Por Federico Pinales
Acaba de caer uno de esos diarios mentirosos, manipuladores, chantajistas y mafiosos de Los Estados Unidos de Norte América, que por décadas se vendieron como prestigiosas empresas de comunicación, “objetivas y creíbles”, hasta el punto de que muchos profesores de periodismo de algunas universidades dominicanas, los ponían como ejemplos a seguir.
Según he leído y escuchado, en diferentes medios digitales, un tribunal del Estado de Boston condenó a un prestigioso diario de 149 años de existencia, a pagar una indemnización de 1.1 millón de dólares por haber difamado y acusado falsamente a un funcionario público de ese estado.
Aunque ya esa es una noticia relativamente vieja, la tomo a modo de ejemplo para reforzar lo que dije la semana pasada en el artículo titulado “Las Noticias Falsas”, refiriéndome a ciertos periódicos y periodistas dominicanos que en cierto momento han empleado los mismos métodos que empleaba ese diario americano que acaba de ser condenado ejemplarmente por mentiroso y desprestigiador, en busca de intereses particulares.
Con esa sentencia de Boston, me imagino que el expresidente de México, Andrés Manuel López Obrador, se animará a sentar en el banquillo de los acusados a uno de los principales diarios de Nueva York, que usó a uno de sus más “prestigiosos” periodistas, para hacer un reportaje intentado ligarlo al bajo mundo de las drogas.
Con el propósito malsano de desprestigiar al mejor presidente que ha tenido ese país en las últimas décadas.
Durante sus seis años de mandato no se le arrodilló a poder alguno, ni local ni extranjero.
Salió del poder con uno de los índices más altos de aprobación, muy a pesar de los grandes monopolios de la comunicación de su país y de los Estados Unidos.
Gracias a “las benditas redes sociales” como él solía llamarles en sus tradicionales conferencias mañaneras, los desprestigiados pontífices de la comunicación mundial no pudieron derribarlo mediante golpes de estados blandos, dirigidos por los poderes fáticos de los Estados Unidos, empezando por algunos medios Neoyorquinos, uno de ellos propiedad de un empresario mexicano.
Este último medio escogió a un periodista premio Pulitzer para dirigir la campaña difamatoria contra López Obrador, según lo denunció él mismo, cuando era presidente, en una de sus mañaneras.
Otra periodista igual de famosa, empleada del mismo diario, estaba apoyando la campaña de desprestigio en contra del presidente mexicano, pero éste la descubrió, la denunció y publicó su teléfono, lo cual irritó a otros periodistas norteamericanos, igual de manipulantes y chantajistas, al servicio de los peores intereses internacionales.
El expresidente López Obrador, sin atropellar a nadie, se dio a respetar de los poderosos locales y extranjeros, y se ganó el cariño de la gente del pueblo llano y humilde. Por eso, la candidata que él respaldó ganó con más de 36 millones de votos. A pesar de las campañas de desinformación y desprestigio que le mantuvieron los medios tradicionales de su país y de los Estados Unidos, durante los seis años de su fructífero gobierno.
La condena al anciano periódico Everest de Boston,
por difamación, es una prueba más de la poca vergüenza de una gran parte de la prensa americana.
