spot_img
domingo, mayo 25, 2025
spot_img

Hiroshima: las ambiciones imperiales y las determinaciones y mandatos del poder

spot_img

Por Osvaldo Santana

Una visita de conocimiento a Japón no debe dejar fuera a Hiroshima, escenario donde cayó la devastadora bomba atómica “Little Boy”, equivalente a 13 toneladas de TNT, que arrasó la ciudad con un saldo de muertos de más de 140 mil personas, mayormente civiles, no menos de 70 mil en el acto, y cientos de miles de heridos o quemados. El Parque Memorial de Hiroshima es una cita obligada, porque conecta con el horror del sufrimiento humano por las guerras, y rememora los tiempos del imperio japonés, su vinculación con el Eje y el grave error que significó el ataque a Pearl Harbor, Hawái, en 1941, que provocó la muerte 2,402 norteamericanos, más de dos mil heridos y pérdidas militares cuantiosas. Y empujó a Estados Unidos a intervenir en la Segunda Guerra Mundial de la cual el país nipón ya era parte.

La historia es conocida. La cuestión es pensar cómo habría sido aquella mañana del 6 de agosto de 1945, esos instantes, minutos, horas aciagas y las secuelas en los días sucesivos. Y especialmente, cómo un país ya bastante golpeado por los bombardeos previos encararía esos momentos, agravados por la otra bomba lanzada en Nagasaki tres días después. La hambruna, los rigores, tiempos difíciles que paradójicamente empezaron a aliviarse con la rendición incondicional el día 15 del mismo mes.

Las fuerzas aliadas, lideradas por Estados Unidos, ocuparon todo el territorio, y fueron ellas quienes acompañaron a los japoneses en ruinas para establecer nuevas instituciones y reconstruir el país, forzado a renunciar a rearmarse como lo había hecho, de tal forma que tenía bajo ocupación a China y Corea y se enfrentaba a la Unión Soviética.

Las bombas atómicas marcaron el fin de la guerra, un duro castigo. Hacia finales de 1945, según fuentes diversas, las bombas habían matado a 166,000 personas en Hiroshima y 80,000 en Nagasaki, 246,000 muertes, la mitad durante los bombardeos y luego por las secuelas, envenenamiento por radiación, quemaduras, cánceres… y cualquier tipo de enfermedad. El impacto de la bomba en Hiroshima se extendió más allá de 2 kilómetros, donde la temperatura llegó a alcanzar los 4000 grados de calentamiento. La zona era en la época el corazón comercial y residencial más importante de la ciudad. Había también un asentamiento militar.

Parte del área, hoy convertida en Parque Memorial de la Paz de Hiroshima, recoge algo de lo poco que quedó, casi nada, y los monumentos levantados a las víctimas de la bomba, salas para eventos y conferencias, y de manera muy singular, el Museo Conmemorativo de la Paz de Hiroshima.

Quedan las ruinas del entonces Auditorio de Promoción Industrial de la Prefectura de Hiroshima, un edificio muy cercano al centro de la explosión nuclear (la Cúpula de la Bomba Atómica). Se conserva tal como quedó, con una expresión de lo ocurrido. Una memoria por la catástrofe que los japones lo ven con respeto sagrado. Está en la lista de patrimonios mundiales de la Unesco.

Asimismo, el monumento a la paz de los niños, a los miles de niños que murieron a causa del bombardeo. Lo ejemplifica una pequeña que murió a consecuencia de las radiaciones. Y la llama eterna por la paz, que habrá de mantenerse encendida mientras haya armas de destrucción masiva en el mundo.

Otro lugar importante en el área del parque memorial es la Casa de Descanso, que también resistió parcialmente el impacto de la bomba atómica. 36 personas murieron y solo un hombre sobrevivió porque estaba en el sótano. Antes, una tienda, hoy convertido en una oficina de orientación turística.

El Museo Conmemorativo de la Paz

Este sitio, en el mismo parque Memorial de la Paz de Hiroshima, es una evocación del momento del bombardeo y sus secuelas, desde la enorme nube de hongo que se levantó, imágenes, la ciudad en ruinas, objetos, cuerpos calcinados o representaciones, dramatización grabada en audios de lo inenarrable, gritos y sonidos desgarradores, víctimas con quemaduras y lesiones (crudas fotografías), testimonios de sobrevivientes, los daños provocados por la radiación, los sufrimientos físicos, el dolor por las pérdidas, familiares, las escaseces que terminaron en la miseria espantosa… en fin, un intento por aproximarse a aquella devastación total, y al final, la apuesta a que nunca jamás la humanidad se vea expuesta a un ataque de este tipo… e impere la necesaria convivencia en paz.

Queda el mensaje del horror y la pena de un daño que no se puede reparar. En el sustrato, los grandes culpables, los gobernantes ambiciosos, las vocaciones imperiales y las determinaciones y mandatos del poder en tiempos de guerra…

 

Osvaldo Santana
Osvaldo Santana
Osvaldo Santana es periodista.

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí

spot_img
spot_img

Las más leídas

spot_img
spot_img

Articulos relacionados