Por Octavio Santos
En la República Dominicana, la experiencia laboral parece ser una virtud innata. Nacer sabiendo es, al parecer, la única garantía para aspirar a un empleo, porque las oportunidades para adquirir experiencia brillan tanto por su ausencia como por su exigencia.
La Encuesta Nacional de Actividad Económica (ENAE) 2024 desnuda con frialdad esta paradoja: el 42.7 % de los postulantes a un empleo no cumple con el requisito de experiencia laboral previa. Sin embargo, un 41.1 % de las empresas admite que no invierte tiempo ni recursos en formar a su personal. Es decir, esperan cosechar donde no siembran.
El arte de pedir sin dar
Los datos de la ENAE 2024 son implacables. Las principales dificultades para llenar vacantes en el mercado laboral dominicano son:
- Falta de habilidades técnicas: 69.3 %.
- Deficiencias en habilidades socioemocionales: 58.1 %.
- Falta de experiencia laboral: 42.7 %.
- Falta de formación específica: 34.4 %.
Curiosamente, las posiciones que más exigen experiencia son aquellas donde más se debería formar: técnicos especializados, personal administrativo y operarios.
¿Formar talento? Mejor esperar a que llegue formado
Uno imaginaría que, ante este panorama, las empresas responderían invirtiendo en programas de capacitación. Pero la realidad vuelve a contrariar la lógica:
- Solo el 36 % de las grandes empresas contempla formar personal en los próximos 12 meses.
- Entre las medianas, apenas el 30.4 % lo considera.
- En las pequeñas, el entusiasmo cae a 22.8 %.
Peor aún, el 17.5 % de las empresas ni siquiera contempla la formación, partiendo del noble supuesto de que los trabajadores deberían llegar listos para todo.
Sectores atrapados en su propia trampa
El problema es generalizado, pero algunos sectores parecen deleitarse en esta contradicción:
- En la industria manufacturera, el 75 % reporta dificultad para encontrar personal con experiencia.
- En comercio, transporte y almacenamiento, el 66 % enfrenta el mismo problema.
- En construcción, la cifra asciende al 70 %.
El drama no es menor: el 31.3 % de las empresas admite tener vacantes abiertas que no puede cubrir, mientras que un 15.8 % se queja de una alta rotación de personal por falta de preparación.
Juventud sin futuro (laboral)
La imposibilidad de acceder a experiencia laboral golpea más fuerte a los jóvenes, las mujeres y los migrantes. Se les exige una experiencia que, por definición, no pueden haber tenido. Sin embargo, el sistema no ofrece alternativas realistas para romper el ciclo.
En vez de programas de inserción, pasantías o formación dual, se opta por la táctica del "sé perfecto o vete".
Ideas que duermen el sueño de los justos
La ENAE 2024 sugiere algunas vías para solucionar el problema, aunque el entusiasmo empresarial es moderado:
- 43.3 % de las empresas que formaron a su personal reportan mejoras.
- Solo el 8.2 % establece alianzas con centros educativos.
- Apenas el 4.5 % implementa esquemas de validación de competencias informales.
En síntesis, las buenas intenciones existen, pero a la hora de actuar, predomina la inercia.
El costo de exigir lo que no se cultiva
La consecuencia de esta paradoja es una pérdida directa de competitividad para el país. Las empresas pierden productividad, se retrasa la adopción de nuevas tecnologías y se desperdicia talento joven que podría renovar el mercado.
En el mediano plazo, esta cultura de "exigir sin formar" condena a la economía a un crecimiento limitado y refuerza la desigualdad de oportunidades.
El milagro que no llega
¿Se puede romper el ciclo? La respuesta es sí, pero no por generación espontánea. Requiere una revolución en la mentalidad empresarial: dejar de ver la capacitación como un gasto y asumirla como la inversión que es.