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jueves, enero 9, 2025

El desafío de Edmundo González: de 'amagar y no dar' a una acción decisiva 2 de 3

Por Nelson Cuevas Medina

En la pasada entrega, abordé el refrán popular "amagar y no dar", ampliamente utilizado en política durante situaciones de conflicto, donde se crea presión o desesperación en el adversario. 

Sostuve que esta expresión refleja una estrategia en la que se simula una amenaza sin concretarla. 

Me refería a lo que, en ese momento, se percibía como la actitud de la oposición en Venezuela frente a la juramentación de su presidente el 10 de enero.

Sin embargo, los recientes movimientos de Edmundo González, quien ha iniciado una gira por varios países de América, parecen alterar este escenario y dejan tras de sí varias interrogantes. 

Su periplo comenzó en Argentina, donde, en una rueda de prensa, mostró una actitud desafiante hacia el gobierno de Venezuela y reafirmó su decisión de regresar el 10 de enero para tomar posesión como presidente electo. 

Lo que resulta llamativo es que, en ningún momento, mencionó que dicha juramentación se llevaría a cabo ante la Asamblea Nacional, como había afirmado anteriormente. 

Aquí surge una nueva pregunta: ¿se habrá dado cuenta de las implicaciones de romper esa barrera creada por el gobierno chavista en torno a esa sede? ¿Optará por juramentarse en otro lugar del país o fuera de Venezuela? 

Cualquier acto de juramentación fuera de la Asamblea Nacional, órgano reconocido por González cuando solicitó el salvoconducto que lo llevó a su exilio en España, además de violar la Constitución, sería considerado ilegal.

En la rueda de prensa celebrada en Argentina, donde la ministra de Seguridad Nacional, Patricia Bullrich, fue la única representante del gobierno argentino presente (curiosamente, el presidente Javier Milei no participó), la intervención de González fue el centro de atención. Ante la pregunta sobre si Argentina brindaría apoyo físico en su regreso a Venezuela, Bullrich ofreció una respuesta vaga, dejando claro que el propósito de la visita no era otro que una declaración simbólica de respaldo.

Expresó: "Nosotros lo que hacemos es apoyar el triunfo democrático de Edmundo González Urrutia. La metodología, la forma, la decisión de cómo va a ser esa toma de posesión está en manos de quien ha ganado las elecciones. El mundo que cree en los valores democráticos va a seguir las instrucciones que Edmundo y su equipo plantean. Nosotros los vamos a acompañar, pero en el marco de lo que ellos decidan".

González, por su parte, no tardó en generar más incertidumbre al responder a la pregunta sobre cómo planea ingresar a Venezuela, especialmente dada la recompensa por su captura. 

En lugar de proporcionar detalles concretos, optó por destacar la carga emocional de la fecha, señalando: "Es una fecha cargada de emociones, no sólo por lo que representa mi presencia en Caracas ese día, sino por las circunstancias que usted ha mencionado, la recompensa". 

Esta evasiva ante preguntas fundamentales no hace más que aumentar la incertidumbre, mientras refuerza la sensación de que su regreso será un acto no solo de desafío, sino también de riesgo personal.

Este giro en la estrategia de González añade una nueva capa de complejidad a la situación. 

Su salida de España, donde se encontraba en calidad de asilado, lo obliga a tomar decisiones más audaces dentro del territorio venezolano. 

Ahora, más que nunca, cualquier acción que no sea contundente podría tener consecuencias devastadoras para una oposición que sigue fragmentada.

En los últimos días, González ha mostrado una "determinación contundente". Está dispuesto a ingresar a Venezuela el 10 de enero, desafiando la oposición del gobierno de Nicolás Maduro. 

A pesar de la recompensa ofrecida por su captura, su actitud refleja "una voluntad inquebrantable" de cumplir con su promesa, dispuesto a enfrentarse a cualquier obstáculo o riesgo que se le presente. 

Sus palabras y las de quienes lo acompañan, junto a otros simpatizantes internacionales, evidencian "una firme decisión de avanzar", reafirmando su compromiso con sus seguidores. Sin lugar a duda, ha puesto más presión en su decisión.

Según expertos, la gira de González tiene como principal objetivo consolidar el apoyo internacional necesario para su reingreso a Venezuela. Busca movilizar a la comunidad internacional, especialmente a los países latinoamericanos, para que presionen al gobierno venezolano y respalden lo que él considera su legítimo derecho a asumir el cargo de presidente. 

A través de esta gira, también intenta reforzar la unidad de la oposición venezolana, demostrando su compromiso con quienes lo apoyaron en las elecciones y buscando la solidaridad y cooperación internacional para garantizar la seguridad de su equipo.

Este nuevo enfoque plantea una importante pregunta: ¿quién pondrá el cascabel al gato? 

En su visita a Argentina, junto a la ministra de Defensa de ese país, González declaró que, de ser necesario, no dudará en enfrentar cualquier obstáculo en el cumplimiento de su promesa.

Con estos movimientos, González está forzado a pasar de la estrategia de "amagar y no dar" a una acción real. 

Las amenazas que había lanzado en sus discursos anteriores ahora deben materializarse, o la incertidumbre que mantiene cautivos a sus seguidores se convertirá en frustración.

Las consecuencias de un fracaso en su regreso a Venezuela serían significativas. 

Si no pudiera cumplir su promesa de ingresar como "presidente electo", la moral de la oposición podría verse gravemente afectada. 

La desconfianza aumentaría entre los sectores opositores, que verían en esto un golpe a la viabilidad de un cambio de gobierno. 

Sus seguidores se sentirían traicionados, lo que podría intensificar la fragmentación interna y debilitar los esfuerzos para organizar futuras movilizaciones o acciones políticas.

A nivel internacional, la imposibilidad de González de regresar a Venezuela podría dañar la percepción sobre la oposición venezolana. 

La falta de un apoyo tangible por parte de la comunidad internacional, o la falta de consenso para presionar efectivamente a Maduro, podría erosionar la posición de la oposición en el escenario global. 

Los aliados internacionales podrían reconsiderar su apoyo si ven que no hay un liderazgo capaz de materializar el cambio. 

¿Podría un fracaso de González en ingresar a Venezuela llevar a una reducción de sanciones o, peor aún, a la pérdida de interés de actores internacionales? 

Esto dejaría a la oposición venezolana aún más vulnerable frente a un gobierno chavista desafiante.

La ratificación del desafío de González no solo tiene implicaciones para él, sino que podría obligar a otros líderes de la oposición, como María Corina Machado, a salir de la clandestinidad y enfrentarse a nuevas presiones y situaciones legales. 

Además, la Fuerza Armada Nacional Bolivariana (FANB), que ha logrado resistir intentos previos de desestabilización, podría verse ante una situación aún más compleja debido a la creciente determinación de González y al posible apoyo internacional que busca movilizar.

El escenario es claro: González está obligando a la oposición a ir más allá de las amenazas. El 10 de enero se perfila como una fecha crítica. Si no pasa de las palabras a la acción, las consecuencias podrían ser devastadoras. 

Como dice el refrán: "o dan sin amagar o les darán". Este será el dilema, porque después del "palo dado, nadie lo quita".

 

Nelson Cuevas
Nelson Cuevas
Periodista - Dirigente comunitario. Lic. en Educación, Lic. en Derecho, con Maestría en Derecho Civil y Procesal Civil Contemporáneo. Con estudios en Manejo de Areas Silvestrea y Areas Protegidas, en la Universidad Estatal de Colorado, EE.UU.

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