Por Osvaldo Santana
El tránsito vehicular es despejado, sin taponamientos, en Tokio, una ciudad de alrededor de 14 millones de habitantes, una vez y media la población total de la República Dominicana. Se observa el mismo desempeño vehicular en las calles de Osaka (2 millones 753 mil 862 habitantes), Kioto (1 millón 465 mil personas) o Hiroshima (1 millón 100 mil habitantes). Igual ocurre en otras ciudades.
¿Cómo puede ser que, al transitar en un taxi o en un bus en una de esas ciudades tan pobladas, no quedes atrapado en un tapón? Es la pregunta obligada que llega a la mente de un residente en Santo Domingo, que vive y sufre un caótico tránsito de infarto: el tapón de todos los días, incluso los sábados.
¿Cómo las ciudades de Japón, todas, han logrado tan fluida movilidad? ¿Cuál es la fórmula, más allá de la educación y disciplina ciudadana, el alto desarrollo industrial y tecnológico y la riqueza económica?
La explicación podría encontrarse en la inmensa red de transporte masivo de pasajeros a través de vías férreas superficiales o subterráneas. Pero para percibirlo, basta con entrar a cualquiera de las estaciones del sistema ferroviario —local, en las ciudades, tren o metro— o trasladarse a largas distancias en un tren de alta velocidad, el llamado Shinkansen.
Si impresiona el normal curso del tránsito callejero, mucho más impactante resulta encontrarse en una estación del metro o de trenes: la enorme masa humana que entra y sale de los mismos lo explica. Es que el grueso de los japoneses se traslada en trenes o en una combinación de estos con autobuses.
Más allá de la simple observación presencial, visual, es inevitable pensar en cómo se ha podido establecer esta red de redes de transporte público, de las más avanzadas a nivel global: el singular sistema de trenes locales y exprés, el metro y los trenes bala de alta velocidad que comunican ciudades y regiones, además de autobuses, tranvías locales y un sistema de taxis.
La precisión de frecuencia, el sistema de orientación de los usuarios en estaciones donde concurren diversas líneas en superficie y subterráneas, los controles de acceso y pago de tarifas, los colaboradores… todo computarizado, hacen posible que las oleadas de usuarios, por cientos de miles, puedan llegar a sus destinos.
Esa masificación del transporte en trenes fue la respuesta a una sociedad de más de 145 millones de habitantes, la inmensa mayoría con residencia en ciudades.
Los trenes fueron la opción no solo por la alta concentración humana, sino por los impactos de la movilidad por combustión fósil como amenaza al medioambiente, en un país con una alta dependencia de hidrocarburos importados.
Según informaciones de fuentes diversas, fue después del gran terremoto de Japón oriental, el 11 de marzo de 2011, que produjo un desabastecimiento generalizado de combustibles fósiles, cuando se entendió la necesidad de migrar al transporte ferroviario.
El uso del tren se masificó, pero el bus sigue jugando un importante papel y, de alguna manera, los taxis complementan los servicios exprés para particulares y turistas.
Tokio como paradigma
Tokio, la capital y la ciudad más poblada del mundo, es donde se concentra el mayor tráfico del sistema ferroviario. Tiene la mayor cantidad de estaciones de tren o metro más transitadas del planeta, siete de las cuales figuran entre las primeras 20.
Entre todas, resalta la famosa Shinjuku, considerada la estación más visitada del mundo. Cada día es usada por no menos de 4 millones de personas, con 36 andenes y decenas de líneas, que incluyen metro y trenes de larga distancia. Tiene 200 salidas o entradas.
El transporte en autobuses
Así como el sistema de trenes funciona en Tokio y las demás ciudades, también lo hace la transportación de pasajeros en autobuses, con una periodicidad invariable de no más de diez minutos por línea. La mayoría cuenta con un sistema de orientación al usuario en japonés e inglés, carteles con el régimen de funcionamiento de las rutas y un sistema integrado de orientación verbalizada en las estaciones de mayor concentración de usuarios.
Todo eso está acompañado de un sistema de semaforización inteligente, válido tanto para vehículos como para peatones, quienes solo pueden cruzar las calles cuando lo indican las luces semafóricas, lo cual se cumple rigurosamente.
Así, el transporte de personas funciona a la perfección, como un eje fundado en el sistema de trenes que pudo costearse un país desarrollado y rico, pero que, de todas formas, deja una enseñanza: la masificación y, con ella, la priorización de los trenes superficiales, aéreos y subterráneos.
Todo eso, evidentemente, fue producto de una política de Estado en un país superpoblado que debió buscar soluciones a una cuestión capital como la movilidad en las ciudades y en las diferentes regiones.
En general, el sistema de transporte por trenes opera bajo normas públicas, pero mediante concesiones a empresas privadas desde el siglo pasado, aunque en algunas ciudades las prefecturas impulsan algunas líneas de tren.
Las normas y regulaciones del tránsito fueron importantes, pero lo trascendente ha sido la enorme y extraordinaria inversión en líneas y trenes, y las concesiones excepcionales a las empresas que las manejan.
Japón, pese a ser un proveedor fundamental de motocicletas ligeras para la República Dominicana, no presenta esta plaga en sus calles, salvo por motores de alto costo y potencia, que son excepcionales. Son comunes las bicicletas, que representan una amenaza para los transeúntes, pero circulan por márgenes específicas en las aceras.