Por Federico Pinales
El fenómeno de la delincuencia dentro de algunos grupos de dominicanos que han abandonado el país en busca de mejor suerte, hay que analizarlo objetivamente desde diferentes vertientes, para no ser injustos, metiéndolos a todos dentro del mismo saco.
No todos los delincuentes son criminales, ni todas las mujeres que venden placer nacieron prostitutas, ni empezaron a ejercer la profesión por placer ni voluntad propia.
Dice un refrán popular que “el corazón de la auyama solo lo conoce el cuchillo”.
Hay quienes delinquen por sinvergüenzadas y porque nacieron perversos.
En cambio, hay otros que quebrantan las leyes por necesidad extrema, otros por ignorancia y los últimos por presumidos, petulantes y engreídos.
Cuando una persona emigra a un país desconocido, sin documentos oficiales de esa nación, sin saber el idioma, sin recursos y probablemente sin suficientes destrezas laborales, con deudas y familiares carentes de todo en su país de origen, sumado a las obligaciones económicas que debe asumir para establecerse donde llega, son elementos que fácilmente inducen a cualquier inmaculado, a caer en algunas de las diferentes variables de la delincuencia.
Generalmente estas personas no se envuelven en asuntos graves, que puedan poner en peligro los intereses ni las vidas de otros.
A lo más que pueden llegar es a ejercer la prostitución o a valerse de documentos falsos para trabajar honradamente y producir el dinero, que les permita solventar sus necesidades económicas, mientras legalizan su estatus.
Esa es una delincuencia inofensiva por necesidad.
Hay otros que viajan con promesas de “trabajo”, pensando que van a realizar una labor decente, pero cuando llegan al país prometido se encuentran con otra realidad diferente a la que le habían prometido.
Estas personas se ven obligadas a hacer las cosas que les están ordenando, so pena de regresar a su país mirándose la punta del dedo grande del pie derecho.
Dentro de este grupo figuran algunas prostitutas y algunos vendedores y mensajeros de sustancias prohibidas.
El caso de los engreídos, petulantes y presumidos, son aquellos que, aun llegando con documentaciones válidas, prefieren lanzarse a las calles a hacer diabluras y no aceptar un empleo modesto, por debajo del estatus que tenían en sus países.
Ahora bien, ¿cuáles son los que caen en algún tipo de delincuencia por ignorancia?
Son aquellos que terminando de llegar confían en algunas recomendaciones de supuestos “amigos”
y familiares que los inducen a trabajar con documentos legales (tarjetas de seguro social) prestados, sin dejarles saber que esa práctica constituye un delito federal grave.
Cuando una persona trabaja con el número del seguro social prestado, no solamente está delinquiendo. También está beneficiando al dueño del documento, porque los impuestos que les descuenta el patrón, les son acreditados al dueño del social, que los cobra al finalizar el año, al momento de llenar sus plantillas de impuesto. Además de sumarle créditos para su retiro.
Lo peor de todo esto es que si el gobierno descubre el fraude a tiempo, el dueño del documento lo reporta como robado y quien lo usó, pensando que le habían hecho un favor, queda fichado como un ladrón y quien prestó el social, supuestamente haciendo una obra de caridad, se lava las manos como Pilatos, ya con su dinero en el bolsillo y su retiro asegurado, sin haber trabajado por el libro.
Otra delincuencia por necesidad son los matrimonios por negocio para hacerle la residencia a otra persona, con la cual usted nunca tuvo ni va a tener relaciones sentimentales.
En este último caso, ambos corren con la misma consecuencia, cosa que muchos ignoran hasta que Inmigración los atrapa en la bajadita.
Excelente artículo.👍