lunes, septiembre 16, 2024

1987: El asesinato de Carlos Grullón, Haití

Por Melton Pineda Féliz

Para el año de 1987, laborábamos en el canal 2 de Teleantillas, en el programa Uno + Uno, como periodista asignado al Palacio Nacional, y la dirección de ese canal decidió enviarme a cubrir las elecciones que se desarrollaban en Haití, durante el gobierno del dictador general Henry Namffy. Para la ocasión me asignaron al camarógrafo Carlos Utate. 

Desde que llegamos a esa convulsionada nación presentíamos que el nivel de violencia de los organismos de seguridad, asistidos por bandas armadas, los denominados Tong Tong Macute, provocaría la suspensión de esas elecciones.

Nos juntamos con un grupo de periodistas dominicanos, entre ellos, Leo Reyes, de El Nacional, Tulio Navarrete, del Listín Diario, Núñez Patiño, Carlos Gullón de Rahintel, José Labourt, de El Caribe y la emisora HIJB.

El grupo decidió alojarse en un pequeño hotel, al lado del palacio de gobierno, buscando una supuesta seguridad y estar próximo a los acontecimientos que se desarrollarían.

Esa misma tarde decidimos hacer un recorrido por los barrios marginados de Puerto Príncipe, para calibrar la situación.

Los denominados Tong Tong Macute recorrían la ciudad, montados en yipetas, motores y otras unidades motorizadas, sembrando el terror.

A cada momento, se escuchaban los tableteos de las ametralladoras, con saldos de muertes de ciudadanos. 

En un momento penetramos a un barrio marginado y quedamos atrapados en medio de un tiroteo contra ciudadanos, que eran enfrentados por militares y hombres vestidos de civil con armas cortas y largas.

El camarógrafo de Rahintel, Carlos Grullón, un joven alto, de tez blanca, que al parecer no tenía experiencia de reporterismo de calle, se extravió del grupo por varios minutos, mientras se recrudecían los tiroteos.

Nos refugiamos en viviendas familiares, donde nos protegieron, mientras nuestra preocupación era el destino de Carlos Grullón, que había desaparecido. Luego apareció corriendo y filmando con su cámara.

Cuando llegó donde el grupo le llamé la atención, inquiriéndole que no vuelva a hacerlo, que no se separara del grupo, porque era peligroso. Asintió con la cabeza y dijo que se había demorado porque el tiroteo era muy intenso. 

Decidimos irnos a otro sector y luego pasamos al hotel donde estábamos alojados.

Pernoctamos allí y en horas de la mañana decidimos unirnos al grupo de periodistas internacionales que estaban alojados en el hotel Holiday Inn.

En este hotel, a eso de las nueve de la mañana se vivieron momentos cruciales, debido a que tres yipetas color gris, ocupadas por civiles con armas largas, que según nos informaron eran Tong Tong Macutes, siempre pasaban por la calle del hotel a gran velocidad, y desde las mismas lanzaban ráfagas de ametralladoras, al parecer hacia arriba, aunque en una ocasión algunos de los disparos dieron a baja altura en las paredes del edificio.

Cada vez que se anunciaban: “ahí vienen las yipetas”, todos nos colocábamos detrás de las grandes columnas, nos lanzábamos al pavimento o entrábamos en grupo despavoridos.

En ese ambiente hubo una ocasión en que los ocupantes de las tres yipetas y un carro decidieron desmontarse y atacarnos, y dispararon contra más de 350 periodistas, camarógrafos y fotógrafos de medios extranjeros que estábamos en el lugar, y fueron repelidos por agentes encubiertos norteamericanos que cuidaban a la prensa estadounidense que cubría esas elecciones.

Ese tiroteo nos tomó por sorpresa, mientras transmitíamos en vivo. Nos protegimos detrás de una columna de cemento y pudimos narrar el incidente, mientras el grupo corría al interior del hotel. Un portentoso bufete que ya estaba dispuesto, con decenas de personas en fila y sirviéndose, fue virado al piso por quienes entraron despavoridos.

Recuerdo que el colega José Labourt me llamaba desde el segundo piso: “Melton, Melton: sube, sube, que te van a matar ahí abajo” y el colega Leo Reyes, que acababa de recuperarse del pánico, con una cantimplora cubierta de piel, llena del ron haitiano Barbancú, nos dijo: “dese un trago, colega, que estamos vivos”, mientras Tulio Navarrete, que acababa de pararse donde estaba acostado protegiéndose, mientras se limpiaba parte de una ensalada que le cayó en la cabeza, solo decía: “ a la pinga, coño, a la pinga, estas gentes son salvajes”.

Luego de este último tiroteo, un grupo de periodistas decidimos ir a los colegios electorales para observar el desarrollo de las elecciones. En un Jeep de chasis corto, propiedad del periódico El Nacional, al ser muy pequeño, tres colegas nos colgamos de los estribos en la parte de atrás, luego decidimos desmontarnos y dejar que los camarógrafos nos trajeran imágenes.

A los diez minutos llegó un fotógrafo extranjero, hijo del historiador Bernard Diederich, a quien conocimos en República Dominicana, y al saber que éramos dominicanos, nos informó del tiroteo en uno de los colegios electorales, donde asesinaron 18 ciudadanos haitianos y un camarógrafo dominicano.

La descripción del camarógrafo dominicano fue: un joven alto, blanco, y determinamos inmediatamente que se trataba de Carlos Gullón, que acompañaba a Núñez Patino del equipo Rahintel, canal 7.

Inmediatamente, pregunté por nuestro camarógrafo de Teleantillas Utate, y me dijo el camarógrafo extranjero: “él está vivo”, porque corrimos juntos, brincamos una pared, pero el soltó la cámara para poder huir”. 

A pocos minutos llegó con la lengua afuera nuestro camarógrafo Utate, y explicó cómo salvó la vida.

En la huida lanzó la cámara Ikegami, pero no pudo recogerla cuando se tiró de la pared, porque policías haitianos venían disparándole ráfagas de ametralladoras.

En medio de esta incertidumbre, entendíamos que no saldríamos vivos de esa nación y mi presentimiento más profundo era que había dejado a mi esposa Ana Altagracia Medina con nuestra primera hija Maricarly Gisselle, con apenas un mes de nacida en noviembre de (1987).

Luego de esta matanza, las embajadas acreditadas en Haití comenzaron a recoger a los miembros de la prensa de su país.

Sabíamos que, con esa matanza en ese colegio electoral, difícilmente se iba a continuar el proceso comicial.

Media hora después de la matanza, el gobierno decidió suspender las elecciones.

Estábamos los 350 periodistas, camarógrafos, fotógrafos concentrados en el hotel Holiday Inn, donde nos habían agrupado para evitar desgracia.

A pocas horas nos llegó la información desde el hotelito donde nos alojamos que una yipeta con unas seis personas, que al parecer eran Tong Tong Macutes preguntaron por los periodistas dominicanos que estaban alojados allí.

Entonces, mandamos a buscar nuestros equipos y una seguridad que nos protegiera, porque nos recomendaron que no volviéramos a ese lugar.

En el lujoso hotel a donde nos habíamos mudado, a cada momento nos informaban detalles sobre asesinatos en los colegios electorales.

Realmente estábamos amedrentados y no podíamos salir del lugar.

Una hora después, un periodista y otro camarógrafo de CNN de Estados Unidos llegaron con la cámara que había dejado nuestro camarógrafo.

A las 5 de la tarde llegó el embajador dominicano en Haití Oscar Padilla Medrano y Manuel Ernesto Polanco para auxiliarnos y un poco incómodo me increpó diciendo: “mi hija me tiene loco, me ha llamado más de 20 veces desde el país, que usted tiene alarmado a todo el mundo diciendo que los van a matar”.

El embajador Padilla nos convenció y agrupó a los periodistas de la misión dominicana y en dos yipetas nos llevó al hotel El Rancho, propiedad del Presidente haitiano Henry Namffi, que era su amigo y que allí no corríamos peligro, porque dispondrían de una seguridad especial.

Antes me preguntó el general Padilla: “Melton, ¿dónde usted se quiere subir para irnos”? Yo le contesté: ¿y usted, en qué vehículo va? Me dijo: aquí. Bueno, yo me voy en el que usted vaya”; Me dijo: “con mucho gusto, súbase”. 

Pernoctamos en ese lujoso hotel, y al otro día, como cubríamos la fuente del Palacio Nacional, y sabíamos el itinerario del Presidente Joaquín Balaguer, que todas las semanas se trasladaba a un lugar distinto, llamé al periodista Héctor Amparo  de Noti Tiempo de Radio Comercial  y a Manuel Jiménez del periódico Hoy.

Luego de varias transmisiones le pedíamos al Presidente Balaguer que dispusiera que un avión de la Fuerza Aérea Dominicana para nos buscara en Haití. 

Los periodistas que nos acompañaban luego de escuchar la transmisión que hacíamos nos criticaron que el aeropuerto de Puerto Príncipe estaba cerrado oficialmente y que eso era imposible.

Héctor Amparo, que cubría la fuente del Palacio Nacional por el programa Noti-Tiempo y que estaba en unos de esos viajes con el Presidente en unos de los actos semanales que realizaba el Presidente Balaguer en el interior del país, le preguntó al mandatario qué haría el gobierno dominicano para rescatar en Haití a un grupo de periodistas dominicanos que estaban varados en esa nación.

En respuesta, el mandatario dispuso que un avión militar, previo permiso de aterrizaje, nos buscara a Haití.

A pocas horas arribó un avión de la Fuerza Aérea Dominicana, donde llegó al Aeropuerto Internacional Francois Duvalier de Puerto Príncipe, el periodista director de Noticiario Rahintel, mientras lloraba, doctor Bruno Pimentel, felicitándonos por la iniciativa.

El periodista Carlos Gullón, muerto a tiros en uno de los incidentes en Haití era empleado de Rahintel.

A la espera del cadáver de Carlos Gullón, las autoridades le informaron a la misión dominicana que el cadáver se quedaría en Haití, porque había que hacer unos trámites para despacharlo.

Los periodistas dominicanos nos molestamos por el incierto destino de los restos de Grullón y sentenciamos que no saldríamos de esa nación sin su cadáver.

La misión dominicana, encabezada por el embajador mayor general Padilla Medrano, salió e hizo las diligencias de lugar y se dispuso que en horas de la tarde nos entregarían el cadáver. Y así ocurrió.

De Haití hacia Republica Dominicana comentábamos el acontecimiento, pero todos muy compungidos nos mirábamos el rostro y entre algunos automáticamente saltaban las lágrimas al ver el ataúd con el cadáver de Carlos Gullón.

Llegamos por el Aeropuerto Internacional El Higüero junto al cadáver de Carlos Gullón, donde nos recibió una amplia representación de colegas de medios de comunicación.

 

Melton Pineda
Melton Pineda
Periodista

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