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sábado, abril 19, 2025
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Entre bocinas y basura: la otra crisis que asfixia a miles de familias en RD

Por Octavio Santos

En Villa Faro, Ana Marién, de 67 años, deja de barrer su patio cada vez que un camión cruza la avenida más cercana a toda velocidad. No importa si ya ha pasado el camión de basura: el polvo se levanta como si arrastrara semanas de descuido. A eso de las seis de la tarde, cuando los motores y colmados encienden su batalla de bocinas, su nieta pequeña —diagnosticada con asma— debe encerrarse con una mascarilla. El médico le ha dicho que evite el humo, el polvo, y sobre todo el ruido. ¿Pero cómo se evita el ruido?

La casa de Ana es una de las más de 2.8 millones de viviendas particulares ocupadas que hay en el país, según estimaciones de la Oficina Nacional de Estadística (ONE). Y como el 19.8% de los hogares dominicanos, su vivienda está expuesta a contaminación generada por la basura acumulada​. En zonas urbanas, ese porcentaje sube por la contaminación sonora: el 20.3% de los hogares lidian con ruido constante de colmados, vecinos, bares, talleres o bocinas​.

A simple vista, el patio de Ana no tiene desechos. Pero a menos de 100 metros de su casa, hay un zanjón donde la basura forma una barrera natural. El hedor se cuela con cada brisa. Por ese mismo canal también bajan restos de carne, bolsas, excrementos de perros y hasta zapatos. Lo más grave no se ve: gérmenes, plomo, bacterias, residuos que fermentan al sol y afectan la salud respiratoria, digestiva y mental.

En su más reciente informe, la ONE advierte que el 8.3% de los hogares rurales vive cerca de pocilgas o granjas, lo que aumenta el riesgo de enfermedades infecciosas​. En el sur profundo, los olores a estiércol se mezclan con el agua estancada de lluvias sin desagüe. En el Cibao, en cambio, las quejas vienen por las fábricas: “aquí todo huele a amoníaco y gas”, denunció un ciudadano de Tamboril en 2023, tras un operativo ambiental que encontró lixiviados corriendo libremente por una quebrada local.

El problema no es nuevo. El Listín Diario, en un editorial publicado en diciembre de 2019, denunció que los problemas ambientales del país se repiten año tras año, sin soluciones estructurales. “Seguimos lidiando con la basura en las calles, la depredación forestal y la falta de planificación urbana”, rezaba el texto.

Contaminación sonora: el enemigo que no se ve, pero se mete en el pecho

En Cristo Rey, los oídos no descansan. No se puede decir con certeza si el ruido comienza con los colmadones, las guaguas anunciadoras, los escapes libres o las bocinas en las esquinas. Lo que sí se sabe es que más de 1 de cada 5 hogares urbanos considera que su vivienda está expuesta a contaminación acústica​. La cifra es más alta en barrios populares de Santo Domingo Norte y el municipio Santo Domingo Este, donde se libra una guerra sorda —pero brutal— por el derecho a la tranquilidad.

El ruido es más que una molestia: es una amenaza silenciosa. Especialistas del Hospital General Plaza de la Salud y del Instituto Dominicano de Otorrinolaringología han advertido que los altos niveles de ruido están causando daños irreversibles en el sistema auditivo de la población joven.

En octubre de 2024, Diario Libre informó que la Procuraduría Especializada para el Medio Ambiente había realizado más de 500 operativos contra la contaminación sónica, en su mayoría en sectores del Gran Santo Domingo. ¿El resultado? Más bocinas incautadas que procesos judiciales concluidos. La ley 90-19 existe, pero el ruido sigue. A veces, más fuerte.

Basura: servicio irregular y exposición constante

En Villas Agrícolas, las esquinas tienen nombre. La del “callejón de la carnicería” es famosa porque huele a sangre. A sangre seca, podrida, y plástico quemado. Los vecinos ya no distinguen cuándo se derramó la basura o cuándo empezó a llover.

Allí, el camión de basura pasa tres veces a la semana, según los vecinos. Sin embargo, los residuos están presentes todos los días. No importa si el Ayuntamiento del Distrito Nacional promete campañas de limpieza: los vertederos improvisados nacen más rápido que las brigadas de ornato.

Según la ENHOGAR-2024, el 88.0% de los hogares dominicanos depende del servicio de recogida de basura del ayuntamiento o de una empresa privada​, pero el 34.7% solo la recibe una vez a la semana, y el 43.6% cada dos o tres días​. Y eso, si hay suerte, si no llueve, si el camión funciona.

En zonas rurales, la situación se agrava. Sin un sistema de recolección estable, muchas familias optan por enterrar, quemar o lanzar la basura en ríos, generando contaminación directa. Además, el 33.6% de los hogares rurales sí clasifica basura orgánica, pero en las zonas urbanas esa práctica baja a 17.7%, dificultando el reciclaje​.

Los riesgos sanitarios son múltiples: ratas, mosquitos, leptospirosis, dengue, enfermedades respiratorias, gastrointestinales y dermatológicas. La basura no solo ensucia: también enferma.

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