Por Emiliano Reyes Espejo
El considerado “Padre del Rock Dominicano, Luis -Terror- Días Portorreal, anheló en su fructífera vida artística, el deseo de instalar una academia de música en el barrio de Capotillo ¿Quién recogerá ese legado? ¿El Ministerio de Cultura? ¿Sus entrañables amigos y fans? ¿Sus familiares?
El cantautor, antropólogo y folclorista Días Portorreal fue, asimismo, el “creador de las fusiones del rock y el merengue: Merenrock y la bachata electrónica: Tecnoamargue”, nuevos géneros que en la actualidad son considerados como invaluables aportes al acervo musical del país. En su momento las creaciones artísticas de El Terror, como se le reconoció, tuvieron inapreciables impactos en el espíritu, el entretenimiento y la cultura del pueblo dominicano.
Fue este pasado día 21 de junio de este año cuando se realizó el traslado al Cementerio Puerta del Cielo de los restos mortales del extinto artista, en una venerable ceremonia que se llevó a cabo el día en que éste cumpliría 73 años. El acto fue organizado por su familia, la Funeraria Blandino, Radio Bizarro y el propio cementerio, señalan las crónicas de los medios escritos y digitales.
Sus cenizas están en su nueva morada de la Puerta del Cielo, a donde fueron llevadas por su hija Mari Días, colegas y amigos del artista, como José Duluc, Luis Méndez Peña e Irka Mateo, quienes entonaron diferentes piezas en su honor. Allí Luis Días no estará solo, lo acompañan, tanto “en el columbario donado por el cementerio” como en el cielo infinito, por otras memorables personalidades ya fallecidas, como Freddy Beras Goico, Yaqui Núñez del Risco, Carlos Piantini, Ruby Pérez, Socorro Castellanos, Antonio Imbert Barreras, entre otros.
Días Portorreal nació un 8 de diciembre de 1952 y falleció el 8 de diciembre de 2009. Fue creador del grupo musical Transporte Urbano y creó álbumes para Vickiana, Las sesiones del 1985 y El Accidente. Su línea musical está marcada por el género Pop, aunque también hizo merengues, mangulina y otras variedades musicales.
Homenaje póstumo
Mientras leía emocionado las crónicas sobre el homenaje póstumo a este portento musical, vinieron a mi memoria gratos recuerdos vividos, experiencias imborrables que se amontonan en el quehacer del oficio, una entrevista inédita no publicada que realicé a Luis –Terror- Días en la oficina de Relaciones Públicas del Ministerio de Cultura, donde laboré por unos cuantos meses como encargado de la misma.
-“Ahí está el señor Luis Días que desea pasar a conversar con usted”, dijo una asistente. Eso fue causa de una gran impresión. En la práctica periodística uno realiza entrevistas a muchas personalidades, pero en esta vez era Luis Días, un artista al cual seguía y admiraba desde mis años en la universidad estatal y del que nunca soñé con tenerlo tan cerca.
Aunque comenzó con un ¡hola! seco y sin ambages, hicimos empatía el artista, el periodista y encargado de prensa del Ministerio, y el que no se puede quedar, el fan, ya que yo era un admirador de este entrañable creador artístico desde mis tiempos universitarios.
Él realmente no acudió a conversar conmigo, sino con el titular del Ministerio, licenciado José Rafael Lantigua. Éste, empero, no pudo recibirlo en ese momento. En tanto, yo aproveché para conversar con este ser que me resultó genial, me relató un montón de planes, iniciativas culturales y proyectos musicales que llevaba consigo -¡increíble!-en su pequeño espacio craneal, en aquel amasijo de neuronas que guardaba su cerebro.
¿Una academia en Capotillo?
Entre todas esas improntas, me repetía con inusitada vehemencia, su anhelo de crear una escuela de música, una academia en el populoso sector de Capotillo. Había estado yendo de manera continua a esa barriada en un esfuerzo personal por transmitir conocimientos a jóvenes de allí, donde dijo había encontrado una apreciable cantidad de talentos que, según dijo, se desperdiciaban en la nada. El interés que tenía de ver al Ministro de Cultura era precisamente para plantear sus inquietudes en la gestión cultural, entre estas el proyecto de instalación de una academia musical en Capotillo.
Como no pudo ser recibido por el funcionario, Luis se quedó conversando conmigo y yo, orondo, aproveché cuanto pude a esa fuente orgánica de conocimientos culturales y ritmos musicales.
A la vez que laboraba en Cultura, tenía un segundo trabajo en el matutino Listín Diario, razón por la cual pensé en una entrevista exclusiva a Luis para divulgarla a través de este prestigioso medio. Deseaba dar a conocer todas sus inquietudes y datos inéditos que me había contado Luis en aquel encuentro que se convirtió en una improvisada “conversación entre amigos”. Pero la publicación no se produjo, debido a que el área de espectáculos del diario no atinó entonces a valorar la pertinencia, ni la importancia de esta publicación. Me quedé, cargando cierto dolor emocional porque este –a mi juicio, era un valioso contenido- que se quedó guardado en mi vieja grabadora de cinta magnética, lo cual se perdió con el tiempo.
Luego, cuando ya no estaba en Cultura, el ministro José Rafael Lantigua, no solo recibió a Luis, sino que rindió un memorable homenaje y lo declaró “como un valor cultural”. Esa actividad se inmortalizó en un DVD que se grabó en el auditorio Enriquillo Sánchez de la institución oficial.
Pero antes, en la conversación con Luis en la oficina de Relaciones Públicas de Cultura, éste se explaya y habló de muchas cosas, especialmente de sus creaciones musicales que no solo habían impactado en el gusto de los dominicanos, y en el exterior, sino, además, que habían creado tendencias musicales en la época. Nos referimos a tema como “Marola”, una canción bellamente interpretada por Sergio Vargas, y en la que el artista folklorista narra con hermosas y perdurables imágenes de amores de campiña, venerables e inolvidables momentos de enamoramientos en el campo, cuya sutileza es anhelada hoy en día por su pureza y desinterés.
Se refirió también al éxito del “El Guachimán me salvó”, el cual se hizo famoso en la voz primorosa de la inmensa Sonia Silvestre. Otras canciones de su autoría que penetraron en el alma del pueblo dominicano y que toda una generación lleva en sus memorias imborrables, están “Liborio”, “Ay ombe”, “El guardia del arsenal”, “Suite folklórica”, “Anaisa”, “Elena”, “El bufeo”, “El trago de los muertos”, “Toro bravo”, “El sirviente mudo”, “Los mormones”, “Placeres” y “Andrecito Reina”, entre muchas otras.
Por pura coincidencia
Sobre el tema “Andresito Reina”, le comenté que un primo que llevaba ese nombre estaba molesto porque lo presentaba en la canción como un “borrachín” y decía que él no era así.
“Salió echando tres carajos
Tembló el cesto de madera
Con su mujer llorando
Ella lloraba de pena
Hombre jugador de gallo
Hombre hijo de la taberna
Salió en busca de desquite
Sin dejar nada en la mesa
Ayayay Ayayay
Eso no se hace Andreeesito Reina
Se bebe los tragos, también la botella…”.
Pero ocurrió que en un viaje que realicé a Tamayo a ver la familia me encontré allá, en el patio de mi casa paterna, con mi primo Andresito, hijo de doña Reyna y mi tío Cornelio. En el poblado lo conocían como “Andresito Reyna” y ruégale a Dios él juraba que Luis Terror Días le echaba una vaina con esa canción.
-“Primo, tú me conoces y sabes que yo no soy borrachón, ni irresponsable con mi familia. Apenas a veces voy a ver las peleas de gallo en la gallera”, me reclamó, y a seguidas, acotó:
-“Dígale a ese cantante, si usted lo ve allá en la capital, que no use mi nombre para hacer ese tipo de canciones”.
Prometí al primo que le daría el recado a Luis, pero ocurre que yo no tenía ni idea de que pudiera alguna vez encontrarme con este artista, pero sí se dio.
Le conté a Luis la coincidencia de nombre con el primo Andrecito y su canción, y atinó a comentar:
-“Son coincidencias de la vida”, y soltó una inolvidable carcajada.
El autor es periodista.