Por Osvaldo Santana
No hay que ser un observador perspicaz para advertir la visible ausencia de japonesas embarazadas en las calles, en las estaciones de trenes, parques, museos, templos o cualquier otro lugar de una ciudad tan densamente poblada como Tokio, Japón.
Después de recorrer sitios y lugares en Tokio y Hiroshima, es inevitable que a un ciudadano del Tercer Mundo lejano se le ocurra preguntarse —y hacer extensivo el comentario—: ¿acaso las japonesas no se embarazan? Porque, a fin de cuentas, un embarazo en mujeres tan esbeltas como lo son la inmensa mayoría tendría que verse a “leguas”.
La respuesta inmediata no tiene que estar contenida en una fría cifra recogida por las crónicas sobre el decrecimiento y el envejecimiento poblacional, materia de debates de los poderes públicos desde hace tiempo.
Lo que probablemente forma parte de la cotidianidad japonesa es, sin embargo, fácil de notar por los extranjeros.
Una mirada detenida en las estaciones del metro de la icónica Shinjuku, donde concurren diariamente más de 4.3 millones de personas, hace brotar el dato: es raro ver mujeres embarazadas. Es obvio que los ciclos vegetativos continúan reproduciéndose, pero los expertos están atentos a los cambios sociales de un país altamente desarrollado, entre las principales economías del mundo.
¿Qué pasa con la evolución vegetativa de los japoneses?
La respuesta es reveladora. La población de Japón, 124.5 millones, según reportes al 1 de octubre de 2024, muestra un decrecimiento continuo por más de una década y media, según confirmó el Ministerio del Interior.
La población ha estado disminuyendo de forma constante desde 2007, cuando el número de nacimientos cayó por debajo del número de muertes.
La baja natalidad y el envejecimiento demográfico preocupan tanto que, durante procesos electorales, el tema ha formado parte de la agenda de debates.
El número de japoneses nacidos el año pasado fue de 729,300, el más bajo desde 1979, mientras que el de fallecidos fue el más alto: más de 1.5 millones, una diferencia récord de 850,360 personas.
Las personas mayores de 65 años representaban el 29.38 % de la población, mientras que la población activa —personas entre 15 y 64 años— descendió ligeramente hasta el 59.02 %. En el extremo opuesto, los menores de 15 años representaban apenas el 11.2 %, un mínimo en los registros, equivalente a 13.8 millones de habitantes.
De las 47 prefecturas, tan solo Tokio y Saitama experimentaron un aumento demográfico con respecto al registro anterior. De los datos del ministerio también se desprende que casi el 30 % de la población se concentra en Tokio y tres prefecturas colindantes: Chiba, Kanagawa y Saitama. Tokio es la ciudad más densamente poblada del mundo.
Por prefecturas, Tokio se mantuvo como la más poblada, con unos 13.9 millones de habitantes, seguida por Kanagawa, con unos 9.2 millones; Osaka, con 8.7 millones, y Aichi, con 7.5 millones.
Las prefecturas con menor número de residentes eran Tottori y Shimane, con 540,200 y 650,600 habitantes, respectivamente, seguidas por otras como Kochi y Tokushima, que tampoco superaban el millón.
En cuanto a los residentes extranjeros en Japón, hasta finales de 2023 se situaban en 3.32 millones, un aumento de unas 329,500 personas (11.01 % interanual), superando por primera vez la barrera de los 3 millones.
De acuerdo con fuentes diversas, Japón presenta un importante crecimiento del turismo y, asimismo, una mayor tolerancia a la inmigración.
Algunos detalles compilados por inteligencia artificial:
Descenso de la población:
En 2023, la población total fue de 124,352,000, lo que representa una disminución de 595,000 personas (0.48 %) respecto al año anterior.
Tasa de natalidad:
El número de nacimientos ha disminuido constantemente, alcanzando un mínimo histórico en los últimos 125 años. En 2023, el número de nacimientos fue de 758,000, según nippon.com.
Envejecimiento de la población:
El envejecimiento de la población es otro factor que contribuye a la disminución. Se espera que, en 2030, las personas mayores de 65 años representen el 25.6 % del total de habitantes, según Wikipedia.
Factores que contribuyen a la baja natalidad:
Diversos factores influyen en la baja tasa de natalidad, como el elevado coste de la educación, el estancamiento económico y los cambios en el estilo de vida de las nuevas generaciones.
Consecuencias:
El descenso de la población y el envejecimiento tienen varias consecuencias: la disminución de la fuerza laboral, la presión sobre el sistema de pensiones y la necesidad de más recursos para el cuidado de personas mayores, según un artículo de BBC Mundo.