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miércoles, febrero 5, 2025

Mi ruta hacia Dios 2025

Por César Aybar

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Al inicio de cada año calendario, la gente acostumbra a revisar lo logrado y a organizar su año, a planificarlo, fijando metas para avanzar. Muchos que son meticulosos y organizados, hacen prácticamente un proyecto de lo que será su vida en el año que recién inicia, para llevarlo a cabo.

Es decir, se plantean objetivos, metas, y acciones y actividades, con fecha de cumplimiento y todo, de modo que se puedan alcanzar las metas y los objetivos. Eso, lógicamente, no está mal, todo lo contrario, es bueno organizarse para iniciar el año, ya que es un nuevo período que se inicia.

Todos debemos en mayor o menor grado, planificar su vida, y es preferible hacerlo por etapa, tomando como premisa, el cierre de un periodo y el inicio de otro. Esa práctica, yo la he hecho desde hace mucho tiempo, pero siempre con cosas relativas a la vida en este mundo. Siempre visualizando una mejoría en el plano humano, todo lo que uno pueda imaginar, pero en el plano humano.

Este año ha sido diferente, porque este año mi reflexión ha girado en torno a mi crecimiento en el ámbito espiritual, en lo trascendental. La pregunta, por ejemplo, ha sido: ¿En qué he mejorado en ese aspecto?

También hay otras preguntas: ¿Ha aumentado mi fe en este período? ¿Me he acercado más a Dios o ha sido lo contrario? ¿Soy más feliz ahora que hace un año? ¿Comprendo más a las personas ahora que hace un año? ¿Amo más a Dios ahora que hace un año? ¿Amo más a mi prójimo ahora que hace un año?

O algunas preguntas ontológicas como: ¿Para mí, tiene más sentido la vida ahora que hace un año? ¿Tiene sentido mi vida? ¿Es el ser humano trascendente? La trascendencia aquí se refiere a la existencia después de la muerte.

Conversando con una persona en días pasados, le sugerí que se convirtiera, ya que esa era una de las formas de Jesús anunciar las buenas nuevas, el Evangelio: “El tiempo se ha cumplido y el Reino de Dios está cerca; conviértanse y crean en el Evangelio (Marcos 1:15).

En medio de la conversación, esa persona me preguntó: ¿Qué es eso de convertirse? Entonces, de pronto se me ocurrió ir a la Biblia y leer primera de Corintios 13, desde el verso 4 al 7:

El amor es paciente y muestra comprensión. El amor no tiene celos, no aparenta ni se infla. No actúa con bajeza ni busca su propio interés, no se deja llevar por la ira y olvida lo malo. No se alegra de lo injusto, sino que se goza en la verdad. Perdura a pesar de todo, lo cree todo, lo espera todo y lo soporta todo.

Entonces le dije: En ese texto, donde quiera que encuentres la palabra amor, cámbiala por tu nombre. Sonaría así (Suponiendo que la persona se llama José):

José es paciente y muestra comprensión. José no tiene celos, no aparenta ni se infla. No actúa con bajeza ni busca su propio interés, no se deja llevar por la ira y olvida lo malo. No se alegra de lo injusto, sino que se goza en la verdad. Perdura a pesar de todo, lo cree todo, lo espera todo y lo soporta todo.

Compara esos atributos del amor con tu comportamiento, y si ves que no son parte de ti, entonces no has entrado en el proceso de conversión. Entra en ese proceso y cada cierto tiempo, compara tu comportamiento con los atributos del amor; si ves que ahora tu comportamiento se asemeja en parte a esos atributos, has entrado en el camino de conversión.

De esa manera, cada cierto tiempo, le dije, vuelve a leer primera de Corintios 13: 4-7, y has el mismo el ejercicio, así comprobarás tu avance en ese camino de conversión. Si algún día tu evaluación te dice que tienes cien por ciento los atributos del amor (Cosa que es muy difícil), entonces tu conversión ya es completa.

Después, al meditar la prédica que le había hecho a esa persona, me dije: Eso debo asumirlo para mí mismo. En este año que empieza mi meta es tener cada vez más desarrollados en mí los atributos del amor descritos en primera de Corintios 13, y escribí mi plan, pero sin detalles:

Mi ruta hacia Dios 2025

 Ser paciente como el amor, porque el amor nunca se desespera.

Ser comprensivo como el amor, porque el amor siempre comprende.

No tener celos, como el amor, porque el amor jamás tiene celos.

No aparentar, como el amor, porque la esencia del amor nunca es apariencia.

No inflarme, como el amor, porque el amor brilla en la humildad.

No actuar con bajeza, como el amor, porque el amor nunca lo haría.

No buscar mi propio interés, como el amor, porque el amor nunca busca su propio interés.

No dejarme llevar por la ira, como el amor, porque el amor es calma, es quietud.

Olvidar lo malo, como el amor, porque el amor es todo bondad.

No alegrarme de lo injusto, como el amor, porque el amor es justicia.

Gozarme con la verdad, como el amor, porque el amor es la verdad.

Esperarlo todo, como el amor, porque el amor siempre espera.

Soportarlo todo, como el amor, porque el amor lo soporta todo. 

*El autor es investigador y empresario agroindustrial

César Aybar
César Aybar
Es investigador y empresario agroindustrial

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