martes, octubre 22, 2024

Chávez, su entorno y yo En la dirección de la campaña

Rafael Céspedes Morillo

Te irá a buscar al aeropuerto el capitán Pedro Carreño. Así me dijo Onofre Rojas al despedirme, añadiendo: Él tendrá un cartel que dirá ‘’Rafa’’; suerte y éxitos. Llegué al salón donde esperan los pasajeros, llevaba como tres maletas, recorrí dos o tres veces el salón, no había nadie portando un letrero con esa palabra y ahí comencé a ponerme nervioso. 

Confieso que me acompañaba un nerviosismo injustificado, pero real; todos parecían que me miraban, menos alguien con mi nombre corto. Me dirigí a una estación que tenía un letrero algo así como: Información al turista y justo cuando me disponía a pedir que llamaran al capitán Carreño, se me acercaron tres personas, vestidas de civil preguntándome si yo era Rafa. 

Le respondí al que preguntó, sí, soy yo. ¿Tú eres Pedro Carreño?, me respondió que no, entonces me vi en la cárcel. “Me descubrieron… me van detener’’ y más cosas pasaron por mi mente, hasta que el personaje se identificó, diciendo: “no, yo soy el coronel Lagonel, mi capitán Carreño no puedo venir y vine en su lugar’’. 

Comencé a respirar de nuevo. Asumo que se notó algo, porque Lagonel agregó: “Así que tranquilo, estás en buenas manos… ¿Ese es su equipaje?"

Tras decir que sí, las dos personas que le acompañaban tomaron las maletas y salimos hacia el estacionamiento para dirigirnos a Caracas. 

En el trayecto fue muy poco lo que se habló; cosas muy puntuales que a veces eran para ‘’romper el hielo’’. 

Llegamos a Caracas, específicamente al hotel Las Mercedes, ubicado en un centro comercial con ese mismo nombre. Registrado en el mismo me informaron que podía consumir lo que yo quisiera, que todo estaba cubierto. 

"Mañana le llamarán y conversarán". Nos despedimos y me fui a la habitación asignada, cuyo número no recuerdo. 

Al día siguiente llamé a una persona que no conocía, solo su nombre: Mary Jacqueline Rojas. Me identifiqué, ella ya sabía de mí, me fue fácil entablar conversación con ella y me permitió pedirle algunas cosas que esa misma tarde comenzaron a suplir, como un televisor adicional, un radio y un periódico de los que no me suministraba el hotel. 

Las mañanas eran para ver o monitorear los programas de corte político de los cinco canales más importantes. Leía los cinco periódicos y monitoreaba unos seis programas de radio, a veces con problemas, porque me coincidían dos o más que eran de interés y aquello se convertía en una locura, pasando el dial de una lado a otro. 

Al tercer día, nadie, solo Jacqueline tenía contacto conmigo. Nadie me había llamado, nadie me había visitado, y aunque los dos primeros días estuve muy ocupado, en un momento de descanso, caminaba por el centro comercial y me pregunté: ¿Qué hago aquí? Esta gente o no tienen interés en mí, o son súper desorganizados. Voy a dejar esto y punto, subí a la habitación y llamé a Mary Jacqueline.

Como de costumbre, me respondió con mucha cortesía, a pesar de que no nos conocíamos personalmente. Me exprese más o menos así: ¡Hola amiga! Gracias por atenderme de nuevo, lamento las molestias que te he causado, pero es para informarte que a partir de mañana puede enviar a buscar el televisor y la radio y no tienes que enviarme los periódicos, y mil gracias por toda la gentileza que me has dispensado. 

¿Y qué pasa, que no lo necesita más? 

No lo necesito porque mañana me marcho a mi país. Vine a molestar y a perder mi tiempo, ya que tengo tres días y nadie ni por cortesía me ha llamado. No entiendo porqué querían que viniera.

“¡Nooo!, deme unos minutos y le vuelvo a llamar, fue su respuesta. Efectivamente unos minutos después me llamó aquel capitán Carreño para anunciarme que al otro día a las 10 y media de la mañana pasaría a buscarme para llevarme donde el Comandante Chávez. 

Así sucedió y entonces me encontré por primera vez con el Comandante Chávez, quien al verme se sorprendió al identificarme con el personaje que él había conocido en su pasada visita a República Dominicana. 

Él esperaba a otra persona, aunque pareció alegrarse de que fuera yo.  Así de desorganizada y vacía como dice Génesis, estaba la campaña que me esperaba. No sentí miedo, pero sí preocupación.

Rafael Céspedes Morillo
Rafael Céspedes Morillo
Rafael Céspedes

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