Por Santo Salvador Cuevas
La formación técnica profesional en la República Dominicana amerita ser actualizada de manera perentoria, y esa acción no debe circunscribirse al cambio de terminologías y ni si quiera limitarlo a los temas centrales que se han impuesto en el siglo XXI.
Es correcto que los diferentes currículos de preparación hagan acopio y se introduzca en su esencia, lo asociado al conocimiento y la información, que son los platos fuertes con que se abrió el siglo XXI y que cruzan de manera vertical y horizontal la dinámica y el quehacer del planeta, a nivel global, pero no se puede perder de vista otras ramas del saber o de formación.
Cierto que ninguna sociedad subdesarrollada o desarrollada) se debe enajenar de las fuentes del conocimiento y la información. Ambos elementos son revolucionarios e impactan la creación, los inventos, el desarrollo tecnológico, etc., (conocimiento); y la información, asociado esto a la comunicación.
El currículo nacional debe abordar a profundidad estos aspectos, que como ya dijimos, son transversales a toda la dinámica global.
Sin embargo, limitar la vida curricular a estos elementos es ser limitativo y es no entender el catalizador, ni el acontecer social, ni el curso de la vida.
Hay dos elementos que debe recorrer el currículo dominicano que son vitales, esenciales y estratégicos.
La educación dominicana en su currículo debe introducir como elementos esenciales y cardinales lo referente al analfabetismo y la educación técnico profesional.
Un país analfabeto, lo que es igual decir, un país sin educación, es como un barco a la deriva, es no entender que la madre del desarrollo de los pueblos del mundo es la educación.
El Estado debe priorizar como su arma vital para el desarrollo nacional, la educación.
Es pobreza humana, es miseria, que el Gobierno no asuma dentro de sus estrategias vitales el tener un país libre de analfabetismo.
Así mismo, el Estado no ha descubierto el rumbo que toman nuestros jóvenes al finalizar su bachillerato.
El joven, al no contar con alternativas al concluir el bachillerato, para que se inserte de inmediato al mundo laboral, cae en un peligroso vacío existencial.
Es que no se han creado las condiciones para contener la vagancia, los vicios, las drogas.
No hay futuro si no priorizamos un rol distinto para la juventud.
Interpreto la realidad nacional y me preocupa, cuando veo la ausencia de un plan concreto y objetivo en los políticos que pretenden dirigir el Estado.
Lo que propongo, junto con el bachillerato, es que el Estado cree en todos los municipios, los Centros Técnicos Profesionales.
Electricistas, ensambladores, informáticos, bioanalistas o enfermeros, en fin, la gama de técnicos auxiliares, que no solo abrirían oportunidades laborales, sino el camino para carreras de más calado.
De manera que, en coordinación con los sectores productivos, el Estado garantice a cada bachiller la inserción en el trabajo productivo.
¡Por Dios, háganme caso! Son tareas vitales y pendientes.