Por Santo Salvador Cuevas
José Antonio Salcedo Ramírez (Pepillo) no solo fue un soldado brillante y sobresaliente en el campo de batalla, que se destacó por su empeño en preservar la Independencia Nacional, sino que también vino a ser el primer presidente de la República durante la Guerra Restauradora.
Cuando banqueros de Francia, Prusia y España se reúnen en la ciudad de Basilea para hacer un reparto territorial y reconfigurar un nuevo reparto de los territorios ocupados, evento que se desarrolla en 1795, Pepillo Salcedo, ni siquiera había nacido, pues este viene al mundo en 1816, año en que también nace quien 48 años después le derrocaría como presidente de la República y daría órdenes precisas de ser pasado por el pelotón de fusilamiento.
Es el tratado de Basilea el que provoca que sus padres abandonen el territorio del Santo Domingo Español (concedido a Francia) y se trasladan con todo el Ejército hacia tierra cubana.
Desde Cuba, sus padres, que habían nacido en Santo Domingo, parten hacia España en donde nace el futuro mandatario dominicano José Antonio -Pepillo- Salcedo Ramírez, en 1816.
Luego, los padres de Salcedo retornan a Santo Domingo y este se integra como soldado de la Independencia, al servicio del general José Hungría, quien nunca renunció a su simpatía por España ni a su lealtad a Buenaventura Báez.
Es así como en 1861, cuando se dan los intentos anexionistas, el general José Hungría manda a buscar a Pepillo Salcedo para que firme su apoyo a la anexión a España.
Salcedo llega al lugar de los hechos y, sin desmontarse del caballo, se resiste a firmar la entrega de nuestra independencia a España.
Se trata de obligar a Pepillo Salcedo a firmar forzosamente, pero éste le clava las espuelas a su caballo y emprende la retirada, intento fallido, dado que fue apresado.
Más adelante, logra escapar de su cautiverio cuatro meses después y se integra a las campañas militares por la Restauración de la República.
En el mes de septiembre de 1863, Pepillo Salcedo se autoproclama como "Presidente del Gobierno en Armas de la Restauración".
Desde un primer momento se iniciaron las intrigas y malquerencias en las filas restauradoras.
Al general Gaspar Polanco, "quien no sabía mucho de letras", pero era un soldado de mucho prestigio y de gran autoridad ganada en el campo de batalla, se le atribuye la estrategia de sitiar la fortaleza San Luis, convertir Santiago en cenizas e iniciar una tenaz persecución contra los ocupantes españoles, por toda la Línea Noroeste, hasta hacerlos largarse en desbandada.
Todo indica que aquel joven de "tes blanca, ojos azules, corpulento, de baja estatura y probado en los campos de batalla" tenía intrínseco dos comportamientos que se le vinieron en contra en pleno desarrollo de la guerra y que motorizaron las diferencias con el sector del general Gaspar Polanco y que llevaron a su derrocamiento, orden de deportación del territorio nacional y posterior fusilamiento.
El carácter de Salcedo y su incoherencia frente al enemigo fueron factores que determinaron su destino.
Parece ser que su carácter era muy fuerte, poco persuasivo e intolerante, muy dado a encolerizarse y estallar de ira.
También se destaca el hecho de hacerse gracioso con Buenaventura Báez y tratar de hacer componendas con los anexionistas.
Gaspar Polanco odiaba a Buenaventura Báez, a quien se acusaba de llevar a la quiebra a los productores de tabaco en el Cibao.
La suerte de Pepillo Salcedo y su Gobierno estaban echadas: el prestigio y el poder militar del general Gaspar Polanco eran factores que obraban en su contra.
En el mes de octubre de 1864, el presidente Pepillo Salcedo fue derrotado por Gaspar Polanco; al general Gregorio Luperón se le dio la orden de llevarlo prisionero hacia la frontera y deportarlo para Haití.
Junto a Gregorio Luperón avanzaba un soldado de 20 años que en lo porvenir llegaría a ser presidente de la República, el general Ulises Heureaux (Lilís).
El presidente de Haití, al conocer las intenciones de Gregorio Luperón, de deportar por su territorio al general Pepillo Salcedo, se opuso tajantemente, "sin saber, tal vez", que con ello decidía la vida de Pepillo Salcedo, pues el presidente Gaspar Polanco dio instrucciones precisas de que Pepillo Salcedo fuese pasado por un pelotón de fusilamiento,hecho que ocurrió en el mes de noviembre de 1864 en la Playa de Maimón, provincia de Puerto Plata.