Miguel J. Escala
Esta entrega del artículo quincenal es la décimo quinta, y los invito a celebrarla conmigo pensando en LO QUE FALTA Y LOS QUE FALTAN… Hemos ido construyendo, junto con los lectores, un material que nos sirve a todos para reflexionar y echar hacia adelante. Agradezco esa inversión de tiempo que he hecho, no solo por la acogida recibida —algunos lectores callados, otros interactivos —, sino también por la oportunidad que ha significado para mí. Me ha obligado a organizar puntos que merecen mi atención y a trabajar también en asuntos que (lo acepto) me preocupan. Celebren los 15 conmigo.
De vez en cuando reviso las entregas anteriores (para no repetirme) y encontré una frase en el penúltimo párrafo del primer artículo, sobre la cual quisiera seguir trabajando hoy. Escribí entonces: “Cada año que sumamos trae consigo nuevas historias, aprendizajes y oportunidades para reinventarnos”. En mi caso, definitivamente estos artículos me han permitido conocer valiosas y difíciles historias, aprender un mundo, y reinventarme como articulista, y hasta como consejero informal de la tercera edad. Mi gran deseo es que los lectores también hayan experimentado cambios favorables con estos primeros quince artículos que hoy celebramos. Este evoca el llamado de Juan Pablo Duarte: aprovechemos el tiempo; no dejemos solamente sumar los días, los meses y los años (que nos faltan).
Gestión del tiempo vs. del comportamiento en el tiempo
De Covey aprendí que el tiempo no se administra; lo que se administra es nuestro comportamiento en él. El tiempo transcurre y no lo controla nadie. Los segundos siguen pasando sin detenerse. Lo que sí podemos es controlar cómo nos comportamos mientras transcurre… y, como diría Covey, insistir siempre en ocuparnos de cosas importantes que no son urgentes.
Admirado por su alta producción, le pregunté a Edgar Barnichta —antiguo alumno que ya he presentado en un artículo anterior— si tenía un horario o, de no ser así, cuál era el secreto para ser tan productivo. Le dije: “Supongo que tienes un horario”. Pero me respondió:
“Como estoy retirado de la profesión, trabajo en casa sin horario. Sé que tengo cosas pendientes y trabajo como decía Frank Sinatra: a mi manera. Trato de no tener un horario muy disciplinado. Al contrario, trabajo duro y le dedico mucho tiempo, pero siempre sin un horario fijo. Trabajo, veo TV, tomo sol, salgo a la terraza… todo eso en un día normal.
Creo que cada uno debe organizarse según sus condiciones, necesidades y prioridades. Pero que el trabajo nunca sea mayor prioridad que uno mismo y las personas que están a nuestro lado. Todos necesitamos tiempo libre para descansar, meditar, soñar y valorar el tiempo pasado para mejorar el futuro.
Sin dudas, lo compartido por Edgar es una enseñanza valiosa de cómo comportarse y aprovechar el tiempo sin “ajorarse” y buscando un balance entre lo pendiente, la distracción, el cuidado de la salud y la creación de cosas nuevas. Ese “a mi manera” tiene un enorme valor, porque refleja que cada cual debe responder a su propia realidad.
Me vino entonces a la mente una entrevista al escritor Leonardo Padura (quien cumple pronto sus 70). Contaba él que antes de comenzar a escribir una nueva novela releía Conversación en la Catedral de Vargas Llosa u otra novela que considerara como excelente, para situarse en el ambiente de la gran literatura. Ha afirmado que nunca escribe cuando está de viaje: lo hace siempre en el estudio de su casa. Se levanta a las 7 a.m. y trabaja hasta la 1 p.m. Sin ajores, pero con la meta de una nueva novela cada cuatro años.
Seguramente otros novelistas son iguales. Pero los poetas, en cambio, son más relámpagos: pueden comenzar un poema en una servilleta de restaurante o en el ticket de abordar un avión. Guardan un verso por años hasta que un día completan el poema. Dudo que dediquen horas seguidas a “producir” un poemario, aunque sí a revisar pacientemente los poemas acumulados que aún están en el horno.
El pintor dominicano, nonagenario, Milcíades Núñez, pinta un cuadro en formato pequeño cada día. Esa es su actividad principal, la cual estructura toda su jornada incluyendo actividades de cuidador que también le tocan. Si fuera muralista, tendría que trabajar como un novelista: muchas horas dedicadas a un segmento planificado de la pared, y luego descanso.
Un buen ejemplo del tiempo aprovechado es el de Elsa Núñez, quien los otros días confesaba a un entrevistador de Diario Libre: “Cuando pinto me transporto y me rejuvenezco interiormente”. No solamente aprovecha el tiempo, sino que se recarga con su accionar en las horas que pasan dejando huellas.
Aunque no seamos todos escritores o pintores, es importante ampliar esas rutinas medalaganarias y aplicarlas a diferentes quehaceres que además nos llenen de satisfacción. Resumiríamos que no es promover que las horas pasen rápido, sino aprovechar las horas de manera productiva.
Tiempo para el logro de anhelos
No aprovechamos el tiempo con solo “pasarlo” o “matarlo”. Es algo más lo que necesitamos. Recientemente recibí un correo de un amigo nonagenario, Manolo Campa, lleno de frases para reflexionar. Lo comparto porque uno de los grandes desafíos de “cuidarse” es precisamente el manejo de nuestro comportamiento en el tiempo con uno o varios propósitos.
“Noventón es el sinónimo vulgar de la elegante palabra nonagenario. Su definición: ‘Que ha cumplido noventa años y aún no ha llegado a los cien’. Soy uno de esos. Se me está acabando la cuerda y todavía tengo anhelos por lograr. Para alcanzarlos, aprovecho al máximo el tiempo que me queda. ¡Aprecio el valor de cada uno de mis momentos! No desperdicio ni un minuto. Ahora, con la enseñanza que me han dado los años, comprendo lo mucho que se puede lograr en un minuto bien aprovechado”.
Su reflexión, nos ubica en la edad y nos invita a completar la frase “aprovechemos el tiempo” con “e inventemos la manera de lograr nuestros anhelos”. Y hay ejemplos de sobra en la tercera edad y en la llamada cuarta edad (mayores de 85) que siguen produciendo: bordan, cultivan, preparan recetas, dictan memorias, escriben ensayos, participan en juegos de mesas (hasta inventan nuevos juegos), tocan un instrumento favorito, leen, tomas cursos en línea, comparten contenidos de YouTube… y muchas actividades más.
Dejo dos preguntas abiertas:
—¿Para qué aprovechar el tiempo, además de asegurar las medicinas y las citas médicas del adulto mayor?
—¿Vale la pena preocuparse por aprovechar el tiempo cuando las esperanzas de lograr cosas parecen nulas o están disminuidas?
Por eso, manejar nuestro comportamiento en el tiempo no es solo cumplir una agenda: es un acto de amor propio o de justicia con quienes nos rodean; también es una reafirmación de que todavía se puede. Es construir historias y ubicar los anhelos en la agenda de la esperanza.
Aprovechar el tiempo no significa llenar el día de “ocupaciones”, sino encontrar un ritmo personal que combine actividad y descanso, en función de la energía de cada quien y con los anhelos como norte. Tiempo para el cuerpo, para la mente, para compartir, para lo espiritual. Tiempo para producir, reinventarse, y decidir con calma a qué vamos a dedicar nuestra atención.
En la tercera edad, el manejo del comportamiento en el tiempo deja de estar marcado por la prisa y se convierte en un ejercicio de sentido: elegir con cuidado qué memorias cultivar y qué gestos de cuidado compartir. No se trata de llenar las horas, sino de darles un valor que trascienda, integrando lo vivido con lo que aún puede ser creado.
Gracias por dedicar tiempo a leer estos artículos. Ya son quince. Yo he dedicado, con gusto y con muchos anhelos, mi tiempo para escribirlos. Los lectores motivados forman parte de mis anhelos. Gracias a Pronosticamedia.com. Celebremos también por los que faltan…
Miguel son la 6 59 y acabo de terminar de leer tu valioso artículo. A mí en lo personal me es muy útil . Gracias.