Por Rafael Céspedes Morillo
Tal vez no se ha notado que el presidente de la República visita a Danilo Medina, como expresidente, y lo hace en las oficinas de su partido, el PLD. Partido que es el único que tiene dirigentes y relacionados presos, acusados e involucrados en actos de corrupción de grandes magnitudes, incluidos algunos hermanos del expresidente Danilo Medina.
Pero sucede que el presidente Abinader también visita al expresidente Leonel Fernández, solo que no lo hace en su partido, La Fuerza del Pueblo —que también tiene oficina—, sino que lo visitó en sus oficinas privadas (Funglode). ¿Cuál sería la razón o razones de esta diferencia? Asumiendo que los políticos casi nunca hacen las cosas sin antes tomar en cuenta factores que sirvan para decir cosas, responder inquietudes, reforzar algún plan o proyecto, entre otras intenciones.
Algo más que también me llama la atención es que no se ha escuchado que haya en agenda una visita del presidente Abinader a la casa del expresidente Hipólito Mejía, a quien perfectamente puede visitar en su casa —donde ha ido miles de veces— o también en la oficina del comando de campaña de Carolina Mejía, donde Hipólito tiene un despacho, pero también puede ser en el partido a que ambos pertenecen. Conociendo un poco a Hipólito, su casa sería, sin duda, su elección, si le correspondiera a él decidirlo, porque sabemos que Hipólito es un poco juguetón, le gusta usar los resortes con picardía, y él sabe que una visita de Abinader a su oficina política —es decir, la de su hija— sería usada a modo de propaganda a favor de esa candidatura. Cosa que, estoy seguro, Abinader no haría jamás.
En otro orden, esas visitas siempre producen especulaciones, al margen de que a veces se mandan a decir cosas con solo hacerlas. En otras, se deja al morbo y a los “analistas” que especulen o “analicen” sobre los temas tratados, más allá de lo anunciado formalmente por las partes.
Pero el imaginario es muy amplio. Uno se pudiera imaginar un diálogo más o menos así:
—¡Buenos días, Danilo! Gracias por recibirme.
—Gracias a usted, señor presidente, por visitarme. Venga, siéntese.
—No, primero la foto para la prensa, y así podemos hablar. Póngase de este lado, le dice Héctor
—Bien, ahora sí, hablemos. Se supone que debemos tratar el tema haitiano.
—No estaría de más tocarlo, pero ambos sabemos que no tenemos salida. Los empresarios no aceptan que se les regule, y los benditos gringos quieren que apoyemos a ese país. A ellos no les importa para nada lo que suceda aquí con esa situación.
—Bueno, pero tenemos total coincidencia. Recuérdate, Luis, que yo estuve ahí donde tú estás, y sé por experiencia propia que no es nada fácil. Desde afuera se ve diferente, pero yo sí que te entiendo.
—Gracias, Danilo. ¿Qué te parece si declaramos que nuestra reunión solo tocó ese tema y que acordamos seguir reuniéndonos en la medida en que el país lo demande?
—A mí me parece muy bien. Y creo que debes hacer lo mismo con el otro.
—¿Cuál?
—Leonel. Porque a Hipólito tú sabes cómo se maneja. Pero Leonel es diferente. Leonel va a querer sacarle provecho político a tu visita, y debes cuidarte de eso. Para comenzar, te va a proponer que la reunión sea en Funglode, no en su partido. Porque así lo ven como algo unipersonal, que no es mi caso. Como estoy imposibilitado para postularme a la presidencia de la República, me conviene más que tú hayas venido al partido: le damos carácter institucional.
Y agrega:
—De todos modos, hay dos temas que yo creo que debemos abordar.
—¿Sí? ¿Cuáles son?
—Uno es: ¿hasta dónde seguirán perjudicando a mi familia, que es inocente de todas, todas? Y el otro: ¿qué vamos a hacer con nosotros, políticamente hablando? Me refiero a Leonel, a ti y a mí.
—Hablemos de eso. Estoy de acuerdo contigo. Hablemos de eso ¿qué te parece si trazamos una posibilidad como…