia de la República, su aprobación estaba en el orden del 76%. En solo 43 días, había demostrado que se puede gobernar positivamente sin muchos alardes, y su excelente gestión evidenció que aquí hay material y capacidad para hacer lo correcto, si ese es el verdadero deseo.

Recuerdo ver al doctor Norman de Castro llenar los hospitales de medicamentos; a Andrés Vanderhost, ordenado por Jacobo, mover los hilos para que bajaran los precios de los plátanos, los huevos y otros rubros. 

Recuerdo a varios pequeños y medianos comerciantes alegres, porque Jacobo había decidido que, a los que el gobierno les debía 100 millones, se les podía hacer un abono, pero a los que se les debía poco, había que pagarles todo. Su opinión —que resultó cierta— era: “Si le debemos cinco millones a Fulano, ese Fulano debe tres millones de esos, pero al que él le debe tres millones, debe uno, y ese debe a otros; de modo que así el dinero circula entre muchos, no se queda en una sola bóveda”.

¿Quién no recuerda esos benditos 43 días? Esa aprobación referida provocó que algunos intentáramos aprovecharla para formar grupos de apoyo al que más adelante entendíamos sería candidato presidencial por el PRD. Uno de esos fui yo; otro fue Andrés Vanderhost, quien anunció que estaba formando una “ESTRUCTURA” política a favor de Jacobo Majluta. Andrés es un trabajólogo: no sabe, o no sabía, parar. Es difícil —lo confieso— seguirle el ritmo, como se dice. Eso, junto a sus grandes relaciones con los medios, le dio un empuje extraordinario, al extremo de que Jacobo llamó a algunos de nosotros y nos propuso que, ya que Andrés estaba muy adelantado, él prefería que nos uniéramos y así concentrar las fuerzas en una sola dirección. Los otros no lo hicieron, pero yo sí me uní a él.

Recuerdo que una noche, Sonia Estrella —quien era parte de mi equipo— y yo fuimos a un restaurante en la Máximo Gómez y nos reunimos con Andrés. A partir de ahí, fuimos incluidos entre los miembros del equipo gestor de la “ESTRUCTURA” en formación. Los primeros días fueron de conocer y conocernos; la integración fue rápida, y en pocos días ya yo era algo así como el secretario general no oficial, ya que me encargaba de casi todo. 

Señalo la “ESTRUCTURA” en mayúscula porque, en su momento, se designó una comisión para buscarle nombre al proyecto. Cuando se procedió al análisis, se decidió que ya los medios y el pueblo le habían puesto nombre: se llamaría “ESTRUCTURA POLÍTICA”. De ahí vino el nombre del que más adelante sería el partido que hizo historia al obtener más de 100 mil votos en solo un año de haberse constituido legalmente.

Las relaciones entre Andrés y yo siempre fueron muy buenas. Nos entendíamos, y él sabía que yo era fiel a él y al que era, en la práctica, el verdadero líder del partido, que obviamente era Jacobo. Pero, al Salvador Jorge Blanco entregarle el poder a Balaguer —porque eso fue lo que ocurrió, a pesar de las luchas que libramos—, en especial debo destacar la postura honorable, corajuda y patriótica de un pequeño de estatura con un corazón y un valor gigantes: me refiero a Tomás Hernández Alberto, quien descubrió una trama de uno de los miembros de la llamada “Comisión de Notables” (que en verdad se hicieron notar haciendo lo que le convenía a un sector y no al país). Tomás encaró al entonces cardenal Nicolás de Jesús López Rodríguez, y no hubo trompadas y más por la intervención de otros.

Jacobo fue firme en el apoyo a Tomás y a todos nosotros. Pocos saben que, en la situación que había en el país, cualquier cosa podía pasar. Y no faltó una experiencia que personalmente viví en la casa de Jacobo. Llegó un vehículo en el que venían dos generales de entonces. Pidieron hablar con Jacobo, y así sucedió. Se apartaron un poco en la casa —donde solo estábamos dos personas más— y esos generales le dijeron a Jacobo, más o menos lo siguiente:

—Señor, vinimos a decirle que disponga usted qué hacemos y eso haremos. Tenemos la fuerza para resolver esta situación.

Jacobo encendió un cigarrillo, se paró —cosa que los visitantes hicieron de inmediato—, y fue entonces cuando dijo una frase que no he podido olvidar jamás. Dijo:

—Jamás apoyaré algo que signifique el derramamiento de una gota de sangre de los dominicanos por yo ser presidente.

Rafael Céspedes Morillo
Rafael Céspedes Morillo
Rafael Céspedes

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