Por Federico Pinales
Definitivamente no se puede creer en políticos ni en religiosos.
Todos son hechos a la medida.
A ninguno les importan la justicia ni la vida.
Para todos, hasta los ángeles inmaculados son demonios, cuando no les sirven a sus intereses.
Pero por el contrario, a quienes los siguen ciegamente, los veneran y hacen todo lo que ellos ordenen y digan, pasan a ser santos, aunque sean los hijos aventajados de Lucifer.
El mejor ejemplo lo acaba de dar el recién juramentado presidente constitucional de los Estados Unidos Donald Trump, al ignorar todos los esfuerzos del Departamento de Justicia de ese país, indultando a todos los “criminales” convictos por el asalto al principal centro del poder político de la nación más poderosa del mundo.
Pero eso no es nada, porque el mismo Donald Trump fue indultado por las iglesias que les perdonaron todas sus diabluras, lo promovieron y lo eligieron.
Ahora solo falta que él mismo se auto indulte, para liberarse de las decenas de cargos que pesan en su contra.
¿Para qué sirvió tirar a la basura tantos miles de millones de dólares del Departamento de Justicia procesando judicialmente a 1500 personas consideradas culpables de unos delitos cometidos a plena luz del día, frente a la vista de medio mundo?
Podrá ser el mejor presidente del mundo, podrá cumplir todas sus promesas de campaña, podrá salvar a la humanidad de la tercera guerra mundial y por ende de un posible holocausto nuclear, pero eso no quiere decir que deje de ser un soberano delincuente, encontrado culpable por varios jurados de la Justicia Norteamericana. De la cual se ha burlado como individuo y ahora como presidente, al indultar a los 1500 revoltosos que él mismo indujo a delinquir, al estimularlos y manipularlos para que tomaran el Congreso Nacional, poniendo en peligro la vida de cientos de congresistas y llevándose de paro varias vidas humanas inocentes, que para Trump y las iglesias cristianas, al parecer no significaban dada.
Por todas esas acciones incomprensibles e incoherentes, es que para mí los políticos y los comerciantes de las religiones son unos descarados, que debieran estar encerrados.
para que no les sigan haciendo tanto daño a la Democracia y al cristianismo. Dos cosas en las que yo creo, pero no en sus falsos representantes.