Por Gregorio Montero
Con la venia de nuestros lectores y de la dirección de este medio, hoy, alejándonos significativamente de los aspectos jurídicos y técnicos de la gestión estatal que caracterizan nuestros escritos, queremos dedicar este espacio a un tema muy personal, probablemente irrelevante para algunos, pero que ha marcado durante muchos años otra parte del desarrollo de nuestra existencia y que se ha constituido en una de las más importantes válvulas de escape que nos permiten, con frecuencia, oxigenar el cerebro y colocarnos en mejores condiciones físicas y mentales para lidiar con las actividades y rutinas que diariamente definen los afanes de nuestra vida.
En el año 2000, junto a un pequeño grupo de jóvenes entonces, unidos por la afición al baloncesto, decidimos dar origen a una liga que hoy lleva por nombre Súper Amigos, muy sugerente, por cierto. Todo empezó en el ambiente laboral que compartíamos en la otrora Oficina Nacional de Administración de Personal (ONAP), hoy Ministerio de Administración Pública (MAP). Nunca olvidaré que empezamos las prácticas y juegos en el parqueo de la Contraloría General de la República; ese lugar hoy luce transformado. Allí existía una cancha movible que, con el debido permiso, colocábamos los sábados en horas de la tarde en la zona marcada y pintada para tales fines.
Meses después, dicha institución nos presentó, con razón, algunas situaciones que dificultaban que pudiéramos continuar haciendo uso del referido espacio. Pero ya se iba fortaleciendo el equipo, y nuestro deseo de continuar juntándonos para jugar baloncesto y confraternizar era tan grande y decidido que procedimos a solicitar que nos cedieran la cancha para moverla a la zona de estacionamiento del edificio de Oficinas Gubernamentales Juan Pablo Duarte, el que muchos conocen como el “huacal”; claro, también previa solicitud de permiso a la gobernación de dicho edificio. Por fortuna, ambas solicitudes fueron atendidas positivamente y, a partir de ahí, y durante mucho tiempo, esa fue nuestra cancha.
Ya en nuestro nuevo espacio de juego, preparado y pintado por nosotros mismos, también presentábamos en ocasiones ciertas dificultades. Por ejemplo, muchas veces tuvimos que ingeniárnoslas para mover autos que dejaban obstaculizando la zona de juego. Claro, no revelaré ni dejaré evidencia de cómo lo hacíamos; permito que hagan uso de su imaginación. Solo reitero que las ganas de jugar nos permitían superar cualquier obstáculo. Con el paso del tiempo, fuimos incorporando a jugadores de otras instituciones alojadas en el mismo edificio, así como a amigos con quienes no teníamos vínculos laborales, pero nos unía, además, la pasión por el básquet, la ejercitación física y el sano compartir.
Uno de los lemas más exaltados en nuestros encuentros, que habla muy bien de lo que nos mueve, es: “primero ejercitarnos y compartir, luego competir”.
Al día de hoy, con extremo orgullo, hemos logrado construir y consolidar un colectivo que apenas empezó con unos diez jugadores, pero sobre el mismo se fue corriendo la voz y despertó el interés por la disciplina, respeto de sus normas, constancia y solidaridad. Esto nos ha llevado hoy a contar con cerca de cincuenta integrantes de todas las edades (desde catorce hasta sesenta años), la mayoría de los cuales se reúnen cada sábado, con la certeza de que, sin importar lo que ocurra, van a ejercitarse y a divertirse haciendo el deporte que les une, les gusta, les saca de la rutina y les llena de satisfacción: el baloncesto. En verdad, hay que vernos; dentro de la cancha, todos parecemos niños divirtiéndose con su juguete preferido.
Estos encuentros sabatinos se convirtieron, hasta hoy, en parte de nuestras vidas, a los que incorporamos a nuestras familias: esposas, hijos, madres, padres, según corresponde. Estos son involucrados en nuestros encuentros regulares y en los viajes a pueblos del interior del país organizados para jugar y compartir con otros equipos. También cuando recibimos equipos, algunos radicados en otros países, esto nos ha permitido ensanchar con el tiempo nuestras redes de relaciones y amistades, algo de suma importancia en el mundo en que vivimos.
Nuestras familias están involucradas también en las celebraciones que preparamos por distintos motivos, por ejemplo, los torneos regulares internos que organizamos y nuestra tradicional celebración navideña, modesta pero esperada por todos los miembros, familiares y allegados. Cabe resaltar que algunos padres tenemos la singular suerte de compartir la cancha con nuestros hijos, algunos de ellos, como es el caso de mi hijo Amaury Ernesto, que nacieron y crecen a la par de la Liga.
Durante nuestra existencia, como tiene que ser, han ocurrido muchas cosas, la mayoría positivas, pero algunas de incómoda recordación. De estas últimas, destacamos el fallecimiento de dos compañeros que, lastimosamente, nos dejaron tempranamente: Mariobernoch (Mario) Montes de Oca, quien se encontraba como jugador activo, alma de los juegos, y Carlos Weatlhy, quien ya se había retirado, pero se mantenía cercano a la Liga. Para ellos, nuestro reconocimiento y cariño infinitos. También la pandemia provocada por la COVID-19, como para todos, significó un duro golpe: casi dos años sin jugar, el peor de los castigos para nosotros. Pero encontramos la forma de mantenernos cerca, y afloró como nunca el espíritu solidario de los miembros.
El paso del tiempo se abalanzó sobre nosotros de forma rauda e inexorable, y resulta que el pasado 28 de junio nos reunimos para celebrar el 25 aniversario de la Liga de Baloncesto Los Súper Amigos, para nosotros un hito de gran valía, pues sabemos que tal logro es escaso en cualquier entorno aficionado de disciplina deportiva. Esto ha sido posible por la entrega y el comportamiento histórico de sus integrantes, pero sobre todo por la incidencia de un sólido liderazgo que ha estado siempre presente. De hecho, el acto de conmemoración estuvo encabezado por todos los expresidentes, a saber: un servidor, Federico Mueller, Enmanuel Pourie, Michael Sánchez, Eliodys De Los Santos y el presidente actual, Jorge Luis Montero.
Esta emocionante celebración, modesta, pero de pleno disfrute y satisfacciones infinitas, tuvo como escenario el salón de actos del Club San Carlos, cuya cancha en la actualidad nos acoge. Sirvió para congregarnos miembros y familiares, reencontrarnos con antiguos miembros y con amigos de la Liga, hacer remembranzas, contar anécdotas, entregar reconocimientos; aquí aprovecho para agradecer desde el alma a la actual Junta Directiva por el emotivo reconocimiento que me hicieron.
También fue propicia la ocasión para reconocer el apoyo de las esposas y parejas de miembros que han estado presentes siempre, pues ellas también son un gran pilar para la Liga, en muchas ocasiones sacrificadas por nuestro “vicio” de jugar, como dicen algunos. No podía faltar en la celebración el canto, el baile, la degustación de algunos tragos y la alegría de ver a hijos y nietos saltar por cada uno de los rincones del salón.
Hay motivos suficientes para felicitar a cada miembro de esta liga de baloncesto, y motivar para que nos siga moviendo el ánimo de continuar preservando y fortaleciendo este espacio que hace más llevaderas y placenteras nuestras vidas; que el amor por nuestra salud y el juego, y el tesón puesto en práctica, nos conduzcan a conmemorar muchos más años de existencia.
Por mi parte, que durante el desarrollo de mi vida, desde los catorce años de edad, me ha tocado impulsar y participar en la creación de muchas y distintas organizaciones sociales y deportivas: clubes, grupos estudiantiles, organizaciones comunitarias, organizaciones profesionales, otras ligas de baloncesto, etc., confieso que siento un particular orgullo por ser parte, desde su origen hasta el día de hoy, de este maravilloso colectivo que representa este refugio deportivo, cuyos integrantes esperan con ansias cada sábado para lo que se ha convertido en un ritual: jugar hasta que las fuerzas físicas nos acompañen.
Muchas otras cosas puedo y quiero expresar de este hermoso proceso, pero la idea no es, nobles queridos lectores, en lo más mínimo, arruinarles su día.
¡Enhorabuena, Liga de Baloncesto Los Súper Amigos! Llegar a 25 años, en cualquier escenario asociativo, máxime en el deportivo, es un hecho que emociona y que hay que celebrar.