Por Yancen Pujols
Hay regalos en el Día de las Madres y luego está el que les hizo Karl-Anthony Towns Cruz a todas las progenitoras dominicanas el pasado domingo.
No fue material, todo lo contrario, y por eso la trascendencia del mismo. En la vida casi todo tiene precio, más no valor.
El pasado 25 de este mes de mayo, Towns fue la pieza clave de la sorprendente victoria de sus Knicks de Nueva York sobre los Pacers en Indiana con marcador de 106-100.
La tropa de la Gran Manzana llegó a estar por debajo de 20 en el marcador. El partido pintaba todo para los locales. Karl lideró un empuje en el último cuarto que fue decisivo para su primer triunfo en la final de Conferencia del Este. Necesitaban ganar ese juego. No es lo mismo estar 1-2 debajo en la serie, (que continuó anoche martes), que 0-3.
Fresco de una actuación de 24 puntos, solo 4 de ellos no fueron en el periodo final, en la entrevista después de concluido el duelo, en plena televisión nacional, Towns Cruz cerró su intervención con las siguientes palabras: “Un saludo a los dominicanos en el Día de las Madres de (la República) Dominicana. Un saludo a mi madre”.
En pocos segundos, ese video empezó a correr, varios minutos después iba lejos y a la media hora ya había conquistado muchos corazones de quisqueyanos que se hicieron eco de este.
Sin ser apellido Tell, por el personaje de nombre Guillermo de Suiza, ni Hood, en alusión al Robin que fue leyenda británica, tuvo la puntería perfecta donde jamás se olvida: el sentimiento y más si toca lo patriótico.
Towns Cruz es millonario lejos, famoso, y se ha entregado a la República Dominicana como pocos. No tiene necesidad de jugar por este país, pero lo hace sin pedir nada a cambio. Lo suyo es genuino. Nació en New Jersey, pero como dijo el exlanzador Dellin Betances, “el dominicano nace donde le da la gana”.
¿La razón? Su fenecida madre Jacqueline Cruz de Towns, una de las víctimas del COVID en 2020, nació en Nibaje, Santiago de los Caballeros, y sembró en su hijo principios y el amor por su tierra.
En 2015, en una conversación con quien redacta estas líneas, tras la pregunta de qué quería “que Karl hiciera en 10 o 15 años”, su respuesta fue: “que sea un embajador de la República Dominicana y demuestre lo bueno que es nuestro país”.
La crianza es una de las mejores riquezas y los dominicanos tenemos un tesoro en Karl. La diseñadora no está entre los vivos, pero su obra es de colección.
Karl-Anthony es patrimonio de los confines de Duarte, Sánchez, Mella y Luperón. Juega baloncesto, de hecho, es una estrella en la NBA, y también cogió clases con Cupido. Flechó millones de corazones con pocas palabras.v