Por Rafael Céspedes Morillo
Decía en el artículo anterior que, al considerar que tengo razón, las llamadas cumbres no son ni eso ni nada parecido, salvo que lo comparemos con los asistentes, que sí resultan ser personas encumbradas. Pero desde el punto de vista de aportes y soluciones, el cero sería una muy buena nota.
Vamos a ver el caso de nuestros vecinos, el de Haití. Hace alrededor de un año tienen una fuerza militar proveniente de Kenia apostada en su territorio. ¿Qué ha pasado después de su llegada? En términos de solución, absolutamente nada. Todo sigue, si no igual, tal vez peor. Sin duda hay quienes quieren mostrar que tienen interés, pero eso no ha dado resultado.
¿Por qué no avanzan hacia otro tipo de salida? Porque, si en verdad quisieran ayudar a ese país que se desangra —y desangra a otros, en especial a los dominicanos—, ya lo hubiesen resuelto. Ejemplos hay de más.
Hace unos días hubo una “cumbre” de expresidentes con el presidente actual. Asumo que alguien sabrá lo que pasó, menos los haitianos. Y en este caso, cuando hablo de los haitianos, me refiero al pueblo haitiano, no a los “líderes” haitianos.
No hubo sino una declaración por parte de los encargados de comunicación, o del área de comunicación de los asistentes; declaración que no declaró nada, que no informó de planes concretos, que no señaló acciones futuras con miras a buscar aunque sea paliativos. No. Fue una gastadera de cartuchos para espantar los pájaros.
Cumbre, cumbre y más cumbres, pero cero soluciones. Faltó crear las acostumbradas comisiones de representantes, y que estas aportaran planes o propuestas concretas que se dirigieran a buscar vías de solución. Ni siquiera eso. No se gastaron ni dos hojas de papel en hacer el amago de que seguirían intentando ver qué se puede hacer.
Solo se anunció que las reuniones continuarían ahora vía un organismo que incluye a empresarios y otros factores y sectores.
Confiemos en que volveremos a escuchar sobre eso, pero les sugiero que no esperen una propuesta concreta. Eso no pasará, porque el interés es mediático: es mostrar el interés, no usar el interés para lograr una solución.
Estoy convencido de que Haití no necesita más de dos años para, con un plan serio, y a partir de un genuino interés en resolver, regresar eso que aún llaman país al mundo real. Ya lo hubiesen hecho.
Un comando de tres o cuatro personas acaba de dar con el paradero de uno de los delincuentes más buscados, en solo unos días. ¿Cómo lo hicieron? Más que cómo lo hicieron, debemos preguntarnos: ¿por qué lo hicieron?
Y entonces encontrarán que ese delincuente cometió el error de meterse con personas del interés de los norteamericanos. ¡Y guau! De buenas a primeras se crearon las condiciones y dieron con el personaje.
¿Qué falta para dar con los demás? INTERÉS GENUINO —así, en mayúsculas—. Eso es todo. Cuando a alguien el problema haitiano le produzca verdadera desazón, veremos que no era tan difícil salir a flote, como suele decirse. Porque si pudieron apostar dos o trescientos policías sin experiencia en esos asuntos, pudieron también poner dos o tres mil con experiencia. Y hoy en día, este artículo —y tantos otros que se han escrito— no existirían, o de existir, el tema sería de loor, o tendría otra versión.
Muchos son los que dicen —y mucho se ha dicho— del papel de los Clinton en la problemática haitiana. ¿Será verdad? ¿Será mentira? Yo no sé ni puedo defender ninguna de las dos posibilidades, pero sí puedo creer que cualquiera de las dos puede ser cierta.
Sin embargo, nadie se refiere a eso, salvo de manera soterrada. Y ha llegado la hora de que definamos, no solo el origen de los problemas de Haití, sino, de modo especial, el destino que les espera a quienes arrastra esta situación. Que, en su gran porcentaje, somos nosotros los dominicanos. Me propongo intentarlo en el próximo artículo.