Por Osvaldo Santana
Pese a los nubarrones (guerra entre Rusia y Ucrania, conflicto en el Medio Oriente, que no cesan, la instauración de un nuevo gobierno en Estados Unidos y sus nuevas políticas los altibajos del petróleo, más las preocupaciones internas, como el tamaño de la deuda pública, el presupuesto deficitario y las amenazas sobre el valor del peso dominicano, probablemente), 2025 no resulte tan tormentoso como lo pintan y quizás constituya una oportunidad para el gobierno dominicano.
Lo que hasta ahora ha sido fuente de críticas (la enorme cantidad de obras públicas a medio palo y la pobre asertividad en algunas áreas, más el déficit eléctrico y la ausencia de fórmulas que garanticen una mejoría de los ingresos tras la frustrada reforma fiscal), representa retos para un año exitoso, y todo va a depender de la capacidad de maniobra de las autoridades.
Siendo así, el gobierno no debería amilanarse, sino poner manos a la obra con tantas cosas por hacer. Le convendría concentrar sus esfuerzos en la terminación de las obras en construcción, evitar nuevos compromisos no prioritarios, lo que redituaría su posicionamiento en el ánimo público.
De hecho, el nuevo período de doce meses devendría como el primer año de un nuevo gobierno, con el conocimiento acumulado en los años anteriores, lo que sugiere que navegaría como mucho más facilidad que al principio de la gestión pasada, inaugurada en medio de una pandemia y la mayoría de los funcionarios sin experiencia en la administración pública.
Cuatro años después, si bien los contrarios políticos serían menos considerandos, porque no les reconocerían excusas para errores de aprendizaje, los gobernantes tienen a favor que precisamente los dos principales partidos adversos continúan inmersos en sus procesos de renovación y reestructuración después de las elecciones de 2024. Además, parecen dispuestos a hacer causa común con el gobernante Partido Revolucionario Moderno (PRM) en un tema que les compete: las candidaturas independientes.
El Partido de la Liberación Dominicana (PLD), tras las terribles fugas de importantes figuras desde 2020, aunque ha logrado la realización de su X Congreso, todavía en febrero de este año estará en su proceso de reestructuración, con la elección de los responsables de las diferentes secretarías. Se presume que ya ha superado las fricciones internas. La Fuerza del Pueblo recibe el año en medio de su congreso de renovación con la elección de nuevas autoridades, y actualización de su línea programática, lo que implica que la mayor parte de sus energías están dirigidas hacia adentro.
De modo que, desde el litoral político opositor, el gobierno de Luis Abinader no tendría de frente amenazas importantes. Más bien debe prestar atención al desempeño de sus propios funcionarios y al peligro mayor: la lucha en el PRM por su sucesión en con vistas al 2028.
Las amenazas principales provienen desde el exterior, con los impactos de los conflictos internacionales, en el precio del petróleo y el resto de los commodities, los imponderables de una nueva administración en los Estados Unidos, sobre todo por las nuevas políticas económicas aún no definidas.
Deviene en amenaza también la política exterior dominicana, excesivamente proactiva en atención de la agenda de los Estados Unidos. El desempeño frente a Venezuela y Nicaragua, por ejemplo, podría considerarse excesivo en atención de lo que pudieran ser los intereses reales que debían mover la política exterior dominicana, sin tanta sujeción a los propósitos norteamericanos.
Pende también el riesgo del vecino Haití, un tema que bien pudiera ser considerado “bajo control” desde la perspectiva dominicana, pero que, en cualquier caso, en el territorio haitiano no podría ir más allá de la dramática situación vivida hasta ahora. El mayor impacto de la crisis haitiana se refleja en el país en las migraciones y en el intercambio comercial, pero desde el punto de vista de la seguridad fronteriza, se trata de un factor que el gobierno dominicano puede manejar con facilidad.
Una perspectiva hacia los próximos 12 meses, vistos estos factores, sugeriría que el gobierno no tendría que terminar mal con la sostenibilidad, en énfasis en la estabilidad macroeconómica, en la mejoría de la seguridad en las calles, superar los lastres con la ejecución de obras, sin desconocer el peso de la deuda, los déficits eléctrico y fiscal.
Con 2028 aún distante, el gobierno tiene 12 meses que se divisan tranquilos políticamente, incluso, con signos favorables frente a factores como la delincuencia y la potencial conflictividad social. Pese a los nubarrones en el horizonte.