Por Lito Santana
No hay dudas de que el año 2024 fue sumamente exitoso para el presidente de la República, Luis Abinader.
Tan positivo fue que pudo ganar la reelección a la Presidencia con una holgura que superó el 57% de los votos en las Elecciones Generales del 20 mayo, consolidando su liderazgo, no solo en su partido, el Revolucionario Moderno (PRM), sino en todo el país, pues su más cercano contendor, apenas rondó el 28% de los votos.
Después de ese avasallante triunfo electoral, el reelecto presidente pasó más suave que el terciopelo, una reforma constitucional, aprobada, tal cual él se lo propuso, sobre todo por colocar un "candado mayor" para evitar su modificación, con fines electoreros.
Después, las modificaciones a su gabinete, la selección de sus cuadros militares, policiales e investigativos, han pasado sin ningunas consecuencias adversas, incluyendo las movidas en su personal diplomático y consular.
El único traspié que puede registrarse fue la fallida reformas fiscal, que le dio un "sacudión" que le bajó punto a su protagonismo.
Con el fracaso de ese intento quedó en la caja registradora del Gobierno el sueño de 122 mil millones de pesos, que estarían dedicados a la conclusión de obras trascendentales para el legado que quiere dejar el mandatario.
Así lucen rezagados proyectos como la Carretera de Circunvalación de Baní, la Ruta del Ambar en Santiago-Puerto Plata, la terminación de la Autopista Duarte, los pasos a desnivel en las avenidas Isabel Aguilar y Gregorio Luperón, las ampliaciones en las avenidas Colombia y Monumental y ni hablar de cientos de escuelas y decenas de hospitales cuya terminación marcha más lenta que "un suero de miel de abeja".
Si en el 2025 estas y otras obras no sienten la aceleración del gobierno los pronósticos para el 26 están "feos para las fotos".
Y para el 2027 la Junta Central Electoral estará anunciando por ley el inicio del año preelectoral, que trae consigo la campaña interna de los partidos, jornada en la que Abinader quedará a la deriva, por la modificación de su propia Constitución, no puede ser candidato presidencial y será "soltado en banda", por los dirigentes de su propio partido.
De modo que el presidente Abinader debe jugársela, dando el todo por el todo en el 2025, para llegar a buen puerto, si no quiere que su legado se desvanezca y quede en el olvido.
