jueves, noviembre 21, 2024

No fui “obstáculo” para que Guzmán Fermín fuera jefe de la Policía Nacional

Por Melton Pineda

De un tiempo a esta parte y luego de saber que jefes de Policía que se supone debían perseguir el delito, cometían acciones bochornosas, hasta consumir sustancias prohibidas, algo confesado por subalternos suyos mientras cubría esa fuente, desarrollé un trabajo que siempre quise diferenciar, debido a que la mayoría de “colegas” que también “cubrían” eran agentes, y algunos hasta salieron con rangos.

Por mi posición vertical de defender la verdad, a lo que se agrega mis posiciones ideológicas hacia el progreso de la humanidad, me llevaron a la convicción de que no todo estaba perdido en la Policía Nacional.

Con varios jefes de ese cuerpo, que fueron íntegros, y que por mi relación con la fuente, cultivé amistadas, y defendía sus actuaciones y denunciaba otras.

En una ocasión, mientras laboraba en el horario estelar del Gobierno de la Mañana, los colegas Julio Martínez y Euri Cabral, preocupados porque un amigo suyo, el mayor general Rafael Guillermo Guzmán Fermín, les expresó su inquietud sobre mi actitud  crítica y que por la misma supuestamente “obstaculizaba su ascenso a la jefatura de la PN, y que, si yo continuaba con esas críticas…”

Estos colegas, compañeros y amigos, me dijeron, muy gentilmente, que ese general tenía la intención de reunirse conmigo para resolver lo que él consideraba era “su obstáculo para ascender a la jefatura de esa institución”.

Yo no lo entendía así, y ante la insistencia de esos dos colegas, decidí acceden a ir a “tomarnos un vino” con quien entonces era subjefe de la Policía.

Los colegas escogieron un Penn House propiedad de un alto dirigente del Partido de la Liberación Dominicana (PLD), en el ensanche Naco. Convenimos que fuera a las 8:00 p.m.

Subimos por ascensor al Penn House. Ya todo estaba preparado y un “salud” por el encuentro. Chocamos copas, el oficial chocó la mía, diciéndome: “yo soy su amigo”.

De inmediato, uno de mis colegas, dijo: “Vamos a lo que vinimos. Mira Melton, te  hemos traído aquí porque este oficial que tiene a tu lado dice que tú le tienes trancado el juego, obstaculizando su ascenso a la jefatura de la PN”.

Que lo diga un colega no es nada y solo le respondí que eso no era cierto, que era una mala interpretación, porque “yo no hablo mentiras, aunque me puedo equivocar”.

En esta conversación con el colega, interrumpe el alto oficial y dice: “Mire periodista Melton Pineda, ese es mi currículo que usted no conoce.” 

Casualmente, un gran currículo de cursos hasta en la Escuela de Las Américas.

“Pero yo entiendo que, por sus críticas en ese gran programa, El Gobierno de la Mañana, yo no he sido designado como Jefe de la Policía Nacional”, enfatizó el general.

Mi indignación fue tal, al escuchar lo que entendí era una amenaza velada y peligrosa, que me paré de la silla, y decidí marcharme de la reunión, sin antes decirle: “Y haga lo que usted le dé su maldita gana. Yo no tengo ni tendré miedo, haga lo que usted quiera”.

Me levanté hacia el ascensor, y detrás de mi avanzaban los dos colegas y otra persona, creo que el anfitrión, insistieron en que no me retirara, que “había que echarle agua al vino…, por favor, vuelve al encuentro.  No nos haga eso…” Martínez Pozo, aseguró: “el oficial va a retirar lo que dijo, si te ofendió”.

“No es ofensa, es una amenaza velada, que la retire, si no lo voy a denunciar mañana en el Gobierno de la Mañana”, respondí yo.

Volví al encuentro. Nos dimos la mano y el oficial retiró muy amablemente lo que había dicho, pero reiterando que si dejaba de “atacarlo” él sería el próximo Jefe de la Policía.

Pensé de nuevo  marcharme, pero me quedé sentado.

“Bueno, pues si usted me lo pide en persona, yo creo que no es así, pero, por consideración a mis colegas, yo voy a dejar de hablar de usted, hasta que usted no meta tanto la pata y cometa errores. Trate de no cometerlos”, le dije al alto oficial policial.

Chocamos la copa de vino y la armonía volvió al encuentro.

Entre tragos y picaderas, el tema se tocaba de forma tangencial para evitar agravios.

El encuentro terminó armónicamente, tanto así que el oficial, al marcharnos, me invitó a subirme en su yipeta oficial, mientras mi seguridad manejaba la mía detrás y me acompañó hasta mi casa. 

Llegamos a la avenida Enriquillo esquina Bayacán del sector Los Cacicazgos de la capital. El oficial se despidió cortésmente y se marchó.

 

Por unos días dejamos de mencionar al alto oficial.

Lo designaron

A los 14 días, el jefe del Estado de entonces, el doctor Leonel Fernández Reyna, designó mediante decreto Número 390-07- al subjefe Policía que decía aseguraba que yo le obstaculizaba su ascenso a la jefatura.

Una vez se publicó el decreto, el alto oficial me llamó, afirmando: “tú ves, ya soy el Jefe de la Policía Nacional, tú vas a ver, tiene un verdadero amigo aquí, cuando quieras puedes visitarme en mi Despacho”.

O no me dio tiempo, no pensaba hacerlo, porque quien salía de la jefatura policial era mi hermano, como él mismo decía y actuaba, el único teniente general de la Policía Nacional Bernardo Santana Paz, a quien conocí cubriendo esa institución con el rango de cabo.

Grave incidente

A los 18 días de su designación, pasó el incidente más grave que pude tener en mi vida.

Una noche, al parecer aprovechando la salida del país del Jefe del Estado, doctor Leonel Fernández, quien viajó a New York a asuntos oficiales, agentes de patrulla en el sector Los Cacicazgos, cuando llegaba desde Boca Chica, agentes policiales se presentaron y desarmaron a los agentes de seguridad que me acompañaban tan pronto entré a la residencia.

Alarmado, uno de ellos subió y desde Haina un raso   de la  PN a quien no le tocaba servicio, también me llamó que agentes se presentaron a su vivienda y lo habían desarmado y arrestado.

Habíamos dejado a mi hijo, Melton Junior, que subiera unas cajas que habíamos traído. Minutos después, cuatro patrullas de los denominados Lince, vestidos de negro, lo encañonaron y alegaron que “era un ladrón y se está robando esta camioneta.”

Una vecina, por demás comadre, llamada Violeta Contreras, alarmada, me llamó y me dice: “Melton, Melton, Luchy, Luchy, bajen, corran, que hay unos policías, que tiene a Melton Junior encañonado y lo van a matar”.

Nuestro hijo, asustado y desesperado, le decía: “yo vivo ahí arriba, mi papá es el periodistas Melton Pineda”.

Ahí fue que arreció la agresión, rastrillando las ametralladoras.

Al escuchar esto, tomé una metralleta P-90, con 65 proyectiles. Le voceé a los agentes: “Espérenme ahí, que yo soy su papá; lo dejaron y ya venía subiendo las escaleras hacia el cuatro piso.

Le dije: Sube, mientras le voceaba a los agentes. Vengan, criminales, fue su jefe que los mandó. Díganle que venga él”.

Me dispuse y llamé al teléfono del despacho del jefe de la Policía. Recuerdo: 809-688-2020. Me contestó un general amigo, asistente del incumbente. Indignado le narré lo que estaba ocurriendo, y me dijo: un momento… volvió con el mensaje siguiente: “que dice el jefe que tú sabes que él es tu amigo, que eso no fue él, que son órdenes superiores. Le dije que si era para eso era que él quería que yo me callara.

“Es más, él me dice que vaya para allá… dame tu dirección”. Se la di y a los 10 minutos llegó el alto oficial con el mensaje del Jefe.

Al lugar ya se había apersonado el jefe del destacamento de El Mirador del Sur de apellido Camilo.

El alto oficial hizo un aparte, y lo contó todo.

Le exigí que llamara a los agentes que estaban de patrulla en el sector. Abrió la radio de comunicación vía central de la PN… en 15 minutos se presentaron 17 patrullas motorizadas. 

El emisario del jefe las puso en atención y en fila y les ordenó:

“Den dos pasos al frente las dos patrullas que hace unos minutos estuvieron en este parqueo”.

De inmediato, cuatro agentes dieron dos pasos al frente, y dijeron: “Nosotros señor”.

Le pedí permiso al general para decirle algo a los agentes: “Miren, el padre de ese joven que ustedes tenían encañonado hace un rato y que querían asesinar, porque ustedes les tienen miedo a los verdaderos delincuentes… ustedes, estuvieron a punto de matarlo, pero si lo hacían, a ustedes lo iban a someter a la justicia civil, y allá en pleno palacio de justicia, ustedes pueden estar seguros que yo los mataría, abusadores”.

Hubo una orden superior

Ahí intervino el general, muy prudente, y me dijo: “Melton, eso se va a resolver, eso se va a resolver.” Y yo: “¿y si hubiesen matado a mi hijo?”.

“Ok, yo le llevo el mensaje al jefe, no hay problemas, pero no es él, hay una orden superior”, insistió el alto oficial. 

¿De quién? 

“Del Ministro de Interior y Policía, doctor Franklin Almeyda Rancier.

De inmediato, mi esposa Ana Medina llamó a su hermano, el general Héctor Belisario Medina Medina, y le dijo lo que ocurría.

De inmediato, el Presidente Fernández fue enterado del bochornoso caso y con las lamentaciones, dispuso que “Melton se olvide de policías, que se ha dispuesto que sean guardias que lo cuiden, porque él no puede estar solo, y que me excuse”.

Esa misma noche, llegaron a nuestra vivienda en Los Cacicazgos dos militares, un sargento y un cabo del Ejército Nacional, para cubrir el servicio.

Al otro día, denunciamos el abuso a que fuimos sometidos de forma innecesaria y agradecí al jefe del Estado por garantizar nuestra seguridad.

Melton Pineda
Melton Pineda
Periodista

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